GARA Euskal Herriko egunkaria
DE REOJO

Marcar la hora


El bolerista enamorado le pedía a su reloj que no macara la hora, pero los estrategas del desequilibrio social global deciden que cada seis meses nos den o nos quiten una hora en aras de no se sabe exactamente qué. Justificaciones tienen, pero es difícil entender las razones por las que siguen provocando estos sobresaltos. La más perjudicada es la puntualidad. Lo dijo Thomas de Quincey: se empieza asesinando a alguien y se acaba llegando tarde a una cita.

Si todos los relojes marcasen la misma hora sería el caos. Una rutina distópica. Por eso hay que entender que cuando se persona la policía en la residencia de Dina Boluarte, la presidenta de la República del Perú, para aclarar de qué procedencia son sus relojes de alta gama, para comprender algunos de los mensajes debemos intentar un fusión filosófica entre lo que es la cosmogonía andina y el lujo alpino, lo que son los calendarios lunares y los horarios nucleares y la ostentación de poder. Temario de oposiciones a bedel de hospedería de peregrinos.

¿Para que se quieren tener media docena de relojes de muñeca y otra docena de mesa, más los de pared y los que parasitan las comunicaciones digitales? Inquiero: ¿por qué se llama colección a la acumulación de pelucos de más veinte mil dólares? Y sin mayor dilación cuestiono, ¿por qué alguien quiere llevar en su muñeca un mecanismo de relojería que vale más de cien mil dólares? Me acompaña un artilugio de pocos euros que me marca hasta el paso, controla mis pulsaciones y me advierte de si va a llover. ¿Pertenezco a la clase media o a la trabajadora?