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DE REOJO

Diálogos perdidos


Nunca se acaba de preparar el menú de despedida. Cuando parece que todo está encaminado aparece una disfunción, una alergia o una intolerancia sobrevenida. Atender a las dietas sobrecargadas de proteínas de intolerancia democrática que nos suministran los medios de comunicación acaba provocando saturaciones y bloqueos generales. La dosis de aznarismo que sufrió la población más sensibilizada con las realidades tangibles puede provocar en breve tiempo una epidemia de desafectos a la vida política. Todo se encamina a producir en un tiempo récord una abstención crónica que deje la vida participativa en manos de fundamentalistas, talibanes y subalternos de la nómina oficialista. Algo peor, incluso, que el bipartidismo con aderezos imperante en décadas anteriores, la subversión de toda realidad convertida en un relato zombi.

Mientras existan intereses económicos tan marcados por la indecencia política como sucede en tantas cabeceras periodísticas, tantas jerarquías eclesiásticas, tantos comités locales de partidos políticos difuminados por el poder y la corrupción, la incorporación de pensamiento y energías renovadas en la vida política cotidiana se advierte como imposible de canalizar dentro de una idea consensuada de lo que se pretende lograr individual y colectivamente. Todos los diálogos que no se dan, todas las divergencias que se enquistan, todos los ideales perdidos en la renuncia ante la obviedad de lo irremediable son empujones hacia un abismo que no se puede dibujar sin entrar en pánico. En Portugal ha sucedido lo peor y algunos aplauden relamiéndose.