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DE REOJO

El pacto del canapé


Cada día el menguante Feijóo debe aparecer en nuestras pantallas para demostrar que es un error histórico. Su campaña electoral incesante le lleva a decir tonterías de manera incalificable, porque la última ocurrencia o despropósito es asegurar en Catalunya que no conoce personalmente a Puigdemont, pero que es una persona de fiar porque no miente. O sea, como él miente constantemente, no es de fiar. Y si hablamos de EH Bildu, son los más fiables por años de no mentir nunca, jamás. Por lo tanto, pactar con estos partidos es generar confianza.

No tiene remedio, son un desencuentro constante con la racionalidad. En València, el pacto entre PPVox lleva a situaciones que escapan a las calificaciones. En un pleno municipal, cuando estaba interviniendo la oposición, a las tres de la tarde, la alcaldesa y una decena larga de concejales del gobierno se fueron a una sala contigua a comer canapés. Se dieron cuenta los que intervenían, forzaron una votación y la mayoría de la vergüenza perdieron por estar dándose un atracón. Ya es conocido esa coyunda de fascistas como el pacto del canapé.

Todavía no han bautizado al pacto entre PSOE y Sumar, pero bien podría ser el de la concordia, el de las risas, el de mira qué guapos somos. De momento, los que han reaccionado de manera más estridente son las huestes de Iglesias, que cada día se parece más a Felipe González. Repito una pregunta a modo de espinilla, ¿de verdad la familia de Podemos quiere elecciones? Cuesta entender el encono del paranoico núcleo duro. Cada día señalan a más traidores entre los suyos.