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DE REOJO

Sigue el triste espectáculo


Todo es posible. Lo lógico es que siga el espectáculo de Feijóo creyéndose el eje de la fiesta, que suelte su discurso hueco, machacón y pretencioso que le ponga en disposición de ser el candidato si toda la presión al transfuguismo no sea realmente para esta investidura fake, sino para que Sánchez también sufra derrota que lleve al cuñado de Urdangarin a convocar nuevas elecciones. Las imágenes del acto de antes y después de la misa dominical de las fuerzas reaccionarias en camisa blanca concentradas en Madrid nos colocan ante unas circunstancias incorregibles que apuntan al desprecio intransigente a los mínimos básicos de aceptación de las coordenadas por las que se rigen los sistemas democráticos liberales. Su extravío es tan obvio que, o existe algo que no detectan todavía los radares democráticos, o estamos viviendo los días más abstractos de la política española.

No es cuestión de contar cabezas, piernas o banderas. Lo de las intervenciones en mitin o ritual de los supuestos líderes fueron tan burdas, chatas, previsibles y carentes de incidencia real, que se puede considerar que es un ensayo de inicio de oposición dura o, por si acaso, de campaña electoral. Lo que sí es patético son las imágenes de Feijóo en su despacho repasando los folios donde le tienen preparado los discurso y que advierten los asesores de la banda que será largo. Es decir, aburrido, testamentario, de despedida. Es un pésimo lector. Sus equivocaciones preñarán de anécdotas su triste figura de hombre deshabitado y menguante. Su investidura es una fantasmada arbitraria. Un triste espectáculo.