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EDITORIALA

Aranceles que pagará el medio ambiente


China presentó ayer una demanda contra la Unión Europea (UE) ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) porque los aranceles que el bloque comunitario pretende imponer a partir de noviembre a los vehículos eléctricos chinos constituyen una «violación grave» de las normas de la OMC. En julio, el Gobierno chino también reclamó un panel de solución de disputas sobre los subsidios a los vehículos eléctricos en EEUU que prevé la Ley de Reducción de la Inflación. Unas denuncias reveladoras de cómo ha cambiado la competencia en el mundo.

El libre comercio ha sido una de las piedras angulares del discurso liberal y uno de los principales instrumentos para la expansión de la globalización. El interés de los países occidentales era que sus productos industriales pudieran llegar sin restricciones a cualquier rincón del mundo. Sabían que carecían de competencia, por lo que únicamente aranceles y restricciones a la importación podían impedir su expansión comercial. De ahí ese empeño en eliminar salvaguardas en el que invirtieron mucha energía hasta que en 1995 lograron crear la OMC. Esta institución se encargaría de velar por que las normas del libre comercio se cumplan. Un marco favorable a sus intereses que ha saltado por los aires cuando China se ha convertido en una potencia industrial con capacidad para competir en condiciones de igualdad con la producción occidental. A partir de ese momento, esa OMC construida con tanto empeño ha empezado a desmoronarse. Sirva como ejemplo que desde que Donald Trump bloqueara los nombramientos para un organismo clave para su funcionamiento, el Sistema de Solución de Diferencias, que la actual Administración estadounidense no ha levantado, la organización se encuentra en un limbo. Un bloqueo que llega precisamente cuando los países occidentales están saltándose las normas, como han hecho en este caso con los vehículos eléctricos.

Al margen del recorrido de las demandas chinas en una organización paralizada, con la imposición de fuertes aranceles, la UE obstaculiza el logro de sus objetivos medioambientales y muestra una falta de visión estratégica preocupante.