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Los musulmanes, víctimas por partida doble

En las 2.500 mezquitas del Hexágono, las ceremonias de mañana, primer viernes de oración tras los atentados que han golpeado París, van a celebrarse en un ambiente muy especial. El Consejo Francés del Culto Musulmán ha preparado un «texto solemne».


El documento que anunció ayer el CFCM, en el que se rechaza toda «forma de violencia o de terrorismo», marcará la «pauta» de los sermones en lo referente a los dramáticos hechos registrados el pasado viernes. Además, se ha organizado una concentración ante la Gran Mezquita de París, a las 14.00, para reiterar «el profundo apego» de los musulmanes «a París, a su diversidad y a los valores de la República».

Esa es la fórmula elegida por el CFCM para condenar los atentados sin ningún tipo de ambigüedad cuando se está acentuando un clima de desconfianza hacia los musulmanes. Como ya ocurrió tras el ataque a “Charlie Hebdo” en enero, la derecha y la extrema derecha colocan a las 129 víctimas mortales como consecuencia de un problema de integración, de la radicalización de la interpretación del Corán e, incluso, de la incompatibilidad del islam respecto a Francia y las sociedades occidentales.

«Da la impresión de que, desde hace 20, 25 o 30 años, nadie ha cambiado el discurso», lamenta el islamólogo Tariq Ramadan, quien incide en el hecho de que la radicalización de los jóvenes yihadistas franceses «no nace en las mezquitas». «¿Entonces –se pregunta–, por qué lo convertimos en un problema ligado a la religión».

A esa persistente amalgama se opone la objetividad de los hechos. Según el antiguo juez antiterrorista Marc Trévidic, que ha tratado decenas de casos, solo un 10% de los franceses que parten a la yihad –los servicios de inteligencia han identificado a 450 personas–, lo hace por convicciones religiosas. Para el restante 90% las motivaciones serían personales: «para combatir, por la aventura, por venganza, porque no encuentran su lugar en la sociedad». El problema, por tanto, es más social que otra cosa. «Estas personas habrían sido peligrosas en todos los casos, con o sin yihad», insiste Trévidic.

Daesh, una «nueva religión»

En búsqueda de la aventura, de la pertenencia a una comunidad o de un ideal, los actuales yihadistas podrían compararse a los jóvenes maoístas franceses que se sumaron a la Revolución Cultural en los años 70, comenta Olivier Roy, investigador y antiguo miembro del movimiento maoísta Gauche prolétarianne (Izquierda Proletaria).

Ese distanciamiento respecto la religión es corroborado por la investigación del periodista David Thomson, autor del libro “Les Français jihadistes”, que remarca el papel de Internet en la radicalización: «La mayoría son jóvenes y tiene una práctica [religiosa] reciente, de pocos años o unos meses. No es que descubran el islam en Internet, pero sí es donde aprenden la obligación para todo musulmán de hacer la yihad, porque eso no se enseña en las mezquitas francesas».

«Si la actuación de Daesh hace referencia a la yihad, la pervierte de forma desvergonzada y es reflejo de una impresionante ignorancia de su significado», abunda Abdelmajid Charfi. Tras los atentados de “Charlie Hebdo”, este reconocido experto en el islam y antiguo decano en la Universidad de Túnez subrayó la debilidad de los lazos entre el islam y el Estado Islámico: «Promueve un islam retrógrado, sectario, violento, misógino... que, ciertamente, comparte algunas creencias con la religión que practican 1.500 millones de musulmanes, pero lo que le separa de ellos es infinitamente más importante que lo que les acerca». Para Charfi, lo que él define como una «nueva religión» está, principalmente, «al servicio de conflictos políticos, geoestratégicos y financieros que la sobrepasan».

Precisamente, cuestiones geopolíticas convierten a los musulmanes en las primeras víctimas de los atentados islamistas en Oriente Medio. Según estadísticas del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización (ICSR), el 80% de las víctimas del EI son musulmanes, en su mayoría chiítas.

Pero estos datos escapan a los discursos discriminatorios que pululan por el Hexágono, donde se han registrado numerosos actos islamófobos tras los atentados de París. Por ejemplo, en la sala de culto de Oloron-Sainte-Marie (Bearne), el sábado pintaron “Vive la France libre” y “LVF 39-15 Now”, en referencia a la Legión de voluntarios franceses que colaboró con los nazis.

Atrapados entre la barbarie de Daesh y la islamofobia, los musulmanes aparecen como víctimas de los atentados islamistas por partida doble.