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GOLPE DE SUERTE

Un Woody Allen muy chabroliano


En su quincuagésima película, Woody Allen retoma un tema que previamente exploró de manera más sombría en “Match Point” y que está relacionado con los caprichos del azar y su impacto en nuestra mecánica cotidiana.

Para Allen, existe una dicotomía entre quienes creen en la casualidad y aquellos que creen que pueden controlarla; según él, son estos últimos los que se equivocan. En esta oportunidad, el veterano director neoyorquino emplea sus elementos narrativos característicos dentro de un contexto ligero basado en Hitchcock y en el que topamos con una mujer no muy contenta en su matrimonio, un caso de adulterio, un esposo vengativo y, por supuesto, un asesinato.

UN FILME ENTRETENIDO

Ligera y frívola, “Golpe de suerte” deja a un lado la trascendencia que aplicó en su excelente “Delitos y faltas”. En su lugar, se concentra en el hecho de que los corazones de sus personajes no se rigen por la razón, y que estamos a merced del capricho de lo impredecible que siempre nos asalta al doblar una esquina. En este contexto, la película fluye con naturalidad y sin excesivos sobresaltos.

Escenificada en París, el director parece haber encontrado su fuente inspiradora en el vitriólico discurso que manejó con maestría Claude Chabrol a la hora de torpedear la hipocresía burguesa a golpe de asesinatos que hacen tambalear un modelo social arraigado en esa hipocresía. De manera calmada, con movimientos de cámara muy bien medidos, el filme se beneficia de las sólidas interpretaciones de su trío protagonista, Lou de Laâge, Niels Schneider -como pareja de amantes- y Melvil Poupaud, asumiendo el rol de marido celoso. Sin entrar en el selecto listado de sus mejores obras, cosa que a estas alturas resulta casi imposible, Allen ha filmado uno de esos filmes que se ven con agrado.