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LA FURIA PRESENTA NUEVO PROYECTO
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La Furia
Rapera

«Hay una exigencia de parecer muy transgresora y no serlo en absoluto»

Nerea Lorón presenta nuevo proyecto tras una trayectoria de diez años como La Furia. Fiel a la esencia que ha marcado su trayectoria, esta vez se ha dado permiso para hacer lo que le apetece y no lo que se espera de ella. Ha hablado con GARA sobre su nueva propuesta, así como de la industria musical.

(Oskar MATXIN EDESA | FOKU)

La Furia vuelve con un nuevo proyecto y otra manera de hacer, distinta a la que venía definiendo su trayectoria durante diez años. Se ha dado permiso para crear lo que le apetece escuchar, partiendo del deseo y no de la rabia, pero tan contundente como siempre. La propuesta de Nerea Lorón irá viendo la luz mes a mes.

Acercándose a la Inteligencia Artificial para imágenes y videoclip de la mano de la artista Bicharraca, el 8 de febrero publicó “Promenade”, acompañada en lo musical por Iñaki Bengoa en una producción de Rec Overflow.

Después de diez años, empieza un nuevo ciclo.

Mi motor de creación musical ha sido la rabia. La he reivindicado mucho, porque a las mujeres no se nos permite enfadarnos. Pero llega un punto en el que te das cuenta de que es un lugar poco habitable. Me estoy permitiendo atravesar tristezas que tienen que ver con heridas profundas y hacerles caso, poder crear también desde ahí sin que mi identidad se desvanezca. Cuando tu identidad se basa en un concepto o un motor, se hace difícil el movimiento. Pero estoy dejándome ser, estoy paseando por sitios desconocidos y me está gustando.

Ahora, a menudo, parto del deseo, y cuando hablo del deseo hablo del deseo en todas sus posibilidades: ¿Qué quiero?, ¿qué me gusta?, ¿qué me pone? He tenido muerto el deseo mucho tiempo, a la hora de crear y quizá de vivir, no me he permitido ser quien desea, porque ser la deseada era lo que venía en el lote de la feminidad. Y ya no quiero solo ese lugar. Quiero todo el pack.

¿De qué manera se notará el cambio en lo musical?

Siempre que haces un nuevo trabajo hay cambios, en el mejor de los casos. Todo este trabajo, tanto en lo musical como en lo estético, tiene que ver con permitirse. Es complicado, porque cuando llevas diez años de trayectoria has generado un personaje y la gente que te sigue a veces espera que se reafirme. Cuando no es así, desde el lado de la que crea hay una incertidumbre.

Aunque sé que estoy en este trabajo y respeto a la gente que escucha lo que hago por encima de todo, me respeto a mí mucho. No voy a hacer lo que se espera, que tampoco tengo claro lo que es, voy a hacer lo que lo que yo necesito. En lo musical, igual; ahora voy a hacer las canciones que me apetece escuchar.

¿La necesidad de cambio parte del hartazgo con los ritmos y manera de hacer que impone la industria musical?

Hay hartazgo con los ritmos impuestos, no solo los de la industria, sino en general: son contrarios a la vida, las feministas lo llevamos diciendo muchísimo tiempo. Pero da la sensación de que es muy difícil pasarlo al cuerpo, que si lo haces te bajas del tren, pero, ¿qué tren? ¿de quién? Mío, desde luego, no.

He decidido, teniendo en cuenta que sigo jugando al juego, poner otras normas. Puede que me salga fatal, y estoy dispuesta. Voy a hacer música para disfrutarla, no buscando el éxito según los parámetros de una industria capitalista y patriarcal, que nos lleva al colapso más absoluto. Es muy fácil decirlo y muy difícil hacerlo: cada dos días te lo tienes que recordar porque caes todo el rato, todo te lleva a ese lugar.

Vivimos en un momento en el que todo es imagen y artificio. Quienes nos dedicamos a hacer cosas creativas tenemos que dedicar tiempo a que parezca que molamos y creo que estamos de acuerdo en que es un trabajo y un esfuerzo ingrato, desagradable y aburridísimo. No vengo aquí a descubrir nada que no sepa todo el mundo que se dedica a esto, pero me sienta bien decirlo en alto. Hay ritmos y otras cuestiones que te deshumanizan, te quitan la ilusión, te hacen pensar que lo tuyo no es válido. Por algo se empieza.

¿Qué se le exige a quien se dedica a la música?

Depende de muchas cosas, pero si nos centramos en el mainstream -ojo que en el underground también hay exigencias-, se exige juventud, cánones estéticos determinados, y siento que sobre todas las cosas hay una exigencia velada, que consiste en parecer muy transgresora pero no serlo en absoluto. Los cimientos de una industria rancia y patriarcal deben permanecer intactos, pero parecer modernos. Y al mismo tiempo, cuando miramos la industria con perspectiva feminista, recibimos el mensaje de que hay sitio para una o para unas pocas, y hay hostias en ese sitio entre compañeras. Es desolador, nos hemos creído las normas del amo, las hemos hecho nuestras.

Debemos tener súper claro que el éxito no es lo que nos dice la industria que es. Hay gente muerta de ansiedad en su habitación de hotel de cinco estrellas con la cuenta llena, y hay gente con la cuenta vacía que hace una obra que cambiaría el mundo, a la que no se atiende. Es complejo, pero si decirlo aquí me sirve a mí para pasado mañana recordarlo y a otra para pensárselo un poco, ya es algo.

¿Hay espacios en los que desarrollar esa manera de funcionar?

Claro que sí. Creo absolutamente en la contracultura, en las vías alternativas. También creo que hay grietas en el sistema. Con mi otro proyecto, Mimosa Bulegoa, que comparto con Kata Garcia, mi objetivo es atravesar esas grietas y proponer otras fórmulas. Hay otra gente listísima haciendo esto, aliadas, es un difícil cometido pero ahí vamos.

Además, podemos construir realidades mientras nos las imaginamos. Hay filósofas, escritoras, activistas, dibujando lugares y escenarios que nos hacen creer y soñar. Creo profundamente en que tiene que haber ilusión, y este proyecto tiene que ver con eso, no tanto con la queja. Todo lo que yo haga va a estar impregnado de queja porque es mi naturaleza y mi necesidad, pero esto tiene que ver con contribuir a crear imaginarios de lugares habitables.

¿Tiene que ver el deconstruirse identitariamente con tener capacidad crítica?

Son cosas distintas. Estoy muy en la deconstrucción, honestamente. Estoy dudando de muchas de las cosas en las que creía y que me hacían ser quien era o quien yo creía que era. Cuestiones como la identidad nacional o la identidad sexual, por ejemplo, lo que significa de dónde soy, de dónde me siento, a quién deseo, con quién comparto mis vidas…

Son cuestiones políticas, y me he dado cuenta de que a las que yo estaba agarrada no me sirven ahora, quiero seguir paseando. Es complejo, porque se te tambalea el suelo, pero siento que con los recorridos personales que yo he hecho estoy preparada para que se me tambaleé. No me da miedo la caída.

Los tiempos del proyecto que acabas de presentar, ¿obedecen a lo que la industria pide?

En absoluto. Puede parecer que sí, por lo de sacar canciones sueltas, pero yo llevo dos años desde que saqué el último disco y no he sacado ni un solo tema, porque orgánicamente no puedo con esas pautas marcadas. Responde a que ha habido un momento en el que he tenido una explosión creativa, la he atendido y luego he pensado qué hacer con ello. Podría haber sido un disco, tengo temas para sacar un disco, pero no me apetece, porque no me apetece escucharme un disco.

No lo he hecho porque no me apetece a mí cuando estoy en el otro lado recibir eso. En este momento, prefiero hacer las canciones una por una y dedicarles su tiempo y su espacio, y mimarlas. Tiene sentido que sea ahora esta y luego la otra, y luego la siguiente. Lo hago así porque me da gusto y porque me apetece.