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EDITORIALA

Incluir el odio en el Código Penal tiene sus riesgos


La Audiencia navarra frenó ayer los pies a Vox, recordándole que no puede denunciar a nadie por delito de odio, básicamente porque no es un colectivo vulnerable. Lo ha hecho para desestimar la querella presentada por la extrema derecha contra dos jóvenes de Lizarra. El fallo es contundente y se apoya en la diáfana jurisprudencia del Tribunal Supremo sobre esta materia, que establece algunos límites para la aplicación de este tipo penal y detalla que los partidos políticos no son susceptibles de acogerse a él. Lo grave es que, siendo conocida esta jurisprudencia, el juzgado de Lizarra admitiese a trámite la denuncia y la Fiscalía se opusiese al recurso de los denunciados, que sí ha aceptado la Audiencia.

La buena entrada que Vox tiene en el estamento judicial ejemplifica la razón por la que no debiera poder acogerse jamás a este tipo penal diseñado originalmente para proteger a colectivos vulnerables; grupos minorizados y a menudo perseguidos, cuya situación se agrava por expresiones de odio que les ponen en el punto de mira. En el Estado español, una extrema derecha privilegiada que forma parte de los fundamentos del poder no es, desde luego, un colectivo desprotegido que necesite un capote extra por parte de la legislación. Lo lleva de serie. Ocurre lo mismo con la Policía, otro colectivo blindado que ha hecho un uso espurio de los delitos de odio.

Aunque, desgraciadamente, la reciente denuncia del PSOE contra Santiago Abascal no hace más que distorsionar este debate, toca abrir una reflexión sobre la propia naturaleza de este tipo de delitos, que de tan genéricos acaban a menudo protegiendo a especialistas en la propagación de discursos de odio, como ocurre con la extrema derecha. Cabe debatir si el Código Penal es el mejor lugar para dar estas batallas, pero en caso de que así sea, no hay nada que impida tipificar penalmente la homofobia, si se trata, por ejemplo, de proteger a la comunidad homosexual. Lo mismo sirve para otros colectivos realmente vulnerables. El odio no es el sentimiento más noble del ser humano, pero clasificarlo de delito tiene sus peligros; si se hace, solo puede ser con brocha muy fina. Lo contrario es seguir alimentando la hoguera del punitivismo.