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La Itzulia tiene que volver a ser la Itzulia


La Itzulia cerró con su único día duro de montaña y de un interés deportivo la edición más triste de su historia porque logró reunir al cumplirse cien años de su primera edición la mejor participación que tendrá una vuelta antes del Tour y hasta ayer solo ha sido noticia en el mundo por las caídas. En el único día en el que la Itzulia fue fiel a sí misma se demostró que es la mejor fórmula para evitarlas y para dar un gran espectáculo.

Una carrera que está en el mejor momento de la temporada para los corredores que tienen el Tour y las clásicas de las Ardenas como objetivo no se puede permitir tal cantidad de accidentes. No vale de nada culpar a los ciclistas porque van rápido. Hay que hacer autocrítica. No se pueden salir tantos corredores en una curva que los que la conocen sabían de su peligrosidad. No puede haber una trampa así en un recorrido y, si no hay más remedio, debe avisarse a los ciclistas como si fuesen a un precipicio.

Pero, sobre todo, tiene que haber más dureza, es lo que reduce el peligro. Lo pidió Urán el año pasado. La Volta ha tenido muchas menos caídas en siete etapas porque cinco eran duras y tres acababan en alto. No puede ser que Vingegaard pelee un segundo de bonificación, que Orluis Aular piense que puede disputar tres de las cinco etapas en línea, que no haya ningún final en alto... La Itzulia necesita recuperar el de Arrate y alguno más, puertos de más entidad para que la carrera vaya ordenada. La Itzulia ha sido eso, la crono, una opción para el sprint, un par de llegadas en alto y otras dos etapas exigentes. Y casi siempre han venido los corredores que aspiraban a la general del Tour. Urge recuperar esa fórmula para evitar que se repita tal desastre y que se ahuyente a los mejores.