Manu González ha pasado los últimos 24 años encarcelado en diferentes prisiones españolas. Hace dos días regresó a Euskal Herria en cumplimiento de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que ha invalidado la doctrina 197/2006 que prorrogaba de forma ilegal las condenas. Ahora trata de asimilar su nueva realidad, sin perder detalle de lo que ocurre en el penal Sevilla II, donde estaba encerrado junto a otros doce presos vascos. Hace 27 días iniciaron una protesta para exigir que se ponga fin a su aislamiento, se les reagrupe en un módulo, se respeten sus derechos básicos y finalice el hostigamiento al que les someten los funcionarios.

A día de hoy, ocho presos continúan en huelga de hambre y el resto sigue la protesta con chapeos. Él también ha participado en la huelga iniciada el pasado 28 de octubre para reivindicar sus derechos y su dignidad. «No es una cuestión de régimen, es una cuestión de dignidad, con todo lo que ese concepto implica en una prisión de esas características», destaca a modo de colofón de las vulneraciones a las que son sometidos los militantes vascos.

Según relata, las condiciones de vida empeoraron hace tres años, con la llegada de nuevos funcionarios. «El régimen de vida comenzó a endurecerse de una manera bestial», afirma antes de criticar la actitud del director y del subdirector de Seguridad de la cárcel, donde no se respeta ni el derecho a realizar ejercicio una vez por semana. «Es una persona que se caracteriza por tener unas manías persecutorias y represivas tremendas», añade sobre el segundo.

Pero este es el menor de los problemas al que se enfrentan los presos vascos, que tienen que soportar cacheos diarios y que se ven privados de una asistencia sanitaria en condiciones. «En casos graves te trasladan a urgencias, pero no se lleva a la práctica una atención reglada para salvaguardar el derecho a la asistencia médica», explica.

«Dinámica infernal»

Esta situación, que se agrava con las dificultades existentes para poder comunicarse con sus familiares, hizo que los presos se plantaran e iniciaran una huelga de hambre. Así, pretenden denunciar el «concepto de venganza y castigo» vigente en Sevilla II. Un «régimen terrorífico» que ha sufrido en primera persona y que considera que puede empeorar porque la sentencia de Estrasburgo «les puede encabronar más».

Manu González lanza un mensaje sobre el futuro de los huelguistas al señalar que, «de seguir así», se entrará en «una dinámica infernal. No quedaría otro horizonte».

Finaliza su testimonio de primera mano con el anuncio de que mañana habrá un preso menos en Sevilla II, ya que Koldo Aparicio vuelve a casa.