Consulta sexológica con Begoña Labaien
Estas preguntas han sido formuladas por las diez mujeres que han participado en este reportaje a la sexóloga Begoña Labaien, autora de “Quiero una cita. El día que fui a la sexóloga” (Ttarttalo), un libro sobre su experiencia en su consultorio de Barañain.
¿Por qué las mujeres somos tan reticentes a hablar de sexo entre nosotras? ¿Por qué se silencia y lo tenemos cómo si fuera algo feo que hay que ocultar? ¿O es algo general en ambos sexos?
Entre las mujeres cada vez se habla más, aunque es un tema que siempre ha sido extraño en nuestras conversaciones, mientras que en la de los hombres sí que ha estado presente, pero tampoco de una forma realista. Siempre se hace tendiendo a la broma, a fanfarronear… No se habla de una forma natural, ni de mis sensaciones reales, ni de mis dificultades o de cómo intento solucionarlas… O sea, ni entre mujeres ni hombres se habla de sexo como se puede hablar de cualquier otro tema, siempre es atendiendo al tópico y a tratar, de alguna manera, de dar la talla.
Debido a la menopausia y a otros factores, estoy pasando una temporada totalmente anorgásmica. ¿Hay alguna técnica para evitarlo?
El orgasmo es el punto cúlmen de una suma de sensaciones y, cuantas más se tengan, al final, se puede alcanzar el orgasmo. Cuando el orgasmo resulta más difícil por algún motivo, lo que se tiene que buscar es la manera de sumar más sensaciones. Supone también una oportunidad para que una descubra cosas que le puedan gustar a través de la exploración de cada uno de los sentidos, para ver qué sensaciones extras puedo sumar para llegar a ese punto. Puede pasar también que haya algún bloqueo y ahí lo que estaría bien, primero, es aceptarse, porque si me obsesiono con ello me provoco una tensión, y esa misma tensión es precisamente la que evita que se desencadene el orgasmo. Entonces: tranquilidad y exploración.
¿Dónde está ubicada la famosa zona G?
Hay quienes dicen que existe y quienes lo niegan. Quienes dicen que existe afirman que está en la parte anterior de la vagina. Lo que estaría bien es que nos explorásemos, sea usando algún objeto, como las bolas chinas, o nuestras manos, porque la cuestión es sensibilizar esa zona. Cuanto más la exploremos y más sensible esté, más sensaciones vamos a obtener. Lo mismo en el resto del cuerpo, porque puntos G o de máximo placer puede haberlos en todo el cuerpo y no los hemos descubierto porque nos hemos centrado más en una sexualidad genital, que vuelve a ser el modelo masculino. Es importante que reivindiquemos nuestro cuerpo como un templo de placer: vamos a explorarnos y a gozar de nosotras mismas. Lo primero, en tranquilidad, una misma, sola. Luego, con quien sea.
¿Hay alguna postura, para el acto sexual con penetración, en la que la mujer alcance el clímax más fácilmente y este sea más intenso?
No tengo una receta para eso, porque depende de cada cuerpo. Esto es como cualquier otro aspecto de nuestra vida; por ejemplo, para saber si me gusta el tenis o me gusta ir al monte, por dar algún ejemplo, ¿cómo lo hago? Pues probando y estando abierta, y tratando de no tener bloqueos ni prejuicios. Hay que tener en cuenta que, cuanto más nivel de sensaciones alcancemos haciendo otras cosas, es más fácil hacer que la vagina esté excitada y que la penetración desde el principio sea más placentera, porque si desde el principio vamos a la penetración, va a ser más difícil. Empezamos a pensar: «no estoy excitada, no me está gustando mucho», dejamos de centrarnos en las sensaciones y entonces la cabeza se va a otras cosas –el trabajo, los críos, lo que quiero hacer mañana–, con lo que yo misma estoy bloqueando mi placer. Los pensamientos bloquean las sensaciones, y al revés. Para eso, una se puede entrenar en la vida diaria. Con el stres diario no nos centramos tanto en lo que estamos viviendo: en que estoy dando un paseo o haciendo la comida… si lo hacemos, luego, cuando estamos en ese momento, resulta mucho más fácil que nos centremos en lo que estamos sintiendo.
La falta de lubricación en algunas ocasiones ¿solo tiene un aspecto fisiológico o también psicológico?
Hay de todo, aunque en muchas ocasiones también es fisiológico. En la consulta, en personas que están tomando antidepresivos o medicación para la ansiedad veo que sí que influye en el deseo. Para eso, la ley básica: cambia lo que puedas cambiar y lo demás no. ¿Puedo dejar de tomar esta medicación? No, entonces ¿qué puedo hacer?: tratar de fomentar mis sensaciones por otro lado. También está la cuestión de la aceptación: cuando una montañera se rompe una pierna sabe que no va a poder subir al monte, pero sigue saliendo a pasear y puede disfrutar con otras cosas. En el sexo si, por algún motivo, no puedo llegar al mismo nivel, hay gente que deja de tener contacto sexual. Pero, cuando dejas de tener sexo pierdes deseo y sensibilidad… Se necesita un entrenamiento, porque cuanto más lo hagas, más te va a apetecer. Tengo que vivir mi propia realidad con lo que tengo, con mis circunstancias. Por ejemplo, a las parejas que dicen que no tienen tiempo o que no lo encuentran les suelo proponer que lo cambien por mini-encuentros sexuales, como los llamo yo. Por la noche, en vez de estar uno en la tele y el otro en la cama, les digo que se desnuden y se abracen, pero sentir piel con piel. Eso les puede llevar a excitarse y, a partir de ahí, ir redescubriéndose.
¿Nos cuesta más a las mujeres desarrollar nuestras propias fantasías y deseos? Si es así, ¿por qué? ¿Cómo podríamos estimular esta parte?
Lo que necesitamos las mujeres es erotizarnos: escribe lo que para ti sería un encuentro erótico como a ti te gustaría, lo que te venga a la cabeza… y esa es tu fantasía. Pararnos a pensar en algo que nos gustaría es una fantasía y es la nuestra propia, no la de un modelo masculino. ¿Cómo está montada la sociedad? La mujer es el objeto con el que disfruta el hombre, un reclamo, y así lo hemos aprendido: nuestra fantasía es estar guapas y perfectas para estimularlos a ellos, para lograr su amor y su compañía. Y cuando no lo conseguimos, porque tenemos un problema o porque nuestro cuerpo no nos gusta lo que debiera, hay un problema. Lo interesante es que asumamos los dos roles: te puede gustar incluso jugar a que te sometan, porque eso puede entrar como un fantasía muy adecuada para alguien –no nos conviene rechazar nuestras fantasías, aunque vayan en contra de lo que nosotras consideramos digno, porque está bien que les demos rienda suelta–; pero, por otro lado, juega a ser activa. Lo mismo con los hombres. Hay hombres que tienen interiorizado el rol de actuar y, cuando están con una mujer activa, se bloquean. Hay que jugar a ser de diferentes maneras.
¿Cómo afrontar con naturalidad la masturbación al hablar con los hijos? Sigue habiendo muchos tabúes. ¿Por qué les decimos que lo hagan en la intimidad si debiera de ser algo natural?
Yo también me pregunto lo mismo: antes no estaba bien visto que una pareja se diera un beso en público, ahora no pasa nada. Igual sería lo mismo, porque no tiene nada de malo, en realidad. Hay que inculcarles que no tiene nada de malo y que el placer no es que sea malo, es que es bueno. Es bueno que se toque, es bueno que disfrute porque le relaja y disfruta. A los niños les llevamos al monte y a la nieve para que se lo pasen bien, entonces ¿por qué no fomentar que hagan algo que les gusta? El gozar de todo nuestro cuerpo es un acto de amor. Eso también es importante, porque igual nuestro cuerpo no nos gusta. Es importante acariciarnos las partes de nuestro cuerpo que no nos gustan y transmitirnos amor con esas caricias. Reivindicamos nuestro cuerpo, porque así salimos fortalecidos.
¿Qué zonas, tanto femeninas como masculinas, se pueden estimular antes de centrarse en la genital? ¿Hay zonas poco «habituales» que se puedan estimular?
Sí, hay zonas que de repente podemos descubrir que nos gustan. Una chica, por ejemplo, estaba sorprendida porque su pareja le empezó a hacer cosquillas en la axila y se excitó. Nos podemos sorprender, porque unas zonas pueden estar más sensibles que otras dependiendo de los días y los momentos. Lo que hay que hacer es dedicarle tiempo y cambiar de chip.
¿Cree que la monogamia afecta a tener una vida sexual menos satisfactoria?
No tiene por qué. Se puede llegar a un nivel de confianza que permita probar otras cosas. La monogamia no está reñida con el placer sexual si los componentes adoptan una postura activa de descubrimiento. Lo que está claro es que la rutina sí que está reñida con el placer sexual; por eso, está bien cambiar de sitio en el que hacerlo y buscar nuevos estímulos. Como la excitación tiene que ver con los estímulos, cuando nos vamos habituando a ellos nos producen menos efecto. Es decir, ante la novedad, nuestros sentidos se van a despertar más. Una nueva persona sí que puede resultar un estímulo fuerte y hay parejas a las que les puede ir bien lo de probar y volver luego con su pareja. De hecho, puede ser muy positivo si sabes llevarlo, pero, por contra, puede crear ansiedad y miedos de «ahora me va a comparar con la otra persona». O sea, si esto me produce un malestar emocional, tampoco lo voy a disfrutar.