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EDITORIALA

Atender a la llamada de emergencia de Gaza


Israel está pulverizando Gaza. La desesperación es abrumadora. Sitiada y ocupada, la que era la mayor cárcel a cielo abierto del mundo se ha convertido en un matadero, y las llamadas de emergencia que llegan desde allí, los gritos de ayuda, no tienen quien los escuche y haga algo para terminar con la pesadilla. Los gazatíes están lidiando con problemas renales y enfermedades como la diarrea debido a la falta de agua potable, padecen enfermedades relacionadas con el hambre y la anemia, la varicela se está propagando rápidamente. Las mujeres que esperan su bebé viven con el temor de que, cuando llegue el momento de dar a luz, nadie pueda ayudarlas. Los hospitales de Gaza se han quedado sin suministros esenciales y se han convertido literalmente en cementerios. Los cuerpos de los muertos yacen tanto dentro como fuera del hospital al-Shifa, ya ocupado por soldados israelíes, donde han muerto todos los pacientes de las UCIs.

El ejército de Israel sigue atacando a médicos, enfermeras, pacientes e instalaciones médicas, se ha cobrado la vida de un promedio de seis médicos cada día desde el comienzo de su último asalto a Gaza. Las súplicas de los médicos y trabajadores de los hospitales de Gaza han recibido la indiferencia del mundo por respuesta. A la gravísima crisis humanitaria habría que sumar otra no menos grave, la crisis de conciencia que se ha apoderado de la comunidad internacional.

Es, además, una crisis global de humanidad. Todas las instituciones internacionales, desde el Tribunal Penal Internacional hasta el Consejo de Seguridad de la ONU han demostrado ser impotentes, ni siquiera para condenar los ataques indiscriminados de Israel contra Gaza, a pesar de que existen claras pruebas de crímenes contra la humanidad y de genocidio. En el mejor de los casos, palabras huecas. Urge atender la llamada de emergencia de Gaza al mundo, en nombre de todos y todas las gazatíes que necesitan un alto el fuego inmediato, en nombre de la conciencia y las estructuras de gobernanza globales. De no atenderla y actuar ahora, el riesgo está ahí: un mundo en el que se recompensa la impunidad, en el que ningún civil estará realmente a salvo, en el que se permite que los poderosos aplasten a los débiles.