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ANGELITA BURGOA Y JONE ARTOLA
MADRE DE IBON IPARRAGIRRE Y FAMILIAR DE PRESOS VASCOS

«Cada día se inventan una excusa nueva para impedir que Ibon pueda salir»

Angelita Burgoa y Jone Artola recuerdan que la situación de Ibon Iparragirre es grave, y no queda otra que trabajar hasta que le permitan ser atendido como se debe... y como dice la propia ley de quienes le mantienen preso con todo tipo de excusas.


Cuando preguntas a Angelita Burgoa por el estado de su hijo, la respuesta sobrecoge. «Hace quince días estuvimos con él. Estaba fatal, como una persona de 80 años, no podía ni caminar, iba arrastrando los pies. Nos dijo que tenía mucho dolor y que le dificultaba andar, estar sentado... prácticamente todo. Cuando le dejamos, salimos fatal. Luego le han hecho placas en la espalda y le han dicho que tiene desgaste en los huesos, que le van a poner un tratamiento. Además, le están dando todos los días una inyección de nolotil. La semana pasada estuvo un amigo, y aunque no lo encontró bien, ni mucho menos, le dijo que se sentía mejor. Pero como nosotros no hemos estado con él desde el traslado, no podemos comparar. Hablando por teléfono está como más tranquilo, pero es que también está sedado. Le dan una especie de tranquilizante que le para un poco, se le nota a la hora de hablar… pero ahora no se queja del dolor». Así está Ibon Iparragirre.

La madre del preso ondarroarra acude a la cita con GARA acompañada por Jone Artola, cuyo trabajo por los derechos de los presos no necesita presentación. Hoy se va a celebrar una marcha solidaria a la cárcel de Alcalá Meco y aprovechamos para hacer balance de su situación,lo vivido y lo que queda por hacer. Y Angelita se encomienda a la tarea sin levantar la voz, serena, pero con una mirada que transmite la determinación de una madre que ha sido puesta a prueba demasiadas veces. Ella lleva el peso de la conversación, y no puede ser de otro modo; estamos hablando de su hijo.

Recuerda, por ejemplo, cómo ha sido el último traslado a Alcalá Meco: por sorpresa y sin saber durante horas dónde estaba. «Lo habían traído para asistir a un juicio por faltas –el denunciante no se presentó– y esperábamos que una vez aquí pudieran verle los médicos que le han tratado, los de confianza. Pero nos llevamos una sorpresa desagradable». Sí pasó consulta con un médico de Txagorritxu, donde Iparragirre fue conducido, a causa de su estado, «colgado de dos ertzainas, como un monigote», pero solo estuvo un cuarto de hora antes de que lo devolvieran a Zaballa. Lo hicieron pese a que el facultativo admitió a Angelita que Ibon estaba «muy mal» y que la enfermedad le estaba cogiendo las meninges.

Lo que no esperaban era que, teniendo cita concertada en Galdakao el 26 de octubre, volvieran a trasladarlo poco antes. «Pero resulta que el día 24 fuimos y no estaba allí. Preguntamos cómo es que no estaba, y nos dijeron que lo habían trasladado la víspera y que en ese momento estaba en Burgos».

De inmediato preguntaron si podían mantener, pese a todo, la visita semanal que les correspondía. «‘Sí, sí, le corresponde’ nos dijo el funcionario, y añadió que fuéramos para las 17.15, que era la hora de las visitas. ‘Usted seguro que le va a ver’, me dijo», narra la madre. Se toma un respiro y sigue: «Fuimos de inmediato a Burgos, llegamos a las 16.30 y nos dijeron que no estaba allí, que había salido por la mañana. Pregunté, ‘¿y dónde está?’ Y me respondieron: ‘Pues ahora en el limbo. Cuando llegue a destino y pueda llamar, sabrán dónde está’».

Lo del limbo se lo dijeron en Burgos. Pero era peor. Al día siguiente llegaron a Madrid, «y fue cuando lo encontramos desecho. Es increíble cómo una persona en un mes puede cambiar su estado de esa manera».

Mensajes codificados

Desde Madrid les ha llegado, también hace pocas semanas, otra mala noticia; la negativa del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria a excarcelar a Iparragirre. Arguye el juez que el preso, que padece sida en estado avanzado y múltiples dolencias derivadas de su enfermedad, puede llevar «una vida normal en prisión». «En el recurso de reforma el juez ya nos dijo que en la situación que está él puede vivir de un año a cinco, y que puede estar en la cárcel perfectamente», evoca su madre, dejando claro que casi nada le sorprende a estas alturas.

«Siempre le han puesto alguna excusa, cada día le buscan cosas nuevas», explica. Excusas como que «es un preso que no se adapta, que suele tener reyertas, algo que no es verdad». A no ser que en el farragoso lenguaje de la Audiencia Nacional reyerta equivalga a ser golpeado por dos personas, como le ocurrió anteriormente en Alcalá.

La última es de traca: «Le han dicho que cuando me llama suele mandar mensajes codificados. Y ni siquiera sabe qué es eso. Ya me dirán a mí qué mensajes codificados son...».

Surrealista. «Es otra invención más para no aplicarle la ley», interviene Artola, quien luego denunciará que «estos funcionarios están prevaricando. Un juez no puede decir que no pone en libertad a un preso con una enfermedad grave e incurable porque le hayan mandado un informe que dice no sé qué y que no nos creemos. Más bien creemos que esto no es un tema judicial, es una medida política». Y frente a ella, insta a políticos e instituciones vascas a «que activen sus protocolos para decirle al Estado que con este tema se ha acabado, que debe solucionarse poniéndolos en libertad ya».

De momento, han conseguido que el Parlamento de Gasteiz demande la excarcelación de Iparragirre, igual que el propio lehendakari, el pasado 16 de octubre. «Dijo que Ibon debería estar en casa, aunque tampoco le dieron mucho bombo en la mayoría de los medios», lamenta Angelita. Con todo, la satisfacción se la dan las numerosas iniciativas desarrolladas en las últimas semanas, como Etxera Gunea, en Bilbo, o la marcha de hoy a Alcalá Meco.

«No podemos estar quietos»

«El objetivo de la marcha es darle apoyo, que se sienta querido. Sí que necesita que le den fuerza, unos gritos, que oiga que la gente está con él, que trabaja para sacarle. De todos modos, esto no va a parar aquí, porque la situación es tan grave que es imposible que estemos quietos. No podemos estar esperando, debemos hacer fuerza entre todos para lograr que Ibon esté en casa dentro de poco», apostilla.

En esa búsqueda de apoyos y complicidades, es obligado preguntar si piensan que la aparición de pasquines sobre Ibon junto a los autobuses quemados en Derio puede afectarles. «No sé si hubo pasquines o no, eso es lo que se ha dicho», Burgoa no las tiene todas consigo. Aunque añade: «Nosotros no estamos en eso, estamos a que todo el mundo arrime el hombro, haga un esfuerzo y no tengamos cosas de este tipo. Tenemos que estar unidos para sacarle de allí». En esa línea, celebra la aprobación unánime en los municipios de Lea Artibai de mociones solicitando la libertad de su hijo.

Volviendo a Etxera Gunea, se felicitan por el resultado. «Hemos tenido una gran respuesta, muy plural, por parte de la gente que pasaba, se acercaba, preguntaba... Vamos a seguir en esa línea de buscar apoyos a todos los niveles», indica Artola. Justifica la iniciativa en que «ante el panorama que nos ha descrito Angelita, no te puedes quedar con los brazos cruzados, esperando a que el Estado reconozca que no está cumpliendo sus leyes o cambie de actitud». Por eso, aprovecharon el traslado de Iparragirre para hacer un trabajo de socialización y solidaridad. «Se han recogido muchas firmas que se han enviado al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria en las que se exige la libertad de Ibon, para que pueda ser tratado de su enfermedad en las mejores condiciones posibles, como le corresponde por derecho».

Firmas de colectivos, personalidades y mucha gente anónima. «Fue el inicio de una serie de compromisos compartidos que estaría bien trasladar al resto de pueblos con presos con enfermedades graves», plantea. Angelita asiente, sin ninguna resignación que vele su mirada.