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Fernando Botero, el pintor «de la vieja guardia» que engordaba el volumen

Su obra es inconfundible; al ver sus colores y sus volúmenes, tan voluptuosos, sabes que estás ante un Botero. Convirtió en icónicas a sus rotundas mujeres. Fernando Botero, el pintor y escultor colombiano más célebre, falleció ayer en Mónaco. Aquí se le recuerda por dos exposiciones, en Biarritz y Bilbo.

Botero posa ante «La Gorda», en 2017, una escultura donada a Medellín. (Raúl ARBOLEDA | AFP)

«Yo soy pintor de la vieja guardia. Amo la paleta, la pintura, los colores, los pinceles y el olor a trementina. Hago mis obras con mis propias manos. No saben los artistas de hoy en día lo que se pierden». Estas son palabras de Fernando Botero que recordó su hija Lina Botero en el catálogo de la exposición que ella misma comisarió en el Museo de Bellas Artes de Bilbo en 2012. A sus 80 años, artista reconocido mundialmente, reconocía él mismo sobre aquella expectador muestra:. «Esta puede ser una de las exposiciones más representativas de mi obra».

Su hija fue precisamente quien ayer, en declaraciones a Caracol Radio, explicó que su padre había fallecido. «Llevaba cinco días bastante delicado de salud porque había desarrollado una neumonía», explicó. El artista vivía desde hace años en la ciudad italiana de Pietrasanta donde hasta sus últimos días mantuvo su taller. «Murió con 91 años, tuvo una vida extraordinaria y se fue en el momento indicado», expresó su hija, conmocionada, que le recordó como una persona «que dedicó su vida a su país, que fue el tema de su obra artística».

LA PALOMA DE LA PAZ

Nacido el 19 de abril de 1932 en Medellín (Colombia), Botero seguía siendo muy colombiano. Estudió en la Real Academia de Arte de San Fernando, en Madrid, y empezó a exponer en los 60 en Estados Unidos, con una primera muestra en el Milwaukee Art Center donde comenzó a mostrar su característico estilo figurativo. Deja atrás una larga obra artística; desde su característica y peculiar Mona Lisa a las parejas de gruesas formas bailando, pasando por las esculturas que adornan los rincones del mundo, pero sobre todo su natal Medellín, a la que ha regalado decenas de obras.

«Ha muerto Fernando Botero, el pintor de nuestras tradiciones y defectos, el pintor de nuestras virtudes. El pintor de nuestra violencia y de la paz. De la paloma mil veces desechada y mil veces puesta en su trono», manifestó en redes sociales el presidente colombiano, Gustavo Petro, haciendo alusión a la paloma que se exhibe en la Casa Nariño (sede presidencial) y que el artista regaló para conmemorar el acuerdo con las FARC de 2016.

EN EUSKAL HERRIA

El verano de 2002, en el Bellevue de Biarritz, Fernando Botero participó en una exposición de artistas del siglo XX, donde estaba representado junto a Bacon, Picasso, Warhol, Chagall o Miró. Una de las muestras más importantes que se han hecho en la ciudad costera. Sobre el volumen en su obra, explicó entonces que «el volumen ha sido un elmento esencial en la historia del arte. El Renacimiento fue posible gracias a Giotto. Sobre una superficie plana reinventó el volumen y el espacio. Me provoca un sentimiento especial este artista del Renacimiento italiano, y por eso creo que me interesa tanto trabajar el volumen».

Diez años más tarde, en octubre del 2012, trajo al Museo de Bellas Artes de Bilbo su exposición más completa, que tituló “Celebración”, el compendio de setenta y nueve pinturas y una escultura que resumían con relativa amplitud, y línea del tiempo la obra del reputado pintor, dibujante y escultor colombiano a sus entonces 80 años años bien llevados.

Lo cierto es que resultaba espectacular. Aunque también hubo algún momento “extraño”, en la sala de la tauromaquia. Para el artista, era impensable que se prohibiera, como en Bogotá. «Es un arte, aunque sea cruel, la cacería también lo es, como los animales que nos comemos. Es un gran arte ligado a la cultura española. No puede desaparecer», comentó entonces. Y cerró: «Sería un crimen».

En cuanto a que sus protagonistas sean gordos y gordas, Botero apuntó que siempre espera la pregunta, pero contestaba que «nunca ha pintado una gorda», que «solo es cuestión de volumen. Si hubiese delgados y gordos sería otra cosa».

155.000 pasaron por esta exposición del Museo de Bellas Artes; 300.000 personas por otra de sus muestra en Palacio de Bellas Artes en México. En el 2022, por ejemplo, la escultura “Hombre a caballo’ se vendió en una subasta de la casa Christie's en Nueva York por 4,3 millones de dólares, un precio récord para una obra del artista.