Mirando al reloj en el bochorno
Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano, el dúo Pimpinela de las elecciones europeas al otro lado del Ebro, llevan mirando al reloj desde que comenzó la campaña. De puro tedio, se les ha hecho agotadora y han contagiado a la ciudadanía ese ambiente de trámite y hastío.
Imagino que, para ellos, la rutina de mitin-entrevista-debate-vacío debe de ser como uno de esos compromisos que tienes marcado en rojo en la agenda pero al que no te apetece nada asistir. Cuando estás allí, arrastrado por lo inevitable del protocolo, pones buena cara y dejas que el tiempo transcurra lo más rápidamente posible, pensando en ese horizonte bucólico en el que las obligaciones han dejado paso a la devoción. A lo importante. Así de perezosos han afrontado el 25-M PP y PSOE. Y lo que es más grave, así es su concepción de la democracia: una rutina electoral que hay que resolver con sonrisa protocolaria y sin entrar al fondo del asunto. En estos comicios, todo lo que fuese hablar de temas serios ahondaría en el enfado general. Un riesgo para un sistema con grietas pero que se mantiene.
El alter ego de Isabel Coixet en Muchachada Nui, interpretado por Joaquín Reyes, aseguraba que: «A mí, la gente, por lo general, me da un asco». Una fórmula que también serviría para describir a los dos pilares del bipartidismo español. El hándicap para ellos es la necesidad de una legitimación. Obligados como están al trámite de las urnas, han rebajado el clima electoral hasta el bochorno del trópico. El «no somos lo mismo» lo hundió Felipe González nada más comenzar. Desde entonces, nos hemos dedicado a constatar que un machista es machista. Ni hablar sobre corrupción o soberanía. Qué largo y pesado se les ha hecho fingir desavenencias cuando comparten «interés general».