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Normal


Emmanuel Macron ha decidido romper con la norma principal de la República, la de la indivisibilidad, la que establece la soberanía reside en el conjunto de la ciudadanía del hexágono y sella la unidad del poder normativo impidiendo que ningún territorio pueda legislar de manera diferente a otro. En realidad, ya lo hizo con Nueva Caledonia. La novedad es que el presidente acaba de abrir la puerta a la autonomía en territorio metropolitano. Y lo ha hecho en Corsica, donde va a permitir una gestión local que preserve los intereses de la población insular, entre ellos su lengua y su cultura. Aquí, sin embargo, no hay isla, sólo un isolat lingüístico cuya situación precaria se debe entre otras razones al mismo principio de indivisibilidad del Estado, que establece que la única lengua de la República es el francés. En Corsica ya sueñan con la cooficialidad. Aquí, seguiremos en la pesadilla del monolingüismo estructural porque a la institución vasca no se le reconocerá la misma competencia normativa que a la corsa. Jean-René Etchegaray ha insistido en que él es partidario de la cooficialidad pero que esta cuestión no cuenta con la unanimidad social. El problema es que, como Etchegaray, muchos han normalizado que en los últimos cien años la República haya aniquilado una lengua. Y no es normal.