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Azti-Tecnalia se sumerge en el corazón del remolino del Golfo de Bizkaia

Investigadores de Azti-Tecnalia desgranan los datos llegados del corazón del remolino oceánico que visita el Golfo de Bizkaia. Un pequeño aparato no tripulado ha estado enviando información desde esas corrientes para saber cómo son y cómo afectan a las especies marinas.


Dicen de los remolinos oceánicos que son fenómenos misteriosos, sigilosos y mortales, masas de agua que se mueven rápidamente, llegan casi sin avisar y arrastran a las profundidades lo que encuentran en su camino. No es exactamente el caso del fenómeno que Azti-Tecnalia está investigando en el Golfo de Bizkaia. La peculiaridad de ese remolino es que, tras generarse entre el cañón de Capbreton y Cap Ferret, se detiene a unas 20 millas de nuestro litoral, donde permanece durante meses. Por ello, «hay muchas lineas de proyectos internacionales para saber por qué se quedan retenidos», indica a GARA la investigadora de Azti-Tecnalia Ainhoa Caballero.

Licenciada en Ciencias del Mar y doctora en Física Aplicada, es una de las científicas que trabaja en la investigación abierta a partir de los datos aportados por el Glider, un pequeño vehículo submarino no tripulado que durante dos meses -entre finales de julio y finales de setiembre- ha estado trasmitiendo datos sobre las entrañas de ese fenómeno.

«Los remolinos oceánicos son el equivalente a las borrascas y anticiclones oceánicos. Son masas de agua de decenas de kilómetros en horizontal y miles de metros en profundidad que giran lentamente y tienden a trasladarse al oeste en el Golfo de Bizkaia», explica Caballero. Comenta que «si lo atraviesas navegando apenas se nota nada, porque este tipo de remolinos se mueven lentamente, no son tan peligrosos como otros».

Ocurren en todos los océanos, se generan durante el invierno y perduran varios meses. «Este remolino estacionario (centrado en 4ºW de longitud), en lugar de migrar, permanece durante meses prácticamente en la misma zona. Lo que ocurre es que antes de iniciar la campaña no conocíamos la posición exacta, por la cobertura nubosa, e hicimos transectos exploratorios, donde localizamos otro tipo de remolinos. De forma que hemos utilizado la campaña para estudiar distintos tipos de remolinos, localizados en distintas zonas y con distintas características».

Respecto al remolino estacionario, los científicos de Azti resaltan que no se observa todos los años. Saben que suele formarse en invierno y permanece hasta el final del verano. «Su formación -puntualizan- depende de una corriente que bordea nuestras costas en invierno, generalmente a final de año, por lo que se le denomina Corriente de Navidad».

Un pequeño submarino

Hasta ahora los remolinos se habían estudiado a partir de imágenes de satélite, modelos oceanográficos y por medio de boyas desplazadas por las corrientes. El Glider ofrecía la oportunidad de obtener datos a los que es difícil llegar con otros métodos, razón por la cual el equipo al frente del proyecto presentó un informe detallando el objeto del estudio y solicitando tener acceso al planeador submarino.

El Glider es una herramienta de investigación que forma parte de un proyecto europeo en el que participan varios institutos marinos. «Nosotros solicitamos utilizar el aparato durante dos meses; evaluaron el proyecto y nos concedieron la utilización. Luego hemos tenido también ayudas de la UE y del Gobierno Vasco», recuerdan.

Junto al Glider, se han empleado dos boyas lanzadas al centro del remolino para estimar las velocidades de giro de las corrientes generadas por este fenómeno y estudiar su capacidad de retención.

Ese pequeño planeador submarino ha permitido a los investigadores observar por primera vez in situ y en tres dimensiones el remolino. Durante dos meses ha estado desplazándose en vertical entre aguas que se mueven en zig-zag y, a la vez, ha ido trasmitiendo vía satélite al centro tecnológico información que ha permitido «observar que estos remolinos alteran notablemente la profundidad de la termoclina estacional, así como la concentración de clorofila o la turbidez». El vehículo ha llegado a estudiar hasta una profundidad de mil metros, pero es difícil determinar con exactitud la extensión vertical del remolino, así como el punto en el que se genera, según precisan desde Azti-Tecnalia.

Cómo afectan al ecosistema

Además de estudiar la estructura del remolino, la investigación también ha estado centrada en analizar «cómo afecta al ecosistema marino y, en particular, a las especies que habitan en aguas pelágicas».

«Aún no tenemos todos los datos porque están procesándolos», apunta Caballero, al referirse a una investigación que no se detiene con la salida del Glider de aguas oceánicas y seguramente se dilatará en el tiempo hasta desmenuzar y valorar los datos recogidos.

«Hemos mirado la evolución de la subida de temperatura y el oxígeno en profundidad, pero todavía falta mucho por hacer. Todavía tenemos que hacer muchos análisis y discutir mucho sobre los resultados», reconoce la investigadora de Azti-Tecnalia. «Hasta que se hizo esta campaña hemos estado analizando cuándo se forma el remolino y lo que queremos ver ahora es qué efecto tiene en el ecosistema», indica.

En cuanto al trabajo que queda por hacer, avanza que «por un lado vamos a intentar evaluar el efecto de estas estructuras en la distribución de pequeños peces pelágicos, en relación a la retención de huevos y larvas de especies que desovan en la zona, y en términos de productividad, porque los remolinos pueden provocar un aumento de la concentración de fitoplancton en zonas oceánicas, habitualmente más pobres que las costeras».

El análisis se centrará también en los túnidos, porque «al igual que otros depredadores marinos, tienden a localizarse en frentes (zonas donde se encuentran grandes masas de agua de distintas características), como son los bordes de estos remolinos mesoescalares (de decenas de kilómetros y semanas de duración)».