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Soberanía alimentaria y el agro vasco


El campo está que arde. Movilizaciones en toda Europa y enfado general entre los agricultores y ganaderos, también en Euskal Herria. Protestas y rabia contenida. Impotencia ante el aumento generalizado de los gastos y los precios ridículos que se les paga al agricultor. Miseria para los agricultores y grandes beneficios para los supermercados y las multinacionales que controlan las semillas, producen pesticidas y herbicidas para el campo y los que hacen de intermediarios entre el campo y la mesa.

La crisis es aguda tanto para la agroindustria como para la producción ecológica. Hay acuerdo en considerar que son imprescindibles medidas estructurales en el campo. Y todos los agentes están también de acuerdo en exigir a las distintas administraciones que metan mano, que de una vez por todas aborden una planificación que garantice el futuro del campo. Hay coincidencia en exigir reducir drásticamente las medidas burocráticas. Y también coinciden en las medidas de bonificaciones fiscales y un régimen adecuado de Seguridad Social. Pero hay también diferencias sustanciales. Mientras muchos grandes agricultores de Francia y muchos de nuestra tierra que impulsan el modelo de la agricultura industrial, exigen aumentar las posibilidades de utilizar productos químicos (pesticidas, herbicidas, hormonas de rápido engorde, antibióticos, etc.), otros pequeños productores apuestan por la producción ecológica, basada en el respeto a los ritmos, estaciones y límites de la naturaleza.

¿Las distintas administraciones qué es lo que dicen? Todas ellas reconocen preocupación por el riesgo evidente de la desaparición del baserri. Pero tienen miedo escénico a abordar el tema de fondo. Nadie, por ahora, ha planteado una reflexión profunda sobre las razones que nos han llevado a esta situación y las posibles soluciones. Durante los últimos 50 años han hecho simple seguimiento de las grandes multinacionales que controlan la producción agrícola y el sector alimentario. ¿Y ahora qué? Todo apunta a seguir por el mismo camino. ¿Qué transición ecológica podemos hacer si se permite desmantelar la agricultura y ganadería local para consumir una alimentación que recorre una media de 4000-5.000 kilómetros?

¿Y la ciudadanía? ¿Tiene algo que decir o simplemente nos toca el papel de espectador pasivo? El viernes, 9 de febrero, cuando los sindicatos agrarios EHNE y ENBA de Bizkaia llamaron a los tractores a realizar una marcha a Bilbao, los grupos de consumidores no tuvimos fuerza para unirnos a su llamada. Y aunque nos acercamos bastante gente a apoyarles, perdimos una oportunidad para decir bien alto que la ciudadanía es parte de este problema y sobre todo de su solución.

El problema del campo y el de la alimentación es de difícil solución, pero ineludible. Complejo pero solucionable. Pero para ello es necesario controlar las grandes multinacionales y abordar el tema en profundidad. Para un correcto planteamiento, me atrevo a apuntar varios ejes vertebradores de una intervención:

La primera es que necesariamente se han de compaginar «la transición ecológica» y la «transformación social». Es un grave error enfrentar los ecologistas y los agentes de la agricultura. Somos complementarios. Sin cuidado de la naturaleza no hay agricultura y los agricultores son los mejores y más eficientes ecologistas. Difícil es impulsar una transición ecológica que no se apoye en una agricultura sostenible. Pero al mismo tiempo una buena política agraria debe garantizar unas condiciones sociales dignas para los y las agricultoras.

Por otra parte, la alimentación debe ser un bien asequible para toda la ciudadanía. No es posible superar la crisis del campo encareciendo sin control los precios de la alimentación. Una subida loca de los precios es insostenible para una población cada vez más empobrecida. Solo una alianza ética y justa entre ambos agentes (campo y ciudadanía) nos irá acercando a un modelo sostenible de vida y respeto de la naturaleza. Y para ello, la condición imprescindible es controlar las grandes multinacionales vampiros de los agricultores y consumidores. El capitalismo depreda la naturaleza y hace negocio con la alimentación. En sus manos estamos perdidos.

El tercer eje vertebrador es la activación de los distintos agentes socioeconómicos y sociopolíticos. Es un problema de toda Euskal Herria y no solo de los que viven del campo ¿De qué soberanía podemos hablar si nuestra tierra la estamos vendiendo a las multinacionales o si solamente menos del 10% de nuestro consumo proviene de las tierras vascas? No puede ser un problema menor para los Gobiernos de EAE ni de Nafarroa o Iparralde. Es uno de los temas centrales que construye o asimila al país.

Por último, decir que es un tema que solamente desde una activación comunitaria puede caminar hacia la solución. La dispersión y la atomización entre los agentes implicados es evidente, pero su participación es imprescindible. No es fácil buscar una conjunción de esfuerzos, ante tanto interés partidista, pero un debate abierto, incluyente y científico, planteado a dos o tres años vista, podría ayudar a centrar el debate y activar sectores directamente implicados e interesados en el tema. Manos a la obra.