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Víctimas de los dos lados marcan a los políticos el camino a la reconciliación

Actos conjuntos entre víctimas de las dos partes del conflicto han dejado de ser algo extraordinario. El de ayer en Hondarribia tuvo un mensaje añadido a la innegable emotividad de sus dramas personales: la apelación rotunda a todos los políticos. No entienden que no pongan la misma voluntad que ellos, los grandes afectados.


Tras aquellas jornadas de Errenteria que abrieron brecha, ahora es Bidasoaldea quien toma la iniciativa de fomentar la reconciliación. Antxeta Irratia inauguró ayer el ciclo ``Bidasoan elkarbizitza'' sentando juntos en Hondarribia a Cristina Sagarzazu, que perdió a su marido, el mando de la Ertzaintza Montxo Doral por una bomba lapa de ETA en 1996; Josemi Gómez Elosegi, hermano del sicólogo de Martutene muerto en otro atentado de esta organización un año después; Fermin Urtizberea, víctima de numerosas acciones de guerra sucia y represión, incluido un secuestro de tres días en 1988; y Belen Zabala, sobrina de Jesús Mari Zabala, abatido por la Guardia Civil en fiestas de Hondarribia en 1976.

Hablar no resultó fácil para casi ninguno. Urtizberea, que detalló un calvario de secuestros, amenazas y agresiones, reconoció que nunca había contado todo esto en público, «y seguramente será la última vez». Para Zabala también ayer era la primera vez en que relataba aquella tarde en que la Guardia Civil cargó brutalmente en fiestas de Hondarribia y al llamar a casa le dijeron que «había novedades y mi tío estaba en el hospital. Luego supe que ingresó cadáver». Sagarzazu recordó que se había despedido de Doral en el portal y escuchó la explosión: «Ahí acabó todo y empezó otra cosa». Y Gómez Elosegi detalló que le costó superar la pérdida de su único hermano: «A los dos meses estaba solo en el momento y rompí a llorar, llorar con rabia».

A los relatos crudos del pasado les siguieron las conclusiones presentes y los deseos futuros. Y aquí llegó una apelación muy directa a los representantes políticos, sin excepciones. Gómez Elosegi fue al grano: «Hay que pedirles más arrojo, más valentía. Me preocupa su actitud porque creo en la política. Pero no me gusta ese discurso agresivo que tienen, y hablo de todos. Hay que desarmar el discurso e introducir la ética».

«Hay una cosa muy curiosa -continuó el hermano del funcionario de prisiones de ELA-. Entre nosotros llegamos siempre a acuerdos porque tenemos algo que nos une: el sufrimiento. Somos capaces de ponernos en el lugar de esa otra persona, ¿por qué los políticos son incapaces de eso?», se preguntó.

Tras su exhaustivo relato de años y años de persecución política, Urtizberea concluyó así: «Esta es mi historia. Si he aceptado venir ha sido por poner el grano de arena que creo que tenemos que poner todos. Ahora es la oportunidad. Si se quiere lograr una paz duradera, es el momento y todos tenemos que dar el paso».

A los políticos les demandó «que no estén pensando en los votos que pueden sacar el día de mañana y en los acuerdos que pueden hacer al otro». Pero el emplazamiento de Urtizberea va más allá: reclama una Justicia que se implique por la verdad, unos medios que «cambien el chip», unos colectivos «por la paz» que «hablen menos y hagan más»... Cree además este exconcejal de HB que hay que ser honestos y llegar hasta el final: «Porque mientras el conflicto no se solucione, cada uno va a estar donde está».

Solo la viuda de Montxo Doral introdujo alguna duda al respecto al preguntarse si es imprescindible que esto lo arreglen los políticos. Y dejó caer que «igual no saben hacerlo...» Para Belen Zabala, resulta increíble que por ejemplo «el Gobierno español haya recurrido los pasos que da el Gobierno Vasco» en materia de víctimas de abusos policiales. «¿Todavía zancadillas, 39 años después?», dijo sobre el caso de su tío, ocurrido cuando en La Moncloa estaba Adolfo Suárez.

Y la verdad pendiente

El camino a la reconciliación tiene otras estaciones. La primera es la verdad. Urtizberea detalló que ninguno de los ataques que fue sufriendo desde finales de los años 70, una década antes del más brutal. Y no fue por falta de datos; recuerda múltiples detalles, como que los atacantes se fueron en «un R-18 con una pegatina en la que ponía Rataplán o Bataplán».

En el caso de Jesús Mari Zabala, un guardia civil fue condenado, pero quedó amnistiado por la ley de 1997. «No le guardamos rencor, eso no nos hubiese quitado el dolor, pero sí generaba impotencia que se pudiera matar a cualquier persona así». Contó un detalle de esos que cuesta creer. Cuando los familiares acudieron al Gobierno Civil para denunciar la muerte, esta instancia decidió sacar al fin una nota oficial. Para estupor de sus allegados, en ella se tildaba al fallecido de «delincuente de Irun». Protestaron, y entonces se les respondió que se trataba de un error, que no habían querido poner «delincuente» sino «delineante», la profesión de su tío fallecido. Sal en la herida.

El público se interesó por si estas víctimas esperan una petición de perdón. Sagarzazu matizó que no puede responder a esa pregunta porque no sabe quién ejecutó el atentado. Zabala lo ve inútil, porque «no va a resucitar a nadie». Gómez Elosegi le concede cierto valor balsámico si se hace sin espectáculo.

Todos ellos conceden bastante más importancia a gestos como el que ellos mismos protagonizaron ayer. A buscar soluciones. A hablar. «Y sobre todo a escuchar», añadió Sagarzazu, convencida de que «lo que dice el otro es también parte de la verdad». Ella también traía una anécdota muy reveladora de cómo fueron las cosas hasta no hace mucho. La tarde en que mataron a su marido, una emisora que no quiso detallar le telefoneó para pedirle que entrara en antena, y cuando ella explicó que no estaba en condiciones de hablar, al otro lado del teléfono le espetaron: «¿Estás esperando instrucciones de Sabin Etxea?». Dijo que a raíz de aquello decidió que siempre que pudiera daría su testimonio... como ayer.

Las dos horas de charla fueron destilando pequeñas grandes historias. Gómez Elosegi reveló cómo su madre recibió la noticia de la hospitalización de Fernando Elejalde, detenido e incomunicado tras el atentado: «Lo oyó en la radio y dijo `entre los que matan y los que pegan, este país no hay quien lo solucione'. No podía entender que hubieran matado a su hijo, pero tampoco que a esa persona la hubieran podido maltratar». Después supieron que su ama planeó incluso subir al hospital «para preguntarle por qué lo había hecho». Y él sospecha que su hermano podía estar siendo usado de «cebo» por las FSE para cazar al comando. Relatos de un pasado complejo y tremendo, voces para un futuro por construir.