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Analisia | recrecimiento del embalse de Esa

La expropiación de Lasaitasuna no resuelve el problema

La expropiación de las urbanizaciones de Esa desalojadas por los deslizamientos ha dejado en evidencia que denunciar la inseguridad del recrecimiento no era alarmismo. Sin embargo, más allá de la falta de seguridad sigue habiendo motivos para rechazar este proyecto. Serán los regantes que usen agua de Esa los que deberán pagar la obra, y la cosa no da. Que se lo pregunten a los pequeños agricultores de las cuencas del Arga y el Esa en el caso del agua de ItoitzAl estilo de la inmobiliaria, existe una burbuja en torno a la construcción de pantanos. En Aragón la lista es larga; además de Esa están Biscarrués, Mularroya, Bergantes... con justificación más que cuestionable


La decisión del Gobierno español de expropiar las 103 viviendas que componen las urbanizaciones Lasaitasuna y El Mirador del Inglés de Esa supone un intento de cerrar en falso la cuestión de la falta de seguridad de las obras de recrecimiento del embalse, cuestionadas asimismo por múltiples cuestiones aun en el hipotético caso que los ingenieros de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) acertasen por fin con la fórmula de frenar los deslizamientos. No olvidemos que en marzo de este año informes de la propia CHE constataban que los 25 millones de euros suplementarios inyectados en las laderas no habían servido absolutamente para nada.

Tras llegar a un acuerdo con las familias afectadas, el presidente de la CHE, Xavier de Pedro, se reunió con representantes del Ayuntamiento de Zangoza para destacar que esos 25 millones de euros sí que han servido para algo y que los deslizamientos han parado. Por cierto, lo mismo que decían antes de febrero de 2013, cuando hubo que desalojar, de prisa y corriendo, más de 60 viviendas. Estos vecinos denunciaban, durante una visita de parlamentarios el pasado enero, que ya en 2006 se registraron movimientos y grietas. Entonces, la CHE proclamaba igualmente que no existían problemas o que los deslizamientos se debían a las lluvias. Y todo ello a pesar de que no existía siquiera un plan de evacuación y se pasaba la pelota a los ayuntamientos.

«El movimiento de la ladera derecha del embalse no ha comprometido en ningún momento la seguridad de la presa», destacaba la nota de prensa que envió el Gobierno español el miércoles. Sin embargo, se ha optado por calificar como irrecuperables 103 viviendas y abonar las indemnizaciones a los vecinos. En tiempos de recortes en materias sociales, no se acaba el dinero para el recrecimiento de Esa con el recurrido argumento del «interés general».

Hasta el desalojo de los vecinos de las urbanizaciones de Esa, las denuncias de la inseguridad de las laderas sobre las que se asienta el embalse de Esa correspondían casi en exclusiva a quienes se oponían al recrecimiento. La versión aragonesa de la «coordinadora del no», la expresión que tanto le gusta emplear a Yolanda Barcina. Las fotos de la carretera agrietada no tenían eco en muchos medios, ni en Aragón ni en Nafarroa.

Ocultar los desalojos y las comparecencias de afectados en el Parlamento navarro era mucho más complicado, aunque medios que ahora destacan el acuerdo alcanzado en Madrid y las palabras «tranquilizadoras» de De Pedro subrayaban en su día que las viviendas que hubo que abandonar eran «segunda residencia», como si eso quitara gravedad a los deslizamientos y el riesgo consiguiente.

Asociación Río Aragón lleva años luchando contra el recrecimiento del pantano de Esa. En su web (www.yesano.com) se recoge una amplia documentación de este proyecto. También de los deslizamientos. El primero que se tiene registrado se remonta a 1928, poco después de comenzar las obras. Los episodios se repiten en 1930, 1935, 1957, 1958, 1960 y 1964, coincidiendo con obras o desembalses. También en 2003, 2004, 2006, 2007, 2008 y 2012, ya con las obras del recrecimiento en marcha.

René Petit, ingeniero de las obras en la década de 1930 e histórico jugador del Real Unión, era consciente de la inestabilidad de la presa y en 1983 alertaba del peligro de comenzar las obras de recrecimiento. Una advertencia que el geólogo de la Universidad de Zaragoza Antonio Casas hizo diez años después.

Sin embargo, la CHE optó por continuar con las obras y se encontró con el problema de los deslizamientos. Los vecinos de las urbanizaciones han perdido sus viviendas. Ahora habrá que esperar a ver cuánto y cuándo cobran. A algunos les parecerá poco y a otros mucho, pero seguro que no compensa el año y medio que han sufrido ni tampoco la obligatoriedad de cambiar sus vidas.

Pero la inseguridad no es la única razón para rechazar el proyecto de recrecimiento de Esa. Existen otras. La principal es la económica. No se puede olvidar que el recrecimiento de Esa es la obra hidráulica con mayor desviación presupuestaria de todo el Estado español. Y eso es mucha desviación. El presupuesto inicial era de 113 millones de euros, pero ya se han alcanzado los 401 millones. A esta cifra habrá que sumarle las cantidades de las indemnizaciones y los nuevos problemas que, seguramente, surgirán. Este desvío presupuestario supone una barrera infranqueable para que este proyecto sea rentable. La directiva marco de Aguas obliga a que las obras hidráulicas sean amortizadas mediante el cobro de tasas por su uso. Es decir, serán los regantes que usen agua de Esa quienes deberán pagar la obra. Y a poco que se sepa de campo, se ve que la cosa no da. Que pregunten a los pequeños agricultores de las cuencas del Arga y el Ega a cuánto les sale regar con agua de Itoitz y el Canal de Navarra y qué modelo agrario puede afrontarlo.

Detrás de macroinfraestrucutras como el recrecimiento de Esa (o el pantano de Itoitz) está un modelo no sostenible de cemento y explotación agrícola a gran escala. Los principales beneficiarios de este tipo de proyectos son las grandes constructoras. Del mismo modo que en el Estado español hubo una burbuja inmobiliaria con la construcción de viviendas, también existe una burbuja con la construcción de pantanos, con una serie de proyectos con una justificación más que cuestionable. En Aragón, además de Esa, la lista es larga: Biscarrués, Mularroya, Bergantes...

Frente a ello, hay voces como la Fundación Nueva Cultura del Agua que destacan que hay alternativas al recrecimiento de Esa, como la construcción de balsas laterales en Bardenas (se almacenaría la misma cantidad de agua) o la modernización del regadío (se ahorraría hasta un 45%). El objetivo es un uso más racional de un recurso escaso como el agua, abandonando macroproyectos basados en una concepción desarrollista que ancla sus orígenes en el franquismo.

En el caso de Esa, además, estamos hablando de unas comarcas aragonesas y navarras que ya pagaron un alto precio por la construcción del actual embalse. Se creó un desierto poblacional y una traba para las relaciones socioeconómicas entre ambos territorios. Se trata de comarcas a las que se han arrebatado sus recursos naturales para impulsar el desarrollo de zonas alejadas y olvidadas de cualquier inversión.