«Guggenheim, stay home!»
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Son al parecer tiempos de escucha por decreto, y yo, que no estoy para autoritarismos, me he puesto, siguiendo a Bob Dylan, a escuchar al viento, y quizás me he liado un poco. En esto que ahora nos dicen de «escucha activa», vaya por Dios, se trataría de que nosotros, unos mil, de momento a mí no me han invitado, habláramos a la Gran Oreja, que luego ya recibiríamos la señal de «¡Oído!», de ahí lo de la de la «escucha activa», un reconocimiento en sí de que ya de antes oyen, pero pasivamente. Como el cura en el confesionario o el mismo muro de las lamentaciones. Estando. Así que decir «¡Oído!» sería la señal de actividad por parte de la Gran Boca que complementa a la Gran Oreja. La misma que decía «sí o sí» y ahora en nombre del Gran Cerebro que gobierna oído y boca se reserva el derecho a hacer oídos sordos.
Así que, para empezar mi escucha, he pedido al viento dylaniano algo de la prensa del último franquismo y he leído aquello de que querían hacer una playas artificiales, y algunas cosillas más, en la ría de Mundaka, playas que los voceros no lo decían, pero que, por supuesto, arena exigirían que de dónde iba a salir no decían. Pongamos que era allá por el 1975, 1976, tiempo de reajustar los culos a las sillas. Y en aquellas salió el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro a oponerse legítimamente al proyecto. Ante eso, la Diputación salió en el periódico que todas sabemos a decir aquello de que «solo la falta de una debida información justifica las alegaciones vertidas en las impugnaciones anuladas». Aún así, aquel proyecto no salió adelante, aunque nos quedamos con eso de la «falta de una debida información».
Qué quieren que les diga, yo estaba allí cuando se hizo la película documental “Udazkena Busturialdean?”, la tienen en YouTube, que informaba del alma del proyecto: la destrucción del estuario. Lo de las playas no se llevó adelante. No les quiero decir qué hubiera sido del entorno donde, pasados treinta años, el mismo medio se hacía eco de otro gran proyecto que, lo han adivinado, tampoco salió adelante. El de un museo Guggenheim al ladito mismo de uno de los emplazamientos previstos para aquellas playas artificiales. Era el martes, 25 de noviembre de 2008, y el medio aquel decía esto:
«Urdaibai ganó como ubicación del segundo Guggenheim en Vizcaya frente a las opciones de Gernika-Lumo, Astilleros Murueta y Mundaka, según desveló ayer la diputada de Cultura, Josune Ariztondo, en las Juntas Generales. La alternativa guerniquesa se cayó porque el área industrial elegida para la construcción de museo podía tener el suelo contaminado, la calidad paisajística era mala y tres pasos a nivel lo distancian del centro urbano. Astilleros Murueta está demasiado pegado a la ría de Gernika y carece de posibilidades de expansión y de accesos adecuados, mientras que a Mundaka le faltan también las comunicaciones requeridas, sobre todo por tren».
La diputada de Cultura Josune Ariztondo, que no me fío que dijera así lo del tren y Mundaka, era alguien en el partido. Unos meses antes, el 28 junio de aquel 2008, el mismo medio publicaba una entrevista-reportaje con el hacedor del Guggenheim Bilbao, Thomas Krens: «Defiende la viabilidad del proyecto de Urdaibai y apuesta por ‘algo espectacular’ que relance el turismo ‘con un programa potente’».
Tampoco eso se hizo. Los voceros dijeron después que «por la crisis», que, qué caramba, se había iniciado aquel mismo 2008, algo no debieron oír bien. En realidad, quienes paramos el proyecto fuimos la oposición popular, incluida la iniciativa de declarar la Colonia de Nuestra Señora de Begoña bien protegido, más algún motivo político en el que no voy a entrar. En la mejor versión de la novela 1984, los que reescriben la historia tendrían que buscarse una nueva versión de la otra novela distópica, Fahrenheit 451, y acabar con los periódicos de papel y hasta las hemerotecas digitales. Ahora que están en modo escucha, ¿qué quieren que les diga? Yo estaba allí cuando aquella y no fue como nos lo cuentan.
Con el proyecto aquel de los 70 nos habríamos quedado sin el entorno que ahora pretenden invadir, y con el del 2008 nos habríamos quedado sin el edificio de las colonias, el de Ricardo Bastida, así como sin su entorno, que, ¿se acuerdan? un experto contratado para que dijera que todo aquello carecía de valor lo puso por escrito y lo firmó. ¿Qué veríamos hoy desde el cerro que nos muestra el estuario del Oka, la extensión más extraordinaria del ámbito de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai?
Escúchense a ustedes mismos. Léanse. Actúen con coherencia. Dígannos ustedes que esto de ahora no es la nueva versión del pelotazo soñado de los setenta, o qué ha cambiado en Gernika o en los astilleros de Murueta de 2008 a hoy. Son ustedes los que tienen que explicar lo que solo ustedes saben. Les escuchamos. Lo único, que le digan al Gran Hermano que se quede en casa. Y si no ya se lo decimos desde aquí: Guggenheim, stay home!