2023 AZA. 21 KOLABORAZIOA La ciencia es cultura Joaquín SEVILLA, Javier ARMENTIA e Ignacio LÓPEZ-GOÑI* Este mes de noviembre se celebra el mayor evento anual de divulgación y comunicación social de la ciencia en Europa, las Semanas de la Ciencia y la Tecnología que ofrecen cientos de actividades para acercar la investigación a la sociedad y, en particular, a la gente más joven. La cultura nos representa, es el armazón de conocimientos, gustos y costumbres en que nos reconocemos y con el que disfrutamos. La ciencia es parte de la gran aventura intelectual del ser humano, fruto de su curiosidad y del intento de representar y entender el mundo en el que vivimos. Como producto del pensamiento humano, la ciencia es un componente esencial de la cultura. La ciencia no es una actividad extraña a la vida y, por tanto, sus respuestas también son de carácter cultural. Los avances científicos han impulsado el progreso y han moldeado nuestra cultura en términos de cómo vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Más aún: las ideas científicas, a veces de modo velado, han condicionado profundamente las ideas sociales. Es absurdo que el mejor conocimiento disponible sobre cómo funciona el mundo quede fuera del concepto de cultura. Es algo tan evidente que, en vez de explicarlo, parece más necesario analizar por qué esa consideración no está generalizada. La tradicional división de la educación en ciencias y humanidades (como si la ciencia no fuera humana) puede sugerir que unas forman parte de la cultura y las otras son «otra cosa». El conocimiento detallado y disciplinar de la historia del arte, de la lingüística o de las lenguas clásicas, por ejemplo, es tan propio de los especialistas como el de la física, la geología o las neurociencias. La ciencia no solo se limita a laboratorios y gente del mundo académico, sino que está presente en todos los aspectos de nuestra vida. Del mismo modo que una persona culta conoce y disfruta del arte o la literatura, conocerá y disfrutará de una visión panorámica de la historia del universo, de las peculiaridades del comportamiento animal o de cómo funciona una célula. A nadie le parece extraño, más bien al contrario, saber quién fue Velázquez y admirar sus cuadros sin ser un especialista historiador del arte. Tampoco hay que ser una persona experta o erudita para conocer quienes fueron Darwin o Curie. La naturaleza no tiene la culpa de los planes de estudio; la realidad no entiende de ciencias o de humanidades; el mundo se nos presenta para conocerlo, entenderlo y cambiarlo mediante todas las herramientas de que dispongamos. Además, la ciencia no solo proporciona un conocimiento empírico, sino que también plantea preguntas éticas y filosóficas, debates que son parte integral de nuestra cultura y sociedad. La existencia de instalaciones de cultura científica como museos o planetarios no es nueva. Nuestro Planetario de Pamplona cumple nada menos que 30 años este mes, por ejemplo. Pero en la última década se ha hecho un considerable esfuerzo por añadir al panorama cultural una oferta científica cada vez más variada y, por qué no decirlo, alejada del estereotipo de seriedad y torre de marfil que tradicionalmente ha tenido. Programas de televisión como “Órbita Laika”, compañías de monólogos científicos humorísticos como “Big Van Ciencia” o espectáculos escénicos como “Naukas” (de los que en Pamplona se han celebrado tres ediciones) son algunos ejemplos. Este tipo de actividades culturales de divulgación científica permiten que el público en general se involucre en la exploración del mundo natural y comprenda cómo la ciencia contribuye a nuestro entendimiento del mundo. La ciencia sirve también como fuente de inspiración para la creatividad artística. Las personas que nos dedicamos a diario a estas tareas de divulgación científica vivimos convencidas de que «la ciencia es cultura» pero en la sociedad en general sigue sin ser algo suficientemente aceptado. Es urgente incrementar la cultura científica de la población. La información científica es una fecundísima semilla para el desarrollo social, económico y político de los pueblos. La complicidad entre los científicos y el resto de los ciudadanos es una excepcional celebración de la democracia. Pero, además, esa nueva cultura contribuiría a frenar las supercherías disfrazadas de ciencia, aumentaría la capacidad crítica de los ciudadanos, derribaría miedos y supersticiones, haría a los seres humanos menos manipulables, más libres y más audaces. Los enemigos a batir por la ciencia son los mismos que los de la filosofía, el arte o la literatura, esto es, la incultura, el oscurantismo, la barbarie, la miseria, la explotación humana. Navarra ha sido pionera en muchos temas sociales, ojalá ahora que se acomete un nuevo plan estratégico de la cultura, la ciencia forme parte esencial de ella. *Joaquín Sevilla, Cátedra de Divulgación del Conocimiento de la Universidad Pública de Navarra, Javier Armentia, Planetario de Pamplona e Ignacio López-Goñi, Museo de Ciencias Universidad de Navarra Es urgente incrementar la cultura científica de la población. La información científica es una fecundísima semilla para el desarrollo social, económico y político de los pueblos