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CRÍTICA: «NINJA TURTLES: CAOS MUTANTE»

Un regreso a los orígenes por todo lo alto


El director Jeff Rowe se ha sacado de la chistera un espectáculo animado de gran calidad, un genial reencuentro con las cuatro tortugas mutantes en el que impera un saludable y gamberro sentido del humor y una plasmación visual sorprendente.

El firmante de la excelente “Los Mitchell contra las máquinas” ha contado, en el apartado narrativo, con las afiladas plumas de Seth Rogen y Evan Goldberg -responsables de la vitriólica “Supersalidos”-, los cuales han dotado a las protagonistas de un discurso desenfadado y libre de ataduras.

En lo relativo a su aclamado diseño visual, el filme sigue la estela de la revolucionaria “Spider-Man: Un nuevo universo”, apostando por un estilo vibrante y un diseño cambiante. Otra cuestión interesante que aporta esta película es la presencia de la compañera habitual de las cuatro protagonistas, April, la cual adopta una fisnonomía afroamericana y regordeta. Se trata, en definitiva, de un proyecto enraizado plenamente en la actualidad y basado en un discurso muy reconocible que se centra en cuestiones como la amistad, la aceptación y ser coherente con uno mismo; algo que queda patente en la indefinida sexualidad de una de las tortugas. A ello habría que sumar las divertidas cuestiones relacionadas con los problemas y conflictos hormonales derivados de la adolescencia y una antológica banda sonora compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross. En su declaración de intenciones, “Ninja Turtles: Caos mutante” es una apuesta por el retorno a sus orígenes de Leonardo, Donatello, Raphael y Michelangelo, los cuales nacieron como un guiño, entre paródico y respetuoso, a las películas de artes marciales y al género de los superhéroes alejados de la trascendencia, y todo ello envuelto en una escenografía nocturna y urbanita.