2024 ABU. 08 Elkarrizketa EMILIO LÓPEZ Director de escena «Quiero seguir evolucionando y seguir buscándome» El nombre de Emilio López empieza a sonar con fuerza en los principales teatros. El director de escena es el encargado de la nueva producción de Quincena, una versión de la ópera ‘‘Carmen’’ de Bizet, proyecto al que se enfrenta con las ideas claras y mucha fuerza. La obra se representa hoy y el sábado en el Auditorio Kursaal donostiarra. (MUSIKA HAMABOSTALDIA) NORA FRANCO MADARIAGA La Quincena Musical Donostiarra trae, como cada año y para deleite del público, una ópera, en este caso la conocida -y querida- ‘‘Carmen’’ de Bizet, que se representará en el Auditorio Kursaal hoy y el sábado. Para ello, un fantástico elenco encabezado por Rihab Chaieb, Dmytro Popov, Miren Urbieta-Vega y Simón Orfila que, con la Euskadiko Orkestra, interpretarán la ópera bajo la dirección musical de José Miguel Pérez Sierra. Sin embargo, una ópera está a medio construir si no hay una parte teatral, sin una dirección escénica que idee, diseñe y guíe tanto al equipo técnico como a los cantantes en una línea dramática. El encargado de esta nueva producción de Quincena es Emilio López. Carmen es un personaje icónico con una imagen clara en el imaginario colectivo. ¿Cómo se crea una Carmen nueva? ¿Cómo se crea un personaje así desde cero? Afortunadamente, desde cero no tengo que crearlo: siempre tenemos lo que han escrito el compositor y los libretistas como punto de partida. Además, inevitablemente, siempre acabas contaminado por todas las producciones que has estado viendo desde siempre. Así que, lo que hago es intentar incorporar cosas que yo veo, cosas de mi experiencia o mi punto de vista. La visión que pudiera tener Bizet de Carmen en su época no es la que tengo yo aquí hoy en día; yo entiendo de forma diferente cómo es la mujer, o cómo era durante los años de la posguerra, que es la época en la que hemos ambientado esta producción. Estábamos buscando una contextualización de ‘‘Carmen’’ que nos diera un momento de liberación de la mujer, con esa pasión, esa rebeldía y esa libertad atemporales… y que se ajustara al presupuesto, obviamente. Ya sabemos que los presupuestos en las nuevas producciones operísticas siempre están muy ajustados. ¿Cómo se hace? ¿Se piensa en grande y luego se va recortando o, al revés, se plantea algo modesto que luego, si se puede, se va mejorando? Pues la verdad es que, en un principio, esta producción se me ofreció como algo semiescenificado porque, más allá de un tema de presupuestos, la Quincena depende de la disponibilidad del Kursaal y de todas las infraestructuras, porque el montaje de una ópera con ensayos de escena, musicales y conjuntos requiere entre tres y cuatro semanas de preparación con un montón de personas implicadas. Es una carga económica y logística bastante grande y por eso se pensó en una semiescenificación, pero yo ya había hecho ‘‘Madama Butterfly’’ hace unos años aquí en el Kursaal y conocía el espacio y, teniendo la oportunidad de meter a la orquesta en el foso, aunque es cierto que iba a haber muy poco tiempo de montaje, el elenco y el Maestro conocían el repertorio de manera estupenda y se podía hacer. Como bien decía José Miguel Pérez Sierra en los ensayos, no vamos a inventar nada nuevo con ‘‘Carmen’’, no tenemos ni el tiempo ni los medios para poder profundizar mucho. Así que, en este caso empezamos con algo pequeño, pero Quincena se lanzó al ruedo y me han ayudado muchísimo para llevar adelante esta ‘‘Carmen’’, porque dejar a medias una ópera como esta me dejaba una espinita clavada. Espero que al público le guste, hemos procurado hacer una producción visualmente atractiva y sin estridencias, para que la gente se meta dentro de la historia. Hablando del elenco, los cantantes, cada vez más, son también buenos actores. ¿Cómo ha sido el trabajo con ellos? Muy bueno. Son profesionales que conocen perfectamente la ópera y eso facilita mucho el trabajo. Además, a muchos de ellos ya los conocía de otras producciones y, con esa confianza, les vas pidiendo más, y ellos también apartan el ego que pudiera haber y se avanza mucho en el trabajo. En ese sentido, entiendo que son los cantantes los que están en el escenario e intento ser abierto y flexible e ir ayudándoles con mi visión y con mi criterio. Muchas veces se confunde el trabajo de un director de escena con el diseño de la escenografía. ¿Cuál es en realidad la labor de un regista? (Ríe) Sí, eso es muy típico. Un director de escena tiene la misión de coordinar la dramaturgia: yo tengo la línea de cómo quiero el espectáculo e intento transmitir esa idea a mi equipo; en este caso, a la figurinista, que es Naiara Beistegui, la escenógrafa Carmen Castañón -la escenógrafa de verdad (ríe)- y Óscar Frosio, que es el iluminador. A partir de ahí, intentamos desarrollarla entre todos. Buscamos una imagen de referencia que nos sirva de inspiración -aunque suene un poco filosófico- porque, además de palabras y más palabras, tener una imagen que aporte un poco de contextualización es muy útil. Entre Carmen y yo desarrollamos esa idea y elaboramos unos bocetos de cómo será la escenografía y después encajamos el tema del vestuario. Una vez que empiezan los ensayos, de lo que me encargo es de la dirección escénica y actoral de los cantantes, el coro y figurantes, y coordinarlos. Usted comenzó en esto de la dirección escénica un poco por casualidad. Sin ánimo de quitarle ningún mérito, ¿ha sentido alguna vez el síndrome del impostor? Quizá al principio. Yo venía de ser intérprete, de ser flautista, y la primera producción que me dieron -que fue totalmente por casualidad- en la que me tenía que encargar de una reposición, es decir, una producción que ya estaba hecha y que se tenía que rehacer en otro teatro, me pilló un poco fuera de juego. Pero tuve la suerte de tener una jefa de producción, Cristina Vázquez, que me ayudó muchísimo. Fue bastante complicado, pero al final salió bien y le pedí insistentemente a Cristina continuar por ese camino, y ella me ayudó poniéndome a trabajar con otros directores de escena. A partir de ahí me volqué en la profesión y, poco a poco, he ido descubriendo los trucos del oficio: la forma de tratar al cantante, la forma de preparar un ensayo, la forma de explicar un concepto… Pero sí, al principio sentí ese síndrome del impostor porque aún no sabes lo que te viene encima. Pero, afortunadamente, ya no lo siento. Generalmente, los directores de escena -nombres como Emilio Sagi, Calixto Bieito o Hugo de Ana, por poner unos ejemplos entre tantos posibles- tienen un sello personal reconocible. ¿Cuál es el suyo? Creo que no estoy poniendo ningún tipo de sello en cuanto a algo visual o estético, aunque es cierto que tengo una manera de trabajar actoralmente con cantantes y coros con un tipo de lenguaje más cinematográfico. Por supuesto que la ópera no es cine, pero hoy en día todos hemos consumido más cantidad de cine y televisión que teatro y ópera; todos los días tenemos una tele delante, vemos películas, vemos series, y eso se deja ver en lo que hacemos. La diferencia es que en la pantalla vemos las emociones muy en primer plano: alguien que grita, besa, llora… En el teatro tienes una visión más general, pero siempre intento, con ayuda de la luz, de la escenografía o de la dirección actoral, que el espectador se pueda identificar con las emociones y la manera de actuar de los cantantes, buscando un lenguaje más natural y creíble. Siempre les digo en todas las producciones, que lo que hagan tiene que tener verdad, tiene que ser algo verdadero, algo que ellos harían realmente en esa determinada situación. Por ejemplo, me molesta cuando un cantante comienza a caminar y lo hace al ritmo de la música, como una marcha; realmente alguien no caminaría de esa manera de forma natural, y son cosas como ésta sobre las que intento incidir. Lo bonito de esta profesión es que tú te marcas una línea sobre la que vas avanzando, y ojalá cuando llegue a la carrera que tienen Emilio Sagi o Calixto Bieito se haya creado un sello personal mío. Sería maravilloso porque significaría que he podido seguir trabajando en esto que me gusta tanto. En el fondo, ese sello es la evolución de los artistas y a mí me gustaría seguir evolucionando y seguir buscándome. Aún no ha sido protagonista de ninguna producción escénica polémica, como está de moda últimamente. ¿Está usted en contra de las producciones controvertidas o es cuestión de tiempo? No, yo simplemente intento llevar a cabo una idea que me cuadre dramatúrgicamente con toda la ópera. Evidentemente, el resto de colegas de la profesión son absolutamente libres de decidir cómo quieren mostrar al público su idea. Tampoco creo que la mayoría de mis compañeros decidan provocar por provocar; ellos llevan adelante una idea que puede estar más o menos acertada, y luego será el público quien, en su derecho, aplauda si le gusta o proteste si no le gusta. Pero, a la hora de la verdad, tenemos casos como la famosa ‘‘Carmen’’ de Calixto Bieito, que hoy en día se estudia en las universidades de Europa como un ejemplo de producción, que al principio no tuvo buena acogida e incluso fue abucheada y ahora es la ‘‘Carmen’’ de referencia, la más representada. Esto nos demuestra que la polémica es relativa y una producción que hoy no ha sido del gusto del público dentro de unos años puede ser ovacionada. ¿Qué hay después de Carmen? Estreno la temporada de Oviedo con ‘‘Anna Bolena’’ de Donizetti. ¡Toma ya! Estoy muy contento con este estreno y además es el primer proyecto de una trilogía en coproducción con ABAO Bilbao Opera. VISIÓN«La visión que pudiera tener Bizet de Carmen en su época no es la que tengo yo aquí hoy en día; yo entiendo de forma diferente cómo es la mujer, o cómo era durante los años de la posguerra» LIBERACIÓN«Buscamos contextualizar ‘Carmen’ para que nos diera un momento de liberación de la mujer, con esa pasión, esa rebeldía y esa libertad atemporales… y que se ajustara al presupuesto»