«Prohibido el paso»: Un mundo con cada vez más muros
25 años después de que cayera el denostado Muro de Berlín, el mundo asiste a una proliferación de barreras fronterizas al libre tránsito de seres humanos. Los gobiernos lo erigen en nombre de la seguridad y contra la inmigración, aunque su eficacia es más que dudosa. También su ilegalidad.
Mientras la globalización ha abolido las fronteras para las mercancías, el tan falso como interesado argumento de la segurocracia y el afán por cerrar las puertas a millones de refugiados que huyen de las guerras o a otros tantos millones de inmigrantes que buscan simplemente un futuro se han unido para provocar el levantamiento de muros por todo el mundo. De nada han servido las advertencias de los expertos, que alertan de la ineficacia de estas barreras a medio y largo plazo.
Hace un cuarto de siglo, coincidiendo con la caída del Muro de Berlín, había censados 16 muros en todo el mundo. Actualmente hay 65, terminados o en construcción, según el estudio de la investigadora Elisabeth Vallet, de la Universidad de Quebec.
La que muestra el mapamundi en estas páginas es una selección de los principales muros. Todos ellos, como el que Kenia está levantando para impedir la infiltración de yihadistas somalíes, tienen en común que se erigen como símbolos agresivos, pero su eficacia es como poco relativa. «Son decorados de teatro«, asegura Marcello Di Cintio, autor del libro “Muros, viaje a lo largo de las barricadas”. «Ofrecen una ilusión de seguriad, pero no dan seguridad».
Pese a los obstáculos, los migrantes terminan por pasar y, pese a los centinelas, el Muro de Berlín no llegó a ser nunca totalmente impermeable.
Los defensores de los muros defienden que las fugas son más soportables que una inundación, pero Di Cintio recuerda las repercusiones sicológicas de estas barreras. Pone como ejemplo el caso de los ancianos de la tribu india Tohono O´odham. Varios de ellos murieron de dolor cuando la construcción por EEUU del muro en la frontera con México les dejó sin acceso a sus lugares sagrados.
El sicólogo berlinés Dietfried Muller-Hegeman bautizó en los setenta la «enfermedad del muro» con síntomas como altas tasas de depresión, alcoholismo y violencia doméstica.
Además, los muros nunca acaban con las causas profundas de la inseguridad o la inmigración: nunca ha frenado el auge de la inmigración o de los atentados. Sinplemente ha obligado a estos a adaptarse.
Reece Jones, autor de la obra “Muros fronterizos: seguridad y guerra al terrorismo en EEUU, India e Israel”, asegura que los muros solo son eficaces contra los más pobres y desesperados. «Los cárteles de las drogas y los grupos terroristas tienen los medios para sortearlos (...) El cierre de fronteras no hace sino desplazar el problema, conduciendo a los migrantes a través de terribles desiertos o barcos de fortuna en el Mediterráneo, lo que no hace sino aumentar la cifra de víctimas». Más de 40.000 personas han muerto desde 2000 intentando emigrar. Es el viejo mito de la frontera, de la línea trazada en la arena. Tranquilizadora pero ilusoria.
EUROPA
Los gobiernos europeos, con honrosas e inesperadas excepciones –la de la Alemania de la tan denostada Merkel– están dando otra muestra de su miseria política a la hora de tratar la que se perfila como la mayor crisis de refugiados de los últimos decenios en el continente. Pero la convulsa historia europea está llena de dramas mucho mayores. Y los países limítrofes a Siria, Afganistán, Eritrea... soportan desde hace años llegadas no de miles sino de millones de refugiados. Como los que imploran en la imagen a la Policía macedonia.
HUNGRÍA
En julio de este año, el gobierno derechista de Hungría inició la edificación de una barrera de cuatro metros de alto y 177 kilómetros de extensión a lo largo de su frontera con Serbia, en un intento de frenar la creciente avslancha de refugiados que huyen de las guerras en Siria, Irak, Afganistán y Pakistán. Budapest cifra en alrededor de 100.000 las peticiones de asilo recibidas en lo que va de año. Mientras tanto, el Gobierno de Viktor Orban utiliza la represión policial y amenaza con autorizar legalmente al Ejército para intervenir.