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EDITORIALA

Así «aportan» la Guardia Civil y los jueces


La Guardia Civil y la Audiencia Nacional española unieron una vez más sus fuerzas para trasladar al ámbito represivo y judicial lo que debería ser parte del juego político. Ahora acusan al president en el exilio, Carles Puigdemont, a la secretaria general de ERC, Marta Rovira, y a otros diez independentistas catalanes de dirigir el Tsunami Democratic, la dinámica de protesta que hubo tras la sentencia contra el resto de líderes del procés.

Repitiendo los esquemas contrainsurgentes del pasado, entrenados una y mil veces en la causa vasca, el instituto armado y el juez Manuel García Castellón han construido un sumario basado en tesis policiales, prejuicios antidemocráticos y valores castizos. Por ejemplo, a pesar de tratarse de acciones no violentas y de desobediencia, el juez no tiene empacho en decir que «los hechos podrían calificarse de forma indiciaria como de terrorismo». La obsesión por recrear una violencia que no existió en Catalunya es una forma obscena de banalizar la que sí ha existido en el conflicto vasco. Llegados a estos extremos, al magistrado español no le da vergüenza citar como testigo a Arnaldo Otegi, alegando una supuesta reunión que quizás tuvo en Ginebra con los encausados.

La consigna de José María Aznar la semana pasada fue clara: «El que pueda hacer, que haga; el que pueda aportar, que aporte». Recuerda a su «¿alguien pensaba que no nos íbamos a atrever a cerrar 'Egin'?», tras clausurar ilegalmente el periódico vasco en comandita con el juez Baltasar Garzón. Entonces Aznar era presidente, ahora llama a la insurgencia desde todos los frentes. Policías y jueces acuden a la llamada. La estrategia de la derecha española para abortar la amnistía negociada entre las fuerzas catalanas y el PSOE y Sumar, impugnando el resultado democrático de las urnas, ofrece una visión clara de por qué no deben gobernar los reaccionarios. De por qué la gente votó para que no gobernaran. Por eso, la legitimidad democrática se debe expandir con negociación, acuerdos y discrepancias. Hay que avanzar, ni frenar ni rajarse. Sin engañarse, ni a uno mismo ni a las alianzas. La alternativa es el falangismo gorila.