INFO
Elkarrizketa
JABIER SALUTREGI
DIRECTOR DE «EGIN»

«Nosotros hemos pagado sus barbaridades; ellos nos tienen que pedir perdón»

Ostenta el amargo récord de haber sido el único director de periódico encarcelado en la Europa de este siglo. En la memoria quedan Alcalá, Picassent y Burgos, tres escenarios de una condena de siete años y medio que dilataron un tiempo de pesadilla.

Arakatzaile honek ez du bideo elementua onartzen.


Reconoce que en estos escasos días de libertad ha vuelto mentalmente a la cárcel unas cuantas veces. Sobre todo cuando no puede dormir. ¿Sus planes de futuro? «Mira qué sonrisa se me pone», responde. Es, ciertamente, una amplia sonrisa. «Me he jubilado, estoy bien», subraya. Y anuncia paseos, lecturas y disfrutes tranquilos. Vivir, ponerse al día y, además, «ahora me ha dado por pintar. Mal –aclara entre risas–, pero me entretiene».

Ha tenido cálidos recibimientos a la puerta de la prisión de Burgos y en su pueblo, en Ea. ¿Qué sensaciones ha tenido?

Son sensaciones explosivas. Aunque lo esperas, no sabes cómo va a ser hasta que no estás ante ello. Me ha sobrepasado y me ha emocionado. Ver a la hija de Josu Muguruza en persona, a la que no conocía apenas, me rompió un poco por dentro. Sí, ha sido brutal, emocionante.

¿Cómo ha sido la experiencia de estos años en prisión?

Sabes por qué estás, pero al final acabas preguntándote para qué. Allí lo único que puedes hacer es enfrentarte a ti mismo. Es bueno por un lado, pero también es malo porque te revuelves con tus neuronas. La cárcel es jodida, para qué vamos a decir tonterías. Haces amistades de hierro, tienes tiempos de mucha introspección y hay que tener voluntad para estudiar, para leer, para dominar la rabia. Pones en marcha tus mecanismos de defensa, alzas muros para no hipersensibilizarte y relativizas mucho todo. Las cosas que has dejado fuera, los malos genios, las malas leches y todas esas cosas te parecen estúpidas. Y en fin... quieres más a la gente.

En realidad, y son sus palabras, la condena comenzó hace diecisiete años y medio... ¿Qué ha sido lo más duro de este proceso?

Todo en su conjunto. Son diecisiete años de pesadilla. Lo pasé muy mal y reconozco que además estaba mal. Creo que si me hubieran metido a la cárcel y hubiera hecho todo de una tacada, habría sido muchísimo mejor que ir por etapas. Además, metieron el caso ‘‘Egin” dentro de un montón de piezas y entonces se difuminó mucho. Eso también me dio mucho coraje. Si a “Egin” lo hubieran juzgado como a “Egunkaria”, por ejemplo, en un caso especial, único, creo que habría sido diferente.

¿En qué habría sido diferente?

No se habría difuminado la culpabilidad o no culpabilidad de “Egin”. Se habría centrado mucho más en lo que era un periódico, en lo que era la libertad de expresión, en lo que era borrar del mapa una empresa periodística. Y nos mezclaron con gente que vendía bacalao por un lado, que defendía la desobediencia civil por otro, que eran del aparato de Exteriores de Herri Batasuna... Era el «todo es ETA». Todo era ETA y todos a la cárcel. Al introducirse el caso “Egin” dentro de ese conglomerado, “Egin” era una cosa más. No me sentí con fuerza suficiente para salirme de ahí y decir: somos distintos. Quizá tampoco distintos, pero sí somos diferentes.

A su salida dijo que ha aprendido mucho en prisión. A una persona bien informada como usted, ¿qué le ha enseñado la experiencia de la cárcel?

Te enseña mucho. Por ejemplo, ahora tengo otra concepción sobre la delincuencia común. Creo que la gente que está en la cárcel tiene el delito como un instrumento de supervivencia. Son conscientes de que ésa es su forma de vivir porque no tienen otra. Aprendes que son seres humanos, seres humanos como cualquier otro, pero sin opciones, y viven así, de sus atracos y de sus detenciones. Y llegas a aceptarlo y los ves de otra manera. No como delincuentes. En la cárcel relativizas todo.

Y respecto a los presos políticos vascos, ¿qué le ha enseñado que no supiera ya?

Nos enseñamos los unos a los otros. Ver cómo mantienen sus convicciones es de una dignidad tremenda. Nos enriquecemos entre nosotros, con las visiones que tiene uno sobre la vida, el otro sobre la política... Debates fortísimos muchas veces, a cara de perro, pero al día siguiente igual de amigos. Eso es una maravilla.

Los encarcelados por “Egin” no son precisamente jóvenes. ¿Cómo ha influido en su caso el factor de la edad?

Las diferencias generacionales a veces son casi insuperables. Me he dado cuenta de que nosotros tenemos que transmitir mucha historia. Y no hemos sabido transmitirla. Es culpa nuestra porque no hemos sabido transmitir todo nuestro bagaje. Y te tropiezas con gente que te pregunta, por ejemplo, quién es Jon Idigoras. Por otro lado, si la cárcel ya es dura, para una persona que está rozando los 70 es tremenda.

Durante estos años han muerto algunos de sus compañeros procesados. ¿Cómo ha vivido ese tipo de situaciones?

Las muertes en la cárcel tienen un sentido totalmente diferente. No sabes hacer el duelo, no se te mueren del todo, están todavía vivos para ti. Al salir es cuando ves las calvas, ves la gran foto tuya, la de tu vida, ves la masa coral de toda la gente que has conocido y de repente ahí hay ausencias. Y es cuando verdaderamente empiezas a darte cuenta de que se han muerto. Es así. Y es muy duro. Tremendamente duro. Es una sensación muy rara la de la muerte. Y luego están esos mecanismos de defensa de los que antes hablaba. Proteges tu sensibilidad como sea y al principio las situaciones duras no te hacen tanto daño, pero poco a poco van penetrando, te estallan dentro y te resquebraja. Incluso la muerte de tu perro.

Del sumario “Egin” todavía hay dos personas que siguen en prisión...

¿Qué puedo decir? Eso es dolorosísimo. Que siga gente ahí metida por aquello... Aquello fue una salvajada, y no deja de ser salvajada porque haya pasado el tiempo. Hicieron una salvajada y nos tienen ahí porque tienen que justificar aquello de alguna manera. Y nos siguen teniendo. Nosotros somos los que pagamos sus barbaridades. Ellos nos tienen que pedir perdón alguna vez. Y a mí me tienen que pedir perdón. Yo no tengo que pedir perdón absolutamente a nadie. No sé cómo explicarlo, porque me da mucha rabia y todavía me produce una indignación tremenda. Todos estos años he sufrido esta rabia y he tenido que hacer esfuerzos por apartar esta idea de mi cabeza.

¿Por qué cerraron “Egin”?

Necesitaban cerrar el pepito grillo que había ahí. Nada más. Aunque fuera un periódico de tirada pequeña, tenía bastante difusión, y no podían permitir fotografías de un tío machacado en mitad de la primera página, un titular que diera las atrocidades de los calabozos... No podían permitirse eso. El Estado profundo que también existe en España exigía cerrarlo.

Asegura que recordará la experiencia de la cárcel sin dolor. ¿Es eso posible?

Lo voy a intentar, sí. Hay cosas que todavía duelen y duelen muchísimo, pero hay que intentar recordarlas con la mayor frialdad posible. Y sí, hay que intentar evitar el dolor y tragarlo. Meterlo en el disco duro de uno como una experiencia, como lo que fue, amarga, pero como una experiencia vital terrible, tremenda, que tiene sus lados positivos.

¿Además de una actitud personal, es una actitud política válida para encarar el futuro?

También. En gran parte es también una actitud política. Si queremos llegar a una convivencia plena y queremos vivir con tranquilidad y paz en este pueblo, tenemos que olvidar todos, y cuando digo todos, digo todos. Olvidar o recordar sin dolor, porque olvidar no se olvida nadie. De nada. Y hay muertos por todas las esquinas. De un lado y del otro. Y hay flores en las tumbas de unos y hay flores en las tumbas de los demás. Y hay dolor aquí y hay dolor allá. Compartamos ese dolor en la medida que podamos.

¿Cómo se ve desde una celda la evolución política de estos últimos años en Euskal Herria?

Se ve detrás de unos cristales muy gruesos. Te quedas en la apariencia, no puedes entrar en la profundidad de la situación. Intuyes más que ves, barruntas muchas cosas también, pero está claro que en lo que respecta a la izquierda abertzale, se ha dado un giro tremendo, que nos está costando mucho, pero se ha adelantado mucho, y tenemos que adelantar todavía mucho más. Creo que se está haciendo bien, a pesar de todas las críticas que tengamos o de todas las autocríticas que nos hagamos, que hay que hacerlas.

¿Y la evolución en estos años en el Estado español?

También se ha dado, pero lo que ocurre es que la izquierda y la derecha son, ante todo, españolas. No pueden comprender que haya catalanes que no se sientan españoles. Ni que haya vascos que no seamos nada españoles. No les entra en la cabeza. Les tendrá que ir entrando poco a poco. Dicen que en el caso de la autodeterminación de Euskal Herria o de Catalunya tienen que votar todos. Pues es lo mismo que decir que cuando quieras marcharte de Europa, tiene que votar toda Europa.

¿Qué opinión le merece la actitud de los medios de comunicación hacia el caso “Egin”?

Muy mala, y lo digo sin acritud. Salvo contadas excepciones, todos los periódicos están pegados a la hegemonía ideológica española. Están todos domesticados. No entiendo cómo el periodismo no hace una crítica más feroz del establishment. Además, no tienen vergüenza. No dijeron nunca nada. Nada en contra del cierre de un periódico que hasta los jueces dijeron que estaba mal. Es el colmo. Salvo Ansón [José María, director de ABC entonces], fíjate tú, uno de la derecha, que fue la excepción. Nadie puso en tela de juicio que aquello era una auténtica barbaridad jurídica. Se pusieron de acuerdo con Mayor Oreja, un paranoico que ve fantasmas por todas las esquinas.

¿La batalla del relato se libra también en los medios de comunicación?

Es que básicamente ahí está el relato. Ellos son el vehículo del relato, del nuevo relato. Siempre he dicho que deberíamos dejarles que hicieran el relato. Nosotros haremos el prólogo y lo ubicaremos, es decir, diremos dónde y cómo se ha hecho el relato, y quiénes lo han hecho. Con eso ya basta. En paralelo, nosotros debemos hacer nuestro relato. Y ya veremos cuál es el relato que queda.

Como periodista encarcelado, ¿qué opina sobre la autocrítica que exigen desde algunos estamentos y partidos a la izquierda abertzale?

Me parece que piden la autocrítica de la izquierda abertzale para no hacer ellos su autocrítica. Tapan con esa petición la escasez o la nada de la autocrítica por su parte.

Después de este largo proceso, ¿ha cambiado su percepción sobre los periodistas?

Sí. Los periodistas han cogido una preponderancia absoluta. Aquella humildad que daba el saber estar, el ser consciente del cometido que tenías, todo eso se ha perdido. Los periodistas somos periodistas, lo único que tenemos que hacer es transmitir las informaciones lo más rigurosamente posible. Se han perdido las nociones básicas del periodismo. Ahora se creen dioses. Y el periodismo son trincheras. Cada periódico es una trinchera. Lo malo es que casi todas las trincheras son de derechas.

¿De qué manera pueden contribuir los medios de comunicación en la resolución del conflicto?

De una manera importantísima si se dedican a levantar acta de la realidad. Además, deberían hacerlo con crítica a las partes activas que no están queriendo buscar esa confluencia y esa paz. Hay que ser críticos, y críticos con todos, además. Hay que situar a los políticos recogiendo lo que dice la gente.

¿Y lo están haciendo?

Yo creo que no. Ellos imponen a sus lectores sus lecturas.

¿Qué titular le gustaría escribir sobre los exiliados y los presos políticos vascos?

¡Uf! Yo hablo desde Burgos... Todos fuera. Todos en casa. Pero ahí hay mucha tela que cortar. Amnistía, utópico, no utópico... Creo que la amnistía hay que perseguirla hasta el final porque es un proceso igual al de la independencia, van solapadas una con la otra y, mientras, hay que hacer lo que haya que hacer.

 

EN CORTO

Su crónica más triste:

Josu Muguruza.

La más gratificante:

Las conversaciones de Argel... Son muchas, lo que pasa es que luego han ido cayendo.

Un titular pendiente:

A corto plazo, «Arnaldo, egun on!»

El momento más difícil:

El cierre de “Egin”, con diferencia.

El personaje que más le ha impactado:

Josu Muguruza. Y Jonan Aranguren, «Iharra».

La entrevista que le gustaría hacer:

Fidel Castro.

El editorial más necesario:

Ha llegado el día. Gora Euskal Herria!

Una foto de primera página:

Difícil, porque es la de todo un pueblo. Todo el mundo en pie.