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EDITORIALA

Celebración contenida de la apertura de la muga


Tras casi tres años cerrados, el Gobierno francés ha vuelto a abrir los pasos de Izpegi, Larrainbe y Aldude y la pasarela peatonal Avenida que une Irun y Hendaia. Los alcaldes de Hendaia, Irun y Hondarribia se reunieron ayer por la mañana en la pasarela Avenida para celebrar la apertura y reprochar a las autoridades que estos pasos hayan estado tanto tiempo cerrados. A pesar del tiempo gris y lluvioso también se acercaron numerosos ciudadanos que con su presencia certificaron que la apertura era una demanda ampliamente respaldada por la ciudadanía. De hecho, la presión ciudadana ha desempeñado un papel nada desdeñable en esta decisión. Conviene recordar que una iniciativa ciudadana reunió más de 12.000 firmas pidiendo la apertura de la frontera. Posteriormente se llevaron a cabo varias movilizaciones entre las que destaca una concentración en el puente que terminó con la retirada de las vallas, aunque fueron inmediatamente repuestas. La clausura, tras el paso del Tour, también fue contestada con otra movilización ciudadana a ambos lados de la verja.

El Ejecutivo galo justificó la decisión con el manido argumento de la «lucha contra el terrorismo», pero la medida fue rechazada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. A pesar de ello, Paris siguió enrocado en la visión securitaria. De hecho, no la ha abandonado: ahora los pasos se abren, pero las autoridades ya han anunciado que reforzarán la vigilancia, es decir, los controles racistas cuyo único objetivo es perseguir a los migrantes e impedir que puedan circular libremente por Europa. Por todo ello, el temor a que la frontera pueda volver a cerrarse en cualquier momento persiste.

Obstaculizar el paso de la frontera amplifica el drama que afrontan los migrantes en su éxodo, pero también se resienten las relaciones económicas, sociales y culturales entre los ciudadanos vascos que residen a ambos lados de los Pirineos. Cada cierre de un paso y cada control en esa frontera artificial establecida a lo largo del Bidasoa recuerda que Euskal Herria continúa siendo un país dividido entre dos Estados centralistas y que cuentan con una soberanía muy limitada.