Abestu Euskadiko Orkestrarekin: vivir la orquesta en plenitud
Euskadiko Orkestra sube al escenario de sus conciertos de abono (13 y 17 de marzo en Kursaal y 15 en Euskalduna) un coro formado por 120 cantantes no profesionales que, con el apoyo moral de un grupo de coralistas del Easo, interpretarán tres piezas en una iniciativa que dice mucho más del tejido social que del musical o cultural.

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Cros como el Easo, el Orfeón Donostiarra, el Orfeón Pamplonés o la Sociedad Coral de Bilbao son habituales en las temporadas sinfónicas de nuestras orquestas y más allá de nuestras fronteras; y es que, sin ánimo de alardear -al menos, no demasiado-, el buen hacer coral y la calidad de nuestras voces tienen fama proverbial… y por algo será.
Lamentablemente, también es un hecho contrastado que cada vez se canta menos. Y no es por falta de coros, pero el ritmo de vida y la gran oferta de ocio, principalmente, hacen que para muchos -sobre todo, para los más jóvenes- la exigencia, dedicación y compromiso que requiere la actividad coral se les hagan cuesta arriba.
Aun así, la Confederación de Coros del País Vasco cuenta con más de trescientos coros federados que hacen mantener el optimismo en el futuro de una actividad que miles de personas de todas las edades realizan desde el amateurismo, sin más pretensión que el disfrute y el aplauso.
Ahora bien, el porcentaje de esos coros que pueden ofrecer un desempeño de nivel profesional y, más concretamente, en el ámbito sinfónico, es reducido. No son tantas las agrupaciones vocales capaces de adaptarse a las necesidades y exigencias que impone el trabajo con una orquesta, lo que hace que la mayoría de esos cantores no haya vivido nunca esa sensación.
Y ahí, en ese nicho experiencial, nace Abestu Euskadiko Orkestrarekin, un novedoso proyecto coral participativo donde 120 cantores no profesionales se subirán estos días al escenario junto a la orquesta para interpretar tres piezas: el coro de esclavos hebreos de la ópera ‘‘Nabucco’’ y el coro de zíngaros de la ópera ‘‘Il Trovatore’’, ambas de Verdi, así como el popular zortziko Maite de Sorozábal.
Euskadiko Orkestra presentó el pasado otoño esta propuesta como fruto de su papel como instrumento de cohesión, inclusión e innovación social y su compromiso de acercar la música a nuevos públicos. «El proyecto ‘‘Artis+, arte para la inclusión social’’ es una iniciativa financiada en gran parte por la Unión Europea en la que estamos junto a otras entidades culturales y orquestas como la de Pau, la del Capitole de Toulouse o la Orquesta Sinfónica de Barcelona; y, precisamente, la OBC lleva desde hace 15 años haciendo algo parecido a esto que planteamos y pensamos que esta idea podría funcionar muy bien en una sociedad como la nuestra, con fama de cantarina», explica Mikel Cañada, coordinador del Departamento Educativo de Euskadiko Orkestra y responsable en ella del proyecto Artis+. Una vez lanzada la convocatoria, se recibieron unas 550 solicitudes que cumplían los dos únicos requisitos solicitados: ser mayor de edad y tener unos conocimientos básicos de lectura musical. «Aparte de esto, la selección quedó en manos del azar mediante un sorteo, así que, dentro de los 120 afortunados, tenemos personas con mejor o peor voz, con más o menos experiencia, pero todos han venido con mucha humildad, disposición y ganas de trabajar», relata Gorka Miranda, director artístico del coro Easo y de este proyecto. «Efectivamente, el perfil de los participantes es muy heterogéneo: hay quien canta en un coro parroquial, gente que cantó hace treinta años, jóvenes de 18 años que quieren cantar… Cada uno tiene su vida, su mochila y una motivación distinta. Es muy interesante percibir cómo lo vive cada uno», añade Cañada, quien no se ha perdido uno solo de los ensayos para poder seguir la evolución del trabajo.
«Yo vi que cumplía los requisitos y me inscribí, pero luego me olvidé del tema porque pensaba ¿cómo me van a llamar a mí? Cuando, semanas después, recibí la notificación de que había sido seleccionada, no me lo podía creer», cuenta la bermeana Aintzane Mujika, participante en el proyecto. «Así es. Mi mujer y yo escuchamos la convocatoria por la radio y, para cuando ella me sugirió apuntarme, yo ya lo había hecho. No lo dudé ni un minuto, me pareció una oportunidad increíble, pero pensé que no me iba a tocar, así que imagínate la sorpresa y la alegría cuando me enteré de que había sido seleccionado. Solemos comentar entre nosotros que nos ha tocado la lotería», añade el bilbaino Iñaki Arkotxa, otro participante.
Pero, además de la suerte, hay mucho trabajo previo y muchas horas de ensayo. «El repertorio es conocido y parece fácil, pero no lo es. Tuvimos muchas dudas a la hora de escogerlo, pero finalmente decidimos ir a lo seguro y elegir algo que fuera muy familiar para los participantes y que estuviera en su imaginario colectivo», revela Cañada. «Desde esas primeras reuniones para elegir el repertorio y estructurar la operativa de los ensayos hasta el primer concierto de hoy, el proceso ha durado todo un año, pero estoy gratamente sorprendido: el trabajo con los coralistas ha sido muy bueno y efectivo, todo el mundo se ha implicado y ha dado lo mejor de sí. El esfuerzo, la asistencia y el estudio han suplido cualquier carencia que pudieran presentar inicialmente», detalla orgulloso el director.
«Junto a mis colaboradores habituales, Lucía Arzallus y David de Oliveira, nos planteamos los ensayos de una forma paulatina, con criterios claros y uniformes e incidiendo sobre la interpretación y la musicalidad, ayudándoles a utilizar sus propios recursos, a conocer su instrumento y a que se lleven un bagaje que les pueda servir en el futuro», puntualiza. «Los preparadores que hemos tenido son una maravilla, tanto Gorka como Lucía y David son increíbles. Es una gozada su forma de enseñar, la paciencia que tienen, los ejemplos que ponen…», corrobora Arkotxa.
CRECIMIENTO MUSICAL Y PERSONAL
«Es impresionante cuánto estamos aprendiendo, pero, además de todo lo que nos enseñan, entre nosotros mismos también nos ayudamos», matiza Mujika. «Además de en lo musical, también estamos creciendo y aprendiendo en lo personal. Se está creando mucha complicidad entre todos», asiente la joven donostiarra Leire Iturbe. «Los ensayos han sido exigentes, pero con una forma de llevarlos muy clara, pedagógica y bien estructurada para que el trabajo sea productivo y ameno. El ritmo y la exigencia son mayores que en la mayoría de nuestros coros, pero lo estamos pasando tan bien que se nos olvida el esfuerzo», explica. «Los ensayos han sido duros, sí, pero también son un reto que te lleva a esforzarte y sacar lo mejor de ti. Es un sacrificio que se hace con gusto», concuerda Arkotxa. «Es verdad. El trabajo que se ha hecho ha sido muy exhaustivo y han hecho falta todos y cada uno de los diez ensayos programados para llegar a los conciertos con un nivel aceptable. Pero, aunque el esfuerzo ha sido grande, hemos cuidado mucho la salud vocal de nuestros participantes», tranquiliza Mikel Cañada.
Finalmente ha llegado el momento de subir al escenario junto a la Euskadiko Orkestra y el director Christoph-Mathias Mueller, ese temido trance de pasar de los ensayos a piano con el cuidado casi paternal de Gorka Miranda a salir a demostrar junto a la orquesta todo lo aprendido. «Mi principal objetivo es que, independientemente de lo que pase en los conciertos, esta experiencia no se les escape entre las manos. Son tres piezas que, en concierto, no van a durar más de quince minutos y, con la novedad y los nervios, se les puede pasar sin enterarse. Cuanto más preparados y seguros de sí mismos estén, más posibilidades tendrán de disfrutar de este momento tan especial y tan efímero», reflexiona Miranda. «Obviamente, se ha trabajado para alcanzar ese estándar de calidad necesario, pero nuestra pretensión siempre ha sido la participación de quienes quisieran vivir esta experiencia colectiva, poniendo el acento en las personas y no solo en el resultado», apostilla Cañada.
«Cuando me llamaron de Euskadiko Orkestra para explicarme el proyecto me dio un poco de vértigo; ahora, sin embargo, sólo puedo agradecer a la orquesta y, muy especialmente, a Mikel Cañada por hacer esta apuesta. Que una entidad de estas características, sujeta a un discurso y a un colectivo, de pronto haga esta apertura a ámbitos culturales, sí, pero principalmente sociales es algo muy importante que tenemos que agradecer», resalta Miranda. «Cuando pasen estos días tendremos que meditar sobre todo lo que ha pasado porque esta ilusión que se ha generado es muy importante de cara al tejido coral. El mundo coral vasco es un valor que nos define y, a pesar de cierta crisis, es un sustrato, un motor que sigue ahí y que tenemos que ser capaces de consolidar».