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La última bala, 20% de opciones

Martín es quien patenta las metáforas y esta semana nadie ha hablado en Osasuna de otra cosa que no sea la dichosa última bala. Eso está claro, pero ¿cuánto de grande es la diana? Más de lo que parece. ¿Cómo dispararla? Mejor desde la trinchera.


El primer repunte vital tras el batacazo ante el Huesca llegó de la mano de las matemáticas. Ganando en Oviedo, más del 65% de posibilidades de play-off, decía la calculadora echando humo con cinco partidos a la vez, porque cinco son los aspirante a tres plazas. Pero tiene trampa, porque ¿es igual de fácil que el descendido Llagostera gane al todopoderoso Zaragoza que se lo juega todo o que suceda al revés? Pues no.

Pero tranquilos, rojillos, que las matemáticas reales tampoco son tan diferentes. Acudamos a las casas de apuestas, que saben de esto por la cuenta que les trae: se juegan la caja. Y ahí encontraremos que el porcentaje de probabilidades de victoria rojilla en el Tartiere se disparan hasta allá por el 65%, frente a casi 20% para el empate y apenas poco más de un 15% para el triunfo local. Los apostantes tienen claro quién va de mano.

65% mola. Pero nos hace falta más para seguir peleando por el ascenso. ¿Otra carambola o dos? Pues si tenemos en cuenta que al Alcorcón se le da más de un 70% de «chance» de ganar al Elche y suponiendo probable que lo haga por más de un gol (con lo que superaría a Osasuna), es más realista pensar que harán falta otras dos ayudas. ¿Palamós? Chungo, solo un 11% prevé que el Zaragoza pierda allí. ¿Ponferrada? La deseada derrota del Girona tiene un 30% de opción más o menos. ¿Y la del Córdoba en Almería? Esta aún es más probable, puesto que los tres resultados están casi a la par entre dos andaluces que se la juegan.



Redondeemos pues. Osasuna tiene un 65% de posibilidades de ganar al Oviedo, y en cerca de un 35% de los casos le acompañaría la doble carambola necesaria. Esto nos lleva a algo así como el 20% de acabar en play-off. Aunque con la penúltima bala ante el Huesca nos diéramos un tiro en el pie, esta última tampoco es la ruleta rusa, vaya, hay algún motivo para seguir soñando.

¿Sirve de algo todo este cálculo? Poco más que para entretenerse. Lo único que está en manos de los de Martín es ganar su partido ante un rival descendido, y para eso hay que preocuparse de cómo acertar con esa bala. Eso nos lleva a términos futbolísticos. Del Oviedo se puede esperar lo de cualquier equipo que llega al final sin opciones: que salga de vacaciones, a divertirse y a intentar gustar a la grada, con menos rigor que el imperante en Segunda pero a cambio más suelto en ataque. Es decir, dando más opciones de gol a un Osasuna que suele necesitar muchas, pero provocando más peligro en ataque del que suelen provocar sus rivales. No será, desde luego, el Nástic timorato de hace dos semanas; si acaso, el Numancia que salió al Sadar a pasar una buena tarde.

Aunque suene a contradictorio teniendo solo una bala, antes que todo hace falta pues recuperar la solidez defensiva, perdida en tres de los cuatro últimos encuentros y sobre todo en la parte central, la más blindada durante toda la temporada. Se ha hablado mucho de la expulsión determinante de Berenguer ante el Huesca, pero poco o nada del desajuste que hizo que Tyronne se quedara solo en posición centrada ante Nauzet. Lo mismo que pasó siete días antes con Válcarce en el 0-2 del Numancia, o un par de veces con Guarrotxena en San Mamés. Mimbres no le faltan a Martín en esa zona de la trinchera. Puede por ejemplo recuperar a Unai García, más fresco de mente y piernas que David García o Tano. La última bala, mejor no dispararla a campo abierto.