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Más de un fallecido al año en Nafarroa por toros y vacas desde 2008

La muerte en un joven de Calahorra corneado en Lerín no es una excepción. Ocho personas han fallecido por ello en estos siete años.


Cualquier apasionado de los encierros pudo madrugar ayer para correr ante toros de verdad en Tafalla (8.00) y seguir –como es muy habitual– una hora después ante vacas en el escarpado Pilón de Falces. Desde ahí tenía opción de acudir al encierro de Santacara (11.00), empalmar con Murchante o Buñuel (12.00) y, ya por la tarde, seguir jugándose la vida en Monteagudo, Los Arcos, Aibar, Berbintzana, Cabanillas, Murchante...

Uno de los pueblos más referenciales para los aficionados es Lerín. Con el recortador de Calahorra Miguel Ruiz Pérez, fallecido el domingo de una cornada en el abdomen a los 29 años, en las últimas tres décadas se cuentan tres muertos en la localidad, es decir, tantos como los producidos en el mismo periodo por los encierros de Iruñea.

La diferencia sustancial es que Lerín tiene solamente 1.700 habitantes. Ayer se tiñó de luto y suspendió la sesión de vacas, pero antes de la concentración de duelo sí se realizó el encierro diario, planteado como homenaje al malogrado joven riojano. En Calahorra también se anuncia un tributo en forma de carrera y capea posterior, el día 25.

Ampliando el foco más allá de esta localidad de Tafallaldea, los datos no son menos tremendos. Desde 2008 a esta parte en el conjunto de Nafarroa se contabiliza más de un fallecido al año por esta actividad presuntamente festiva: uno también en Lerín y uno en Marcilla en 2008; un menor de 16 años, arrollado por un cabestro en Cabanillas, y el madrileño Daniel Jimeno, corneado en Iruñea, en 2009; en 2011, un vecino de Donostia empitonado en Lodosa tras escapar un animal del recorrido; en 2013, un murchantino en Fustiñana; y en 2014, un vecino de Artajona que se golpeó en el suelo tras ser alcanzado por una vaca. En la lista aparecen desgracias provocadas por vacas, novillos y toros. También se alternan irregularidades y fallos (los casos de Cabanillas y Lodosa) con situaciones perfectamente legales, como esta última de Lerín.

3.000 euros por sesión

Una sesión de vacas viene a costar una media de más de 3.000 euros a la localidad correspondiente, habitualmente del sur de Nafarroa, lo que hace que sea el mayor gasto de fiestas junto a la contratación de orquestas. Sin embargo, ni siquiera en estos tiempos de crisis la actividad ha decrecido sustancialmente. La mayoría de los ayuntamientos creen que sería muy impopular renunciar a la tradición.

El propio caso de Lerín es significativo: el nuevo equipo municipal, que se encontró el programa ya cerrado al tomar el cargo, había insinuado la posibilidad de que el próximo año no hubiera vacas el Día del Niño, por la contradicción que conlleva. Pero, en principio, sería solamente una jornada menos.

En estos pueblos, a la gran cantidad de sesiones, en muchos casos encierros que se prolongan durante dos horas, se le suman las características del ganado, a menudo más peligroso de lo que dicta la prudencia. El ganadero Eulogio Mateo, que llevó a Lerín las vacas del domingo, admitía en ‘‘Diario de Navarra’’, que en esta ocasión el Ayuntamiento le había pedido vacas «más flojas» que el año pasado, cuando ya hubo una persona corneada. Se trataba de animales de tres y cuatro años, pero con astas puntiagudas como para matar a una persona.

En cualquier caso, todo parece tener pleno encaje legal, más allá de algún error técnico como la ubicación de los sanitarios en un lado de la plaza y la ambulancia al otro, lo que ralentizó la atención inicial. La alcaldesa ha prometido corregirlo.

Cada verano deja su reguero trágico, pero este amenaza con romper récords en el Estado, donde ya se cuentan nueve fallecidos, cuatro este fin de semana. El hecho de que la mayor parte de las cogidas sean grabadas amplifica su eco por medios y redes sociales. No les va mucho mejor a las corridas: dos toreros han estado a punto de morir en seis días (Francisco Rivera y Jiménez Fortes). El parte de brutalidades es diario. En Tafalla, el sábado resultó cogido grave el estellés Francisco Marco, y el domingo un caballo fue sacrificado tras otra cornada.