2024 URT. 24 Un nuevo marco para proteger los «bienes comunes planetarios» Investigadores del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático abogan por un nuevo marco de gobernanza global, equitativo y cooperativo, para salvaguardar las funciones críticas del sistema terrestre y evitar consecuencias irreversibles del Antropoceno. Para ello, urgen a declarar «bienes comunes planetarios». El núcleo del problema, afirman los investigadores, es que los bienes comunes globales han sido negociados por los Estados en el contexto de la época del Holoceno para regular el acceso y el uso de los recursos. En la imagen, la Antártida. (EUROPA PRESS) Ibai AZPARREN El Antropoceno es un término utilizado para describir esta época geológica en la que la actividad humana tiene un impacto dominante en el medio ambiente. El ser humano es un agente geológico, y los cambios que ha provocado en el entorno han generado diversas repercusiones, como el aumento de la temperatura, la pérdida de biodiversidad, la deforestación o la acidificación del agua del mar. Cada día aumenta el riesgo de que se produzcan cambios irreversibles y es por esto que investigadores internacionales han propuesto un nuevo enfoque para salvaguardar las funciones reguladoras críticas del sistema terrestre. Se trata de declarar «bienes comunes planetarios» y fomentar la cooperación global. En concreto, investigadores del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK) de Alemania han publicado en la revista científica PNAS el resultado de un proceso de investigación de casi dos años en el que concluyen que para que continúe la vida en un planeta habitable es vital mantener el sistema terrestre dentro de unas condiciones similares a las del Holoceno, que se inició hace 11.700 años. «La humanidad está saliendo rápidamente de este espacio seguro, ya que actualmente se considera que se han traspasado seis de los nueve límites planetarios», afirman los investigadores. Cruzar los puntos de inflexión no solo tendrá implicaciones medioambientales, sino que también es probable que perturbe los sistemas socioeconómicos y políticos que se han desarrollado con la estabilidad del Holoceno. De esta manera, los investigadores señalan que unos 400 millones de personas sufrirían directamente la desaparición de los corales tropicales, y con 3°C de calentamiento global, más de 3.000 millones de personas vivirían en regiones con niveles de calor peligrosos para la salud. La «continua erosión de la resiliencia del sistema terrestre» sugiere, de acuerdo a la investigación, que «necesitamos urgentemente un enfoque más exhaustivo y eficaz para gobernar todos los componentes críticos que regulan la Tierra, los subsistemas y sus funciones». Hasta ahora, los bienes comunes globales, como la alta mar y los fondos marinos, el espacio exterior, la Antártida y la atmósfera, eran el ejemplo más cercano de un enfoque centrado en salvaguardar algunos sistemas compartidos colectivamente, pero los investigadores creen que presentan limitaciones, ya que «se basan en procesos interestatales en lugar de criterios científicos, y su enfoque tiende a ser más político que sostenible». Además, afirman que «carecen de soluciones viables para áreas de interés común dentro de las fronteras estatales», como podría ser la selva Amazónica. «BIENES COMUNES PLANETARIOS» Las y los juristas y especialistas en sistemas terrestres exponen la inadecuación de estos bienes comunes mundiales para abordar los desafíos del Antropoceno y es por ello que proponen «ampliarlos» y «diseñar respuestas jurídicas más eficaces que permitan gobernar mejor los sistemas biofísicos que regulan la resiliencia planetaria más allá de las fronteras nacionales». Para ello, la investigación propone que «los elementos críticos del sistema terrestre» deberían considerarse bienes comunes mundiales o planetarios. Estos no pueden, como ocurre actualmente, «incluir solo las partes del planeta situadas fuera de las fronteras nacionales, como alta mar o la Antártida. Deben incluir también todos los sistemas medioambientales que regulan el funcionamiento y el estado del planeta, es decir, todos los sistemas de la Tierra de los que todos dependemos, independientemente del lugar del mundo en el que vivamos». Ejemplo de ello son la atmósfera, los océanos, la tierra y la criosfera, junto con todos los subsistemas que determinan la estructura y el funcionamiento general del sistema Tierra. «Además de los elementos de inflexión que podrían experimentar cambios no lineales, los bienes comunes planetarios se extienden a subsistemas que, aunque menos propensos a cambios drásticos, siguen siendo vitales para la vida y la resiliencia planetaria», apuntan. OTRO SISTEMA DE GOBERNANZA Sin embargo, expresan que diseñar la gobernanza de los bienes comunes planetarios será controvertido y complejo por la enorme complejidad de los actores. Todo ello exigiría además «un nuevo nivel de cooperación transnacional», una nueva administración planetaria que supere las barreras nacionales y priorice la cooperación global. Así, los investigadores sugieren que la Asamblea General de las Naciones Unidas o un órgano más especializado «podrían desempeñar este papel, asegurando la representatividad y la legitimidad en la toma de decisiones a escala mundial». Además, creen «crucial» establecer un marco de gobernanza para bienes comunes planetarios, como los ecosistemas de permafrost y la selva amazónica. Esto implicaría la colaboración de países, pueblos indígenas y comunidades. Esta gobernanza voluntaria «debería equilibrar las cargas de conservación de manera justa, con transferencias financieras y tecnológicas para evitar perjudicar a los más pobres». Así, proteger bienes comunes planetarios como los bosques tropicales requeriría esquemas de compensación, como lo propuesto por el presidente brasileño Lula da Silva para la selva amazónica. A pesar de las preocupaciones actuales sobre la priorización de la seguridad y los intereses nacionales a corto plazo en lugar de la resiliencia planetaria a largo plazo, hay, de acuerdo con los investigadores, señales alentadoras de progreso. Así, ponen de ejemplo la cooperación global para proteger la capa de ozono y acuerdos como el de 2023 sobre la diversidad biológica marina. Estos casos sugieren que diseñar un marco de gobernanza para los bienes comunes planetarios a largo plazo, aunque desafiante, es «factible».