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EDITORIALA

El debate es el modelo de desarrollo renovable


Las medidas que los países más ricos del mundo están tomando para hacer frente a la emergencia climática son insuficientes, tanto para mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5 grados como para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El diagnóstico es de la ONU, cuyo secretario general, António Guterres, ha convocado una cumbre extraordinaria para impulsar la ambición climática.

A estas alturas, poner el énfasis en la necesidad de las renovables, como hizo ayer el lehendakari Iñigo Urkullu, es una pérdida de tiempo o una maniobra de distracción que no responde a ningún debate real. La falta de ambición de Lakua en este ámbito es también desoladora. ¿Quién niega que el futuro pase por las renovables? ¿A quién le habla Urkullu? Quizá tenga en mente las protestas que han generado algunos proyectos y la esperanza de que, en un año electoral, puedan generar contradicciones en su principal rival. Por lo visto, él no tiene problemas en imponer grandes proyectos renovables con el territorio en contra. El discurso del lehendakari, además, falsea la realidad. Se sitúa como impulsor y adalid de la transición energética, cuando el retraso es palmario y cuando la Sociedad pública de Hidrocarburos (Shesa) mantiene pretensiones de explotación sobre vastas áreas, por ejemplo, a través del Proyecto Gran Enara, paralizado por la Ley estatal.

Con discursos como el de ayer, Urkullu trata de limitar la lucha contra la crisis climática al impulso de las renovables a cualquier precio, cuando el debate debería versar sobre el modelo energético que necesita el país. El debate no es sobre el qué (las renovables), sino sobre el cómo, sobre la necesidad de construir un modelo más democrático en el que la producción se adecúe a la demanda local, en el cual las instituciones públicas deberían ser bastante más que un despacho que otorga licencias y recauda de impuestos. Urkullu se preguntó ayer si las prioridades particulares deben primar frente al bien común. Claro que no, es por eso que su modelo renovable, que sigue dejando la iniciativa, la decisión y los grandes beneficios en manos de grandes empresas privadas, es inviable. Es incompatible con el bien común.