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Fallece el escultor Vicente Larrea, cincelador de nuestro paisaje urbano

El escultor Vicente Larrea (Bilbo, 1934) falleció ayer, según confirmó a media tarde el Museo Bellas Artes de la capital vizcaina. Hijo y nieto de escultores, comprometido con nuestra cultura y vinculado al movimiento informalista, «supo dar a las formas primigenias una energía y expresión propias», apuntó la pinacoteca.

Larrea, en 2001, junto a su obra del Euskalduna. (L. JAUREGIALTZO | FOKU)

Vicente Larrea era uno de los escultores vascos más sobresalientes de su generación. A punto de cumplir los 90 años y con una amplia obra que forma parte de nuestro paisaje urbano, fue uno de los miembros del grupo Emen y parte activa también del movimiento de vanguardia del que surgió el arte vasco actual.

Era popular por sus grandes obras abstractas de metal ubicadas en numerosos espacios públicos, sobre todo en su Bilbo natal: en el exterior del Palacio Euskalduna (“Dodekatlos”, 2000-2002, levantada en homenaje a los trabajadores del antiguo astillero), la Gran Vía, Miribilla, Amezola o Zorrozaurre, además de en el Museo Bellas Artes. También son conocidas sus esculturas en Galdakao, en el exterior del Museo Artium de Gasteiz o en la Ciudadela de Iruñea.

Vicente Larrea fue heredero de una conocida saga vizcaina de escultores y entre sus familiares por parte materna -su madre se llamaba Pilar Gayarre Galbete- se hallaban personalidades destacadas en Nafarroa en la defensa del euskara e impulsoras de ikastolas como Arturo Campión y Paz de Ziganda.

De su padre, el también escultor José Larrea, aprendió trabajando en su taller. «El conocimiento de los modelos clásicos y de todos los recursos del oficio que le dio esta formación temprana, práctica, y de las peculiares características que comporta un taller de este tipo, donde se realizaron a lo largo de más de medio siglo muchas de las esculturas públicas que aún se ven en Bizkaia, influirían poderosamente en la obra de Vicente Larrea, y le permitirían realizar esculturas de gran complejidad técnica», escribió de él Javier Viar, exdirector del Bellas Artes, una pinacoteca con la que Larrea tendría siempre una relación muy estrecha.

LA RUPTURA

Al ser el único de los siete hermanos que se interesó por el oficio, se hizo cargo del taller familiar, hasta que en 1964 decidió disolver el negocio y tomar otro camino profesional independiente. «Estos años de la transformación del trabajo del escultor coincidieron con el nacimiento de los grupos vascos de vanguardia que formulaban la necesidad de un arte autóctono y experimental, que se abrió camino con enorme dificultad en la sociedad de aquel tiempo», recuerda Viar.