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EDITORIALA

Patrimonializar las instituciones y no escuchar le está pasando factura al PNV y a su credibilidad


Patrimonializar los logros colectivos que se materializan en instituciones comunes tiene un problema: cuando las cosas no van bien, el fracaso también es de quien se presenta como dueño de esas estructuras. Eso le está pasando al PNV con Osakidetza y con la Ertzaintza, entre otras cosas. La mala gestión hace que la ciudadanía sufra con «su» Policía y por «su» sistema de salud. Con la paradoja de que, en el caso de Osakidetza, los y las sanitarias logran levantar a diario ese sistema para atender a la gente lo mejor que pueden, y esta lo valora, mientras que en la Ertzaintza, los policías campan sin control, provocando problemas y rechazo en una gran parte de la sociedad vasca.

El candidato jeltzale, Imanol Pradales, tiene la credibilidad dañada cuando promete cambios en la atención médica sin explicar por qué no se han dado ya. La falta de previsión y los cálculos erróneos son evidentes. La derivación a mutuas y concertada también es un hecho. El negacionismo de los problemas ha dejado de ser una opción para PNV y PSE, pero no acaban de asumir su responsabilidad.

Los gestores actuales, aun entendiendo el contexto electoral y que hay un relevo, se revuelven ante estas enmiendas. Más cuando asumen, aunque sea en una mínima parte, las críticas que la oposición ha estado haciendo a su gestión desde antes de la dimisión de Jon Darpón. Por su parte, el sistema clientelar, de larga tradición en el sector sanitario y que mueve mucho dinero, presiona para no perder sus licitaciones y contratos.

El resultado es un discurso débil e incoherente, que choca con la vivencia cotidiana de la gente. Pradales se puede presentar como sustituto, pero no como ajeno a la gestión de hasta ahora. Por el contrario, Otxandiano se muestra como alternativa, y sus propuestas tienen sentido. Las encuestas indican que tiene credibilidad y genera interés.

POCO ACOSTUMBRADOS A DEBATIR EN SERIO

El reto que ha asumido Pradales tiene un mérito innegable. En clave interna, a las tensiones previas entre partido y Gobierno se le ha sumado el eje de la candidatura. El apoyo fiel pero impertinente de Eneko Andueza tampoco ayuda. Todo depende en gran medida de unos resultados que quizás puedan maquillar, pero que buenos no van a ser. Lo peor de todo es que los salientes aún pensarán que con ellos habría sido mejor. El nivel de desconexión de algunos políticos con la sociedad es alarmante.

Esta semana Pradales se ha comprometido, por un lado, a que se pueda deshauciar a unos «okupas» en 48 horas y, por otro, a que ese sea el plazo en el que un médico en Osakidetza atienda a los pacientes. Si él gobierna tardarán lo mismo, dos días, en una cosa y en la otra. Las prioridades no están claras.

La diferencia estriba en que uno es un problema social real en Euskal Herria, el de la asistencia médica, y el otro es parte del discurso reaccionario en el Estado español, el de los «okupas» impunes.

En el tema sanitario, volvemos al problema de la credibilidad. La consejera de Salud en funciones, Gotzone Sagardui, ha afirmado que lo que promete Pradales ya ha sido resuelto por el Gobierno Urkullu.

Respecto a la ocupación, es un fenómeno residual dentro del problema de la vivienda, casi en su totalidad responde a situaciones de vulnerabilidad y afecta a inmuebles abandonados con ánimo especulador.

En todo caso, si quieren hablar de vivienda -y ya es hora-, tocará hablar de patrimonio. Así la gente podrá entender fácilmente por qué sus preocupaciones vitales y las de estos dirigentes no confluyen. En este sentido, se están confirmando muchas de las percepciones sociales sobre el PNV que destapó el proceso “Entzunez Eraiki”. Guiarse por las encuestas sin brújula estratégica puede acrecentar su crisis.