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Harris arranca con un gran impulso su campaña, y Trump ya reajusta la suya

Kamala Harris ya tiene el respaldo de suficientes delegados para asegurarse la nominación, bate récords en la recaudación de fondos y ha levantado el ánimo de unos demócratas que daban por segura la derrota. Pero las encuestas no funcionan y le esperan los ataques despiadados de Donald Trump en una campaña muy impredecible.

Kamala Harris y su marido, Douglas Emhoff, descienden del Air Force Two. (Erin SCHAFF | AFP)

Kamala Harris ya tiene muchos más de los 1.976 delegados que necesitará para ser nominada, las carteras se le han abierto y recauda más de 100 millones de dólares al día, su figura se ha consolidado y los debates que buscaban candidatos alternativos se han cortado de raíz. El viento ha cambiado para los demócratas, el gusto de derrota que se impuso tras el calamitoso debate de Joe Biden parece haberse tornado en miel, en un nuevo impulso con aires de grandeza y expectativas de victoria. Incluso con el éxito en su plan de «ganarse y ganar» la nominación, Harris se enfrentará a la maquinaria de campaña más salvaje que pueda imaginar. Donald Trump es conocido por su retórica machista y con carga racial, que podría convertir la campaña en una de las más tensas jamás conocidas. La presión de los demócratas sobre ella también es inmensa. Ha mostrado señales de mejorar sus habilidades políticas, pero ese nunca ha sido su fuerte. Y el partido apuesta todo en ella como la última barrera ante Trump.

LO PEOR ESTÁ POR LLEGAR

Tiene apenas 100 días para lograrlo. Pero la campaña de Trump ya se reajusta a la nueva realidad y agudiza sus ataques contra la vicepresidenta. La califican de «copiloto» de Biden en los «fracasos más atroces», como la vicepresidenta más impopular de la historia de EEUU. Pero, sin duda, algo ha cambiado: ya no es un tête à tête entre Biden y Trump. Otra cosa es si Harris tiene la habilidad, la consistencia y la suerte para aprovechar la oportunidad.

Pero los demócratas saben que están apostando por una candidata impopular, que aún no ha demostrado que puede hacerlo mejor que Biden y que ha mostrado poco instinto político. El sambenito de «otro candidato que no está a la altura» le acecha. Además, si el legado de Biden es una desventaja electoral, Harris puede pagar el precio.

Hay otro aspecto, según los analistas, que puede influir. Hace dieciséis años, muchos estadounidenses creían que el país nunca pondría a un afroamericano en la Casa Blanca. Pero Obama desmintió a los escépticos. Ahora Harris, una mujer negra y asiático-estadounidense, enfrenta una barrera histórica aún mayor.

Harris no podía haber imaginado un mejor comienzo para legitimarse entre los demócratas, pero acaba de empezar. Y la intensidad del ataque de Trump aún no se ha manifestado en toda su brutalidad.