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Ainize Txopitea y Patrick Grijalvo, deconstructores de espacios y tiempos

Dos regresos, dos proyectos que usan la fotografía como herramienta para abrir nuevas investigaciones y dos artistas de trayectorias muy diferentes que coinciden en espacio y tiempo. El espacio es la galería Lumbreras de Bilbo y el tiempo es el que va hasta el 1 de diciembre, cuando cierra la exposición. Allí están las “Alma matters” de Ainize Txopitea y la “Gravitación visual” de Patrick Grijalvo.

Ainize Txopitea, entre su autorretrato familiar y el mar postpandémico y amoroso de Brasil. (Marisol RAMIREZ | FOKU)

Uno, Patrik Grijalvo (Bilbo, 1984), fotografía la arquitectura de los museos más espectaculares del mundo con su cámara analógica Hasselblad y la deshace luego, para reconstruirla de nuevo en imágenes geométricas de gran tamaño, reunidas ahora en la serie “Gravitación visual”, un compendio de su trabajo de los últimos tres años. La otra, Ainize Txopitea (Donostia, 1977), después de dedicar casi veinte años a crear collages muy personales y poéticos -ella anda con sus «tijeritas, corta y pega, corta y pega», explica con humor de forma muy ilustrativa-, está inmersa en pleno proceso de inflexión. Lo demuestra la exposición “Alma matters”, con la que expone por primera vez en la galería Lumbreras de Bilbo; aunque no es su primera vez aquí, porque regresa al espacio donde se mostró hace más de dos decadas, en 2002, la obra de su padre, el eibarrés Daniel Txopitea (1950-1977), uno de los creadores más polifacéticos de la vanguardia vasca, un artista que iba a las raíces de nuestra cultura para modernizarla.

Ambos, Patrik Grijalvo y Ainize Txopitea, ocupan las dos salas de la céntrica galería Juan Manuel Lumbreras de Bilbo, donde exponen hasta el 1 de diciembre próximo.

De raíces, como en el caso su padre, y de su propia biografía se nutre la obra de Txopitea. En Bilbo, expone “Alma Matters”, el proyecto fotográfico más personal que ha realizado hasta el momento. Por partes, ¿qué es “Alma Matters”? Aquí la definición: «Alma alimentadora/ alma que nutre/ madre nutricia».

En estas dos décadas, desde su graduación en la Universida de las Artes de London College of Communication, en 2002, Ainize Txopitea ha ido construyendo una obra que bebe de la poesía en collages, técnica mixta e instalaciones multidiscilinares y que lanza mensajes reflexivos sobre el amor, la naturaleza, la identidad, el caos y el orden, y el concepto del tiempo. Una obra que ha sido expuesta en instituciones, museos y galerías de arte. Actualmente combina su labor creativa con el comisariado de exposiciones y talleres de arte.

«EL ARTE ES LO OPUESTO A LA PRISA»

De hecho, este “Alma Matters” arrancó con una investigación durante una residencia artística en Lisboa, antes de la pandemia, y continuó en Brasil, en un curso de Comisariado en Fotografía Contemporánea en el Museo de Arte Moderno de São Paulo, en 2022. De aquel viaje, de aquel momento personal y global, da cuenta esta exposición, que está dividida en tres bloques: fotografías, imágenes de muros y collages, que denomina “vegetaciones”. «Yo creo que es el proyecto más minimal que he tenido, porque son veinte años con la tijerita. Empecé con la tijerita cuando era una chiquilla, cuando corría al salir de la ikastola para hacer mis collages. Pero, después de veinte años de corta y pega, en digital pero sobre todo analógico, me di cuenta de que el tiempo era el mejor collagista. Entonces, en vez de intervenir, la cuestión era poner el ojo. En realidad, el tiempo es el artífice de la composición, más que yo misma. Por eso digo que es la más minimal, porque sintetizo toda mi experiencia para dejar al tiempo que sea el protagonista».

Toda la exposición va de huellas: de la huella que deja el paso del tiempo, de la huella que dejan nuestros antepasados... sobre todo las antepasadas. En los collages, entre hojas reales de roble o romero, intercala como flotando divertidas fotografías antiguas de mujeres -«siempre mujeres; me nace así, lo mío es intentar siempre dar voz»-. Al otro lado, en un autorretrato donde su rostro permanece oculto, Ainize posa en el caserío donde nació su abuela en el barrio mutrikuarra de Olatz, con la única fotografía que se guarda de ella. Y, de pronto, en otra pared, se despliegan una serie de fotografías de muros, en los que las texturas y el color son los da el propio paso del tiempo sobre la materia. Son unos muros no solo físicos, también psicológicos, por cierto.

«Me estoy replanteando un cambio -reconoce-, siempre dirigido desde el arte, que es un pálpito que tengo yo, pero son ya muchas exposiciones y he estado muy activa. Quiero parar, ver cómo puedo nutrirme». ¿Y cómo ve el arte en estos momentos? «Está cambiando mucho y muy rápido. Pero esto pasa en todos los sectores. Yo veo que está adquiriendo como un aspecto más dicotómico; o sea, hay mucha gente que consume arte, pero a unos niveles más lúdicos, y hay gente que apuesta muy fuerte por piezas muy arriesgadas, pero, entre medias, los espacios tradicionales están cerrando, hay muchos agentes culturales que no apoyan necesariamente al artista, que pasa mucho tiempo en su taller... hay muchas orbitaciones alrededor del arte, pero olvidamos lo que es la propia creación. Hay mucha prisa, y el arte es lo opuesto a la prisa», añade.

RETRATANDO LAS CATEDRALES DE LA ACTUALIDAD.

«Para Grijalvo la fotografía es su medio de trabajo y se centra en explorar sus opciones perceptivas de tridimensionalidad -explica el catálogo-. Ese proceso que podemos llamar de ‘esculturización’ de la imagen le ocupa desde que finalizó su carrera. Avisamos: a veces conviene acercarse bien a su obra para encontrar volumen donde, desde la cierta lejanía, hay planitud».

Selección de sus últimos tres años de trabajo, en realidad “Gravitación visual” forma parte de la línea de trabajo que lleva Patrick Grijalvo desde hace una década: «Son diez años buscando una línea divisoria entre la fotografía y la escultura -explica-. La idea era sacar del 2D a la fotografía y darle un empujón a la escultura, solaparlas ambas en diferentes planos fotográficos y crear una fotográfica tanto visual como real». A partir de las “Gravitaciones” de Eduardo Chillida -los planos que el escultor vasco hacía previos a las esculturas-, y también a raíz del impacto del edificio de Gehry en Bilbo, ha construido una obra con amplia presencia internacional, no solo por los museos que retrata, sino por las galerías y ferias en las que expone y vende.

«Es como si fuera una exposición de retratos de museos -explica-. El museo es un espejo que refleja el bienestar social. ¿Qué gran ciudad no quiere tener un gran museo? Son las superestrellas de la arquitectura, porque al final es un reflejo del propio poder adquisitivo de la ciudad. Es un espejo, como antiguamente podían ser las catedrales y los aeropuertos. En China, ni te digo: se han vuelto locos».

En su regreso a su ciudad natal -anda ahora entre Suiza y Estados Unidos, aunque cita también Bruselas y Tokio-, ha traído estos retratos, entre los que se encuentra también una zona reconocible del Guggenheim bilbaino. Porque, de hecho, «el pistoletazo de salida de esto fue el efecto Guggenheim». El Museo Louvre y el Louis Vuitton de París, el del Novento de Milán... es sorprendente ver la lista de museos que ha “deconstruido”. Pero a simple vista es difícil saber cuáles son, identificarlos. Hay que acercarse. ¿Cómo trabaja? «Estudias qué museos te pueden interesar, qué carga simbólica pueden tener, a veces dices: ‘Pues quiero buscar algo más de color’...». Es decir, localiza los espacios, y los fotografía. Siempre con una cámara analógica Hasselblad de formato medio: «Te obliga a tomarte tu tiempo. Con una digital empiezas a disparar como una metralleta».

Escanea los negativos, no usa photoshop excepto para limpiarles las impurezas, los imprime para presentarlos casi a modo de maquetas y, de todo ese proceso de montaje, juego y experimentación, salen las obras definitivas: «Cuando ya estoy en el museo, mirando por el visor, intento buscar una forma geométrica que luego me dé pie para hacer la deconstrucción y volver a construir algo que no tenga ese simbolismo».

Son construcciones geométricas bellas, pero subyace algo más en todo esto: «Busco que luego tenga ese sentido teórico de decir: ¿cómo usas un museo para poder crear arte a partir de la propia arquitectura?», concluye.