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Osasuna, cuando todos los caminos van al abismo

Atrapado entre la espada del descenso a Segunda B y la pared de la deuda, la pesadilla de Osasuna se llama hoy Salamanca. El club charro, con menos de la tercera parte de la deuda del navarro, desapareció hace dos años y ni ha podido vender su estadio para liquidar la deuda ni refundarse para continuar el proyecto. Un horizonte tan triste como real.


Las amenazas a la supervivencia de Osasuna son tantas que resulta mucho más fácil explicar cuál es su única opción de salir de la crisis. Debe primero, en el corto plazo de los próximos cuatro meses, evitar el descenso deportivo a Segunda B (lo más asequible aparentemente) y lograr que la Unión Europea valide la ley de rescate del Gobierno navarro (más complejo); cualquiera de las dos derrotas le devolvería a la espalda la mochila de la desorbitada deuda de 55 millones con la Hacienda Foral, que sube a 75-80 sumando a bancos, proveedores, clubes, jugadores... Si solventara ese escollo, el reto siguiente sería que el nuevo parlamento y gobierno navarros tras las elecciones de mayo confirmen esa Ley Osasuna gestada a ciegas y sobre datos previos falsos, como se sabe hoy. Más tarde, quizás en uno o dos años, tendría que salir indemne del proceso judicial por presuntos amaños (casi imposible tras la «cantada» del exgerente) o, en su defecto, convencer a Liga de Fútbol Profesional, Consejo Superior de Deportes y Federación Española de Fútbol para que no acarree sanción deportiva (más inverosímil aún). A medio-largo plazo, Osasuna debería además seguir manteniendo siempre la categoría con restricciones económicas extremas (y el riesgo añadido de que podría no ser sancionado con descenso pero sí con pérdida de puntos). Y tendrÍA igualmente que superar la investigación abierta por la UE por los beneficios de la no conversión en Sociedad Anónima Deportiva, que también podría incidir negativamente en su fiscalidad.

En resumen, una auténtica carrera de obstáculos que lleva a plantearse ya al entorno rojillo si no sería más adecuado empezar a pensar en una liquidación ordenada de la entidad para arrancar de cero; es decir, en una refundación. Pero es aquí donde toma importancia el nefasto precedente reciente del Salamanca.

El Salamanca y el Helmántico

Osasuna y Salamanca tienen bastantes características comunes. El primero nació en 1920 y el segundo en 1923; han sido equipos medios, habituales en Segunda pero con incursiones en Primera (más Osasuna, 36 temporadas, que el Salamanca, 12); El Sadar da cabida a 20.000 espectadores y el Helmántico a 17.000; Iruñea tiene 200.000 habitantes y Salamanca más de 150.000. La actual situación rojilla recuerda algo a la del equipo blanquinegro en 2010, pero en versión mucho más heavy. La deuda rojilla hoy triplica a la de los charros entonces (75-80 frente a 23). El punto común; el descenso a Segunda B, la puntilla segura para los dos.

Al Salamanca le llegó en 2011. Desapareció en menos de dos años. La opción de una refundación había quedado cercenada por una modificación legal de FEF y CSD en ese mismo año. Hasta entonces había sido relativamente fácil que clubes ahogados económicamente se extinguieran y dieran paso a otros casi idénticos en nombre, vestimenta o terreno de juego (Burgos, Lleida, Compostela, Sestao...) Pero entonces se decretó que «cuando un club desaparezca o deje de competir sin liquidar deudas, la obligación de pago recaerá sobre el club de nueva creación». El traspaso del «marrón» se produce si se disputan partidos en el mismo campo, si se mantiene el domicilio social, si hay coincidencia de fundadores o directivos, si se prolongan la equipación o el escudo...

Es decir, Osasuna no podría refundarse sobre sí mismo, solo crear otra cosa nueva desde cero. El expresidente de la Unión Deportiva Salamanca, el polémico empresario del sector turístico Juan José Hidalgo, impulsó otro proyecto llamado Salamanca Athletic, que pugna en los tribunales por lograr una plaza en Segunda B, pero de momento no compite y su viabilidad no está nada clara.

Si la refundación parece imposible, liquidar la deuda anterior también resulta muy complejo. El estadio Helmántico salió a subasta el año pasado por 14,7 millones de euros, pero nadie se interesó. La Agencia Tributaria lo tuvo seis meses más a la venta, en una puja abierta para lo que bastaba presentar un depósito de 110.000 euros, también estéril. ¿Quién va a querer un campo de fútbol sin equipo? El Ayuntamiento se declara dispuesto a adquirirlo por su valor sentimental a cargo de los gastos de mantenimiento (unos 70.000 euros al año), pero eso no sirve a la Hacienda estatal para enjugar el «cañón» que dejó el club. Mientras, el Helmántico se deteriora día a día.

La gran amenaza: Deuda y liquidez

Aunque en la actualidad lógicamente el foco mediático se ponga sobre el supuesto amaño de partidos, dado que nunca hubo una confesión del calibre de la que parece ha hecho el exgerente Ángel Vizcay, el gran problema real de Osasuna es la enorme deuda, que combinada con un descenso a Segunda B (por lo deportivo o por sanción) sería letal. Por poner un ejemplo, esta semana ha sido noticia el agónico acuerdo con la Hacienda de otro equipo que jugó en Primera, el Castellón, y que ahora milita en Tercera. Ha estado a punto de desaparecer con una deuda que apenas suma 7,2 millones de euros, la décima parte de la de Osasuna.

Pese a la Ley sacada adelante por UPN, PP y PSN, que llevaba parejo un crédito de cuatro millones para dar liquidez a Osasuna, el riesgo de impagos es evidente. Al club ya le cortaron la luz durante unas horas en verano pasado. Tiene el compromiso de devolver a su centrocampista iraní Javad Nekounam los 800.000 euros que la Hacienda Foral le ha quitado de sus cuentas porque el club no pagó sus impuestos, como debía por contrato. Acumula sentencias contrarias con clubes convenidos. Y el rescate foral obviamente comporta algunas obligaciones que le restringen ingresos: la Hacienda se quedará el 25% de los ingresos televisivos, el 25% de los derechos de traspaso, el 100% del patrocinio del Gobierno... Teniendo en cuenta aquel corte de luz, no es descartable que Osasuna llegue algún día al punto del Parma, equipo de la Serie A italiana que ha tenido que suspender su último partido en casa porque carecía de liquidez siquiera para pagar a los guardias de seguridad.

Pese a los avisos previos de los grupos que votaron en contra, la Ley Osasuna no especificó qué ocurriría en caso de nuevo descenso, pero la desaparición casi total de ingresos por televisión y la merma del número de socios, taquilla o merchandising harían inviable el actual modelo del club, por ejemplo en lo que atañe al mantenimiento de las instalaciones de Tajonar. Otra señal negativa es la huida de los clubes antes amigos; Izarra y Tudelano ya han tocado la puerta del Athletic, vista la situación de Osasuna y los impagos de la última era.

El riesgo de descenso por sanción

El riesgo de un descenso por sanción deportiva solo puede evaluarse hoy en términos hipotéticos. La directiva actual de Osasuna se aferra a que el presidente de la LFP les dijo que no habría castigo si colaboran, pero Javier Tebas no lo confirma por el momento y se ha filtrado que no está tan conforme con la actitud de la anterior Gestora, quizás desbordada por la situación que halló a su llegada. Mientras Tebas calla, el presidente del CSD, Javier Cardenal, sí ha dejado caer su disposición a usar el asunto para un castigo aleccionador contra los sobornos.

El Levante-Zaragoza de 2011 parecía el caso elegido, pero el expediente Osasuna le ha pasado por encima dada la confesión de Vizcay, que contrasta con la negativa rotunda de los 42 imputados por el encuentro entre valencianos y maños. La instrucción de este caso debía comenzar anteayer pero se ha aplazado por su volumen, así que el caso de Osasuna incluso podría llegar antes a juicio (la investigación del Juzgado de Iruñea va muy rápido). Hay quien sostiene que el hecho de que haya otros equipos involucrados (Betis, Espanyol, ¿Getafe?) podría beneficiar al club navarro, pero si el testimonio de Vizcay se valida, la culpabilidad tanto del gerente como del presidente implicaría a la cúpula del club, algo muy difícil de obviar.

La impotencia de los socios

Solo parece haber un factor que sitúe a Osasuna en mejor situación que el Salamanca. Se trata de su afición. Desde su último descenso a Segunda en 1999, el equipo castellano tuvo una media de 5.000 socios, poco músculo para afrontar la batalla contra la deuda. Osasuna ha logrado mantener 13.000 abonados tras el descenso del año pasado, cifra prácticamente igual a la que tenía en Primera. Habrá que ver, sin embargo, cuál es el impacto de los hechos que han aflorado en los últimos días. De momento el estado de shock es evidente.

Con todo, conviene no engañarse tampoco en esto. Un cálculo perverso pero adecuado para entender la magnitud del problema consiste en dividir la deuda de Osasuna por el número de socios. Toca a 5.700 euros por cabeza. Un agujero negro inmenso crecido en poco más de una década, que se traga irremisible un club con 80 años anteriores de trayectoria ejemplar.

Sadar y Arena, ¿Dos mausoleos del deporte navarro?

Con la Ley Osasuna, El Sadar ha pasado a ser propiedad del Gobierno navarro junto a Tajonar. Se los arrienda al club por 75.000 euros al año (150.000 si volviera a Primera) en las tres próximas décadas. Pero si desgraciadamente Osasuna terminara desapareciendo, quedaría convertido en un mausoleo inútil, del tamaño del Helmántico. Y con el agravante de que está anexo al Navarra Arena, otro templo al despropósito de UPN. Construido para 10.000 espectadores con la excusa de los éxitos de los desaparecidos San Antonio o Itxako (que nunca concitaron a más de 3.000 espectadores), sigue sin acabarse ni fecha de inauguración. Hoy solo el Magna Xota de fútbol-sala reúne a más de 2.000 hinchas en Nafarroa. El Sadar podrá presumir al menos de haber albergado más de 500 partidos de Primera desde 1967. J. MANTEROLA | A. PRESS