¡Athletic de mi vida!
Enorme derroche físico de los leones y máxima efectividad, que ponen en franquía la eliminatoria y el título más cerca que nunca (4-0).
«¿Quieres saber cómo lo conseguí?... Así es cómo lo conseguí, jamás me reservé nada para la vuelta». (Gattaca, 1997)
Ni los más viejos del lugar, oigan. Cuatro goles al Barcelona, cuatro goles como cuatro soles y no ceder ni uno solo en contra. San Mamés ayer, sí, fue La Catedral. Y sus jugadores leones. Nadie sabe lo que pasará el lunes en el Camp Nou, pero evidente es que nadie podrá quitarnos lo vivido anoche. Otra noche mágica más. Y seguro que no será la última. Impensable. Ni siquiera Ernesto Valverde cuando hablaba en la previa de la insistencia de este equipo, erre que erre los últimos años en pos de un título. Pues esta vez tiene todas la de ser esa vez, ese «alguna vez caerá de nuestro lado».
Ernesto Valverde no se reservó nada en tanto enfrente, Luis Enrique apañaba un once sin Piqué, Busquets, Rakitic e Iniesta y una defensa con Vermaelen y Bartra en el eje de la zaga. Era ahora o nunca, a pesar de que aquellos que sostienen que puedes ganarle al Barcelona, pero no a Messi. La solución era tan sencilla que nos costó encontrarla, dijo alguien una vez, y el Athletic pareció tenerlo claro, si no puedes con el ‘10’ argentino, que no le lleguen balones. Y apostó por una presión bárbara en una primera mitad en la que lo más peligroso de los culés fue en el minuto 44 un libre directo del rosarino cerca de la escuadra y que Iraizoz sacó a una mano. Diez minutos, diez, tardó el Athletic en dar dos pases seguidos con el balón. Hasta entonces, el Barcelona se lo quedó para él, tuya-mía, toque y toque, pero sin profunidad, sin llegada.
El Athletic corría y corría, apretaba en cada metro, en cada jugada, en cada tobillo rival. Pero allá en el minuto 7, los azulgranas perdieron su primer balón, obligados desde el mismo felpudo de Ter Stegen a jugar la pelota a un toque. Y ahí empezaron a cambiar las cosas. El alemán que se lía, roban los bilbainos cerca del área, balón que llega a Eraso y su chut lo despeja el teutón. ¡Athletic, Athletic! arengaba una grada que se metía de lleno en el choque. Dos córners a favor seguidos, los leones que empiezan a sacar rédito a su asfixiante presión y llega la jugada del partido, de la temporada en San Mamés.
Pelotazo de Iraizoz desde fuera del área, Ter Stegen que se aventura a despejar de cabeza emulando a su compatriota Neuer, y en el círculo central, ¡San José de mi vida! la baja, y de bote pronto la pega desde unos exactos 47,57 metros para por encima del guardameta enchufarla a la red. Brutal. De ahí a la ida a vestuarios, el Barcelona ni supo ni pudo solventar el agobio al que le sometió el Athletic a lo largo y ancho del campo.
Tanto que antes de la media hora, Messi, aburrido, decidió venirse desde su banda y retrasar la posición para empezar a entrar en juego. Pero ni por esas. Los leones tiraban de ADN, entrega y criterio, sorprendiendo por su generoso esfuerzo a los más desconfiados. El Barcelona, ni asomarse, juego horizontal, lento, pero obligado a ello por el despliegue físico de los rojiblancos. Hasta la mano milagrosa de Iraizoz al filo del descanso, tocada por Messi, ni síntomas de vida. El esfuerzo de los locales había sido tremendo y de los azulgranas se esperaba una inevitable reacción. Lo hicieron a la salida de vestuarios, en un error garrafal de Laporte que Pedro no aprovechó y estrelló su chutazo en el larguero, y en un disparo raso de Messi que Iraizoz sacó abajo en un paradón.
Y de lo que pudo ser, a lo que fue. Ahí apareció Aduriz. El que pedía tranquilidad cara a gol, el que relativizaba la ausencia de puntería. En un abrir y cerrar de ojos, el debutante Sabin Merino que suma el enésimo robo de balón en el Barça, le hace un siete en banda a Dani Alves, centra y allí se eleva Aduriz, en un salto de esos en los que el donostiarra tarda en bajar más que en un capítulo de Oliver y Benji, y la clava. ¡Aduriz de mi vida! Pero como dirían aquellos dibujos animados, no se vayan todavía porque aún había más. El tercero, otra vez de Aduriz, en un centro lateral de Susaeta, rebotes, y el ‘zorro’ que la engatilla adentro. Y como no iba a haber dos sin tres, penalti inocente de Alves sobre Beñat y allá que va el donostiarra, desde los once metros, engañando a Ter Stegen.
El último rojiblanco que le hizo una triplete al Barcelona fue Manu Sarabia hace ya muchos, muchos años, en 1980. No dio el Athletic opción para más, apuntaló su defensa hasta hacerla impenetrable, cerró filas, 4-0 y pitido final. Inenarrable. San Mamés en estado puro. Qué nocha la de aquel día... No pares, sigue, sigue....San José, Aduriz... ¡Athletic de mi vida! Y nueve canteranos en el once.