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CRÍTICA: «EL SUPERVIVIENTE DE AUSCHWITZ»

Marcado por el horror tras pelear en el infierno


El artesano Barry Levinson aborda el Holocausto desde una perspectiva clásica y muy al gusto de Hollywood. Sobre el papel, la vida de su protagonista, Harry Haft, parecía destinada a ser trasladada a la gran pantalla, una historia que fusiona tragedia, supervivencia, redención y el mundo del boxeo profesional en los Estados Unidos.

El actor Ben Foster realiza una entregada interpretación de Haft, un joven judío nacido en Polonia que se encontró atrapado en la pesadilla del Holocausto. Su nombre real era Herschel, y su historia comenzó en Auschwitz, donde el boxeo le aportó su única esperanza de supervivencia en mitad del horror.

Forzado por los nazis, se vio obligado a pelear contra otros prisioneros judíos y, lo que comenzó como un entretenimiento cruel, se convirtió en una lucha desesperada por su propia vida. Cada golpe en el ring simboliza una lucha contra la muerte, y cada victoria era un paso más hacia la supervivencia en un mundo donde la humanidad parecía haber desaparecido por completo. Años después, en los Estados Unidos, Harry Haft se convirtió en un boxeador profesional conocido como “El superviviente de Auschwitz”.

Sin embargo, su éxito en el ring no pudo borrar sus traumáticas experiencias en cautividad. Visualmente impactante, la película relata su historia mediante flashbacks en blanco y negro, pero el veterano cineasta se pierde dentro de un exceso de academicissmo que provoca que su filme sea en ocasiones una especie de cruce entre “La lista de Schindler” y “Toro salvaje”. Mención especial merece el papel ya reseñado de Foster y el de Vicky Krieps, quien encarna a la compañera sentimental del protagonista.