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AZKEN PUNTUA

Juego de cartas


Los nacidos a mediados del siglo pasado teníamos en las tradicionales cartas uno de los recursos más utilizados para pasar, sobre todo, las tardes y noches de invierno. En familia, con los hermanos o en los bares con los amigos, jugando a las cartas también aprendíamos a sumar y restar.

Los tiempos cambian y las cartas pierden vigencia en las sobremesas navideñas en favor de esas maravillosas pantallas en todos los tamaños y colores. Sin embargo, aunque entonces no fuéramos conscientes de ello, jugando al mus, a la escoba, al chin-chón, también aprendíamos que el juego, como la vida, tiene reglas que hay que respetar, y que esas normas, además de enseñarnos a ganar y perder, también nos educaban en el valor de la justicia y la equidad, en la importancia de que las reglas lo sean para todos, y ningún jugador pueda tener otra ventaja sobre el contrario que no sea la que el azar pone en sus manos si sabe jugar sus cartas.

El juego de cartas te compromete con los que juegas, como la vida te lleva al mismo compromiso con los que participas, y ese compromiso exige reglas equitativas, aceptadas por todos. Lo aprendíamos de niños jugando a las cartas y lo traducíamos con los años a todos los demás espacios de la vida. ¿Quién va de mano?

(Preso politikoak aske)