‘El mejor viaje es el que aún no ha comenzado’, por Josu Juaristi
«The New York Times» aludía ayer en su portada al «miedo a lo desconocido» pero, en realidad, la mayoría del pueblo griego teme a lo conocido. El hartazgo aquí es evidente y masivo.
Hace seis años era casi imposible parar un taxi en Atenas, ciudad de cuatro millones de habitantes con autobuses, trolebuses y metro. Hoy, a pesar de que son incontables y bastante más baratos que en la mayoría de ciudades europeas, son pocos los que pueden permitírselo y, en caso de necesidad, es muy fácil pillar uno. Hace seis años, el país reventó en la mayor crisis social y económica que se recuerda y todo cambió. Hoy, aquí, en Grecia, hablan abiertamente de catástrofe humanitaria y éxodo, y todo el mundo sabe perfectamente lo que significan las palabras Troika y Memorandum. Pero, por primera vez desde 2008, hablan también de dignidad, libertad y esperanza.
En 2008, al regreso de un viaje a Venezuela que había realizado en calidad de concejal del Ayuntamiento de la capital en busca de un respiro energético ante la crisis brutal que ya se cernía sobre Grecia, Alexis Tsipras (Atenas, 1974) se encontró con un intenso debate en petit comité dentro de Syriza. ¿Era el momento de apostar por él? ¿Demasiado joven todavía? Dos años antes se había presentado como candidato a alcalde con el apoyo de Synaspismos, el partido que vertebraba la Coalición de la Izquierda radical (comunmente conocida como Syriza), liderada aún por la vieja guardia de Alekos Alavanos. El núcleo de Syriza optó por la renovación y apostó por Tsipras.
Este pasado 29 de diciembre, cuando el Parlamento griego fue incapaz de cerrar filas en torno a Stavros Dimas (candidato de Nueva Democracia para sustituir al jefe de Estado saliente, Karolus Papoulias), el primer ministro griego, Antonis Samaras, no tuvo más remedio que anunciar la celebración de elecciones generales anticipadas el 25 de enero. Aquel mismo día, Alexis Tsipras recibía un mensaje de una destacada militante de Syriza, integrante de aquel petit comité, en el que animaba al candidato a primer ministro con estas palabras: «Ahora, con alegría, vamos a luchar».
Alexis (como le llaman sus compañeros y compañeras de Syriza) no respondió a aquel mensaje, pero la remitente supo que llegó a su destino cuando el líder de la izquierda griega repitió aquellas mismas palabras en el acto masivo de cierre de campaña celebrado este jueves por la noche en la Plaza Omonia, en una intervención retransmitida en directo a todo el país por la televisión pública. Añadió Tsipras (presidente, le llamaban los periodistas en la rueda de prensa final del viernes) que el mejor viaje es el que aún no ha comenzado, recordando un viejo poema griego. Ese viaje comenzará el lunes para el pueblo griego. Syriza quiere ser gobierno y, de forma inteligente, ha jugado la baza de la estabilidad para pedir el voto.
«The New York Times» aludía ayer en su portada al «miedo a lo desconocido» pero, en realidad, la inmensa mayoría de los griegos teme a lo conocido, y eso se puede extrapolar a otras muchas partes de Europa, de ahí la virulenta reacción de algunos gobiernos de la Unión Europea y de la propia Comisión. Esa baza es también la nuestra. Como dice Alexis Tsipras, «somos nosotros, el pueblo, quien debe controlar su futuro».