«Hay ‘de facto’ un cese bilateral que podría ser verificado desde ya»
Santrich, miembro del Estado Mayor Central de las FARC-EP además de negociador, recibe a GARA en La Habana. Repasa los momentos más difíciles de este proceso, pero también mira ya más allá, a cómo ganar políticamente en una Colombia en paz.
Recibe a GARA en el hotel Palco de La Habana. Lo acompaña otra compañera de la delegación de paz de la guerrilla. La temperatura es inusualmente fría para la capital cubana por culpa de un frente. En una conversación distendida, valora el momento actual de las conversaciones, rememora los momentos más duros de estos más de tres años de diálogos y expone los temores de las FARC y cómo proyectan su paso a la vida civil y política en ausencia de conflicto armado. Tras un Acuerdo Final, a nivel personal le gustaría ejercer la docencia, «ayudar a promover el arte y la cultura, narrarle a las nuevas generaciones lo que ha sido esta larga confrontación para superar los dolores y las heridas que deja toda guerra», aunque, matiza, «uno se coloca donde se le ubique de manera colectiva». Y expresa un profundo agradecimiento a los países garantes, Cuba y Noruega, y a los acompañantes, Chile y Venezuela, sobre todo «al compromiso de Hugo Chávez».
Tras el acuerdo de víctimas y con el plazo del 23 de marzo a la vuelta de la esquina, ¿cómo valora el momento actual?
El balance luego de 46 ciclos de trabajo, más de 500 días consecutivos de labores, es que hemos tenido un avance inmenso, como nunca antes. El material que queda por discutir es bastante denso y complicado, y el tiempo se le restó con una discusión un tanto anodina que se presentó luego del 23 de setiembre, cuando el jefe de la delegación gubernamental colocó una coletilla al acuerdo firmado diciendo que era un acuerdo en desarrollo. En realidad, perdimos casi tres meses en ese debate para reacomodar el acuerdo sobre la Jurisdicción Especial para la Paz. Afortunadamente, se resolvió, con algún lunar, cierto, pero es parte de lo que unos y otros tienen que ceder en una negociación así.
Hay 42 salvedades y son de tan profundo calado como la de la erradicación del latifundio. Hemos pactado una reforma rural, pero la tenencia de la tierra sigue concentrada en pocas manos. Los campesinos están siendo expulsados de sus tierras y hay un proceso de extranjerización de la tierra. No son asuntos de poca monta.
Hago toda esta explicación para argumentar que no es lógico ni razonable que la firma del Acuerdo Final se pueda dar el 23 de marzo, pero estamos trabajando intensamente y el balance es positivo, porque aparte de esos acuerdos parciales hemos acordado la búsqueda de personas desaparecidas en el contexto del conflicto y se han hecho acuerdos de desescalamiento. De hecho, la determinación unilateral de cesar el fuego y las hostilidades por parte de las FARC y que ha sido correspondida por el Gobierno con el cese de los bombardeos es, hoy un día, un cese bilateral de fuego y de hostilidades de facto en todo territorio nacional. El Consejo de Seguridad de la ONU ha aprobado la verificación de las hostilidades con el concurso de la CELAC. Comenzarían a trabajar luego de la firma del Acuerdo Final pero, en nuestra opinión, si es para verificar el cese al fuego, ya lo podría hacer.
En esta fase que muchos llaman recta final, se necesita poner la máxima voluntad para resolver asuntos muy serios como el esclarecimiento del paramilitarismo y su extirpación. Aunque llevamos tres años construyendo el acuerdo de paz, las bandas paramilitares o criminales, como las quieran llamar, siguen actuando a sus anchas.
¿Cómo vivió aquel 23 de setiembre en que se puso fecha a un Acuerdo Final?
Con mucha esperanza. Sabíamos que era un mensaje simbólico que iba a dar fe al pueblo colombiano. Y nunca jamás imaginé que en menos de 24 horas el Gobierno reversara de la forma en la que lo hizo. En el mundo no ha ocurrido que, después de formalizar un acuerdo con la presencia de la comunidad internacional y ese protocolo tan excelente, un gobierno diga que no es un acuerdo en firme. No haces una ceremonia de ese tipo para aprobar un comunicado o un proyecto de acuerdo. Afortunadamente, eso ya se superó y es una experiencia que debemos tener en cuenta. Al país hay que darle certezas y el Acuerdo Final debe tener seriedad. Cuando se empeña la palabra, debe cumplirse. Para nosotros, la palabra tiene mucho valor, así no haya firmas por delante.
Ustedes realizaron un acto de perdón en Bojaya. Y en La Habana se acaban de reunir con víctimas de la masacre de la Chinita...
Entre los revolucionarios existe un principio que es el de la autocrítica: reconocer los errores y las faltas cuando se han cometido y, sobre todo, cuando se trata de hechos graves que han afectado a las comunidades. Pienso que la guerra misma es un error de la Humanidad, pero a veces nos la imponen, por eso los revolucionarios entendemos que así como hay guerras injustas, las hay que son justas. Y la de resistencia es una guerra justa que, desafortunadamente, también trae consecuencias lamentables para inocentes. Aspiramos a que, si llegamos a una instancia de paz, podamos resarcir a todos quienes han padecido por nuestras acciones, incluso quienes han estado en la otra orilla como enemigos porque esas personas también tienen familias que, quizás, no tienen ninguna responsabilidad.
Jonathan Powell ha afirmado que la Jurisdicción Especial para la Paz sienta un precedente para otros. ¿En qué sentido?
Acá había que crear un nuevo Derecho. Y es lo que se ha hecho. Hemos salido de una jurisdicción ordinaria que daba al Estado el derecho a procesar y castigar. El Estado es el responsable fundamental de la generación de causas que llevaron a la confrontación armada acá y tiene que responder también. Aquí se coloca en un papel central el protagonismo de las víctimas y en eso es un ejemplo esta Jurisdicción. Se levanta sobre los cimientos de verdad exhaustiva y establecer mecanismos efectivos de justicia, de reparación y de no repetición. Pero también se sale de esa visión decimonónica del ojo por ojo y diente por diente y se mete en esta concepción novedosa de la justicia restaurativa o reparadora que se interesa no solamente por restablecer el tejido social, sino por las generaciones futuras, para que no se vean sometidas a la violencia y la guerra.
Gerry Adams sostiene en sus memorias que la negociación más dura es la que uno lleva a cabo con los suyos...
Acá hay un consenso en el conjunto de los combatientes y de las direcciones. Y ese consenso se ha estado renovando constantemente. Cuando se aprobó la Agenda, se le dio a conocer a los combatientes y con autorización de los combatientes se trasladó la delegación que se encuentra aquí. En las FARC no existe ese problema de contradicción, porque lo que se hace es la realización de lo que se ha consultado. Ahora ha habido nuevos viajes a los frentes y a los bloques para explicar lo que estamos haciendo y para consultar los pasos a seguir. Lo más probable es que cuando esté próxima la firma del Acuerdo Final, hagamos una Conferencia Nacional, que sería la décima, para ratificar la decisión.
Lo que hemos propuesto en La Habana, en cada uno de los puntos siempre lo hemos presentado como propuestas mínimas, porque ese no es nuestro programa revolucionario, sino los cambios que nosotros creemos que se deben dar para abrir vías de democracia y transformar este Estado de terror en un admisible Estado social de Derecho en el que podamos, sin temor a que nos peguen un tiro por la espalda, seguir luchando por los cambios revolucionarios. Si hago una cuenta matemática, en todos los acuerdos no hemos logrado ni el 10% de las propuestas que hemos llevado. Por eso hay 42 salvedades. De ahí que insistamos tanto en que la refrendación deba darse a través de una Asamblea Constituyente, porque hay que abrir un espacio para que el soberano, el pueblo, debata sobre estos asuntos que son esenciales.
¿Cómo proyectan las FARC su paso a la vida civil y política?
Nosotros ante todo somos un partido. La idea no es que nos vamos a desarticular y desmovilizar. Las FARC se van a mantener cohesionadas como partido político en sus zonas de arraigo. La idea es que nosotros lleguemos en un escenario de paz a converger con otros movimientos y organizaciones políticas y sociales para generar un movimiento que se convierta en alternativa política para Colombia. Los territorios de paz deben ser el escenario para la implementación y de la mano de la implementación tiene que ir el proceso de dejación, que no es un hecho de entrega de armas a nadie. Es un proceso en el que tú vas colocando las armas fuera de su uso en política, hasta que, efectivamente, los cambios te digan que no es necesario seguir usando las armas.
Esa dejación de armas es uno de los puntos en discusión. ¿Cómo lo van a hacer?
No está dado que va a haber acto, ni tan siquiera simbólico, de algún guerrillero de las FARC entregando un fusil al Gobierno. Eso no está pensado ni va a ocurrir, entre otras cosas porque las armas son un símbolo de resistencia de un pueblo que se ha enfrentado al terrorismo de Estado durante más de medio siglo. Tendremos que buscar un mecanismo. ¿Cuál? Quien analice esto, para no dar una fórmula concreta porque eso está en debate, debe pensar en la siguiente premisa; la dejación es concomitante con la implementación. Tienes que ir de la mano, es un proceso de compromisos bilaterales. La dejación compromete a la insurgencia y al Estado, a sus Fuerzas Armadas; hay que desarticular al paramilitarismo.
¿Es posible la paz sin la suma del uribismo y del ELN?
La paz tiene que ser la suma de un acuerdo nacional, no de un acuerdo de élites. Ahí tienen que estar amigos y enemigos de la paz. Pienso que ahora hay mucha más gente comprometida con el proceso que cuando comenzamos. Sectores que antes no eran optimistas o eran contrarios se han ido sumando. En algún momento los sectores del uribismo, que no es monolítico, tienen que llegar a un entendimiento, lo mismo que, en alguna etapa del proceso, el ELN también tiene que estar vinculado. Hemos hablado de la posibilidad de dos mesas pero de un mismo proceso y tenemos el convencimiento de que el ELN tiene voluntad de paz.
¿Cuál ha sido el momento más duro de estos tres años?
Todos los procesos tienes sus altos y bajos. Son dos fuerzas enfrentadas durante décadas militarmente. En esta mesa se ha logrado construir confianza. Cuando se rompió el anterior cese al fuego, fue uno de los momentos más dramáticos. Pero hay que decir, en honor a la verdad, que después el Gobierno ha cumplido en lo esencial con su decisión de no bombardear unidades guerrilleras y, en realidad, en el territorio nacional creemos que hay un cese bilateral de fuego de facto. Por eso decía que, quizás, pueda ser una situación ya verificable por la misión de la ONU y la CELAC.