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Comandante García

La remontada ante el Numancia ha animado mucho a la tropa rojilla, pero cuando hace bien poco andaba un poco alicaída tras los bodrios de Ponferradina y Bilbao Athletic, es cuando uno más se acuerda de que a este equipo de los García (Unai, David, Jose) le vendría muy bien todavía uno más. ¡Raúl! sí, claro. Pero más aún Pablo, el comandante.


Pocos han dejado tal recuerdo en el subconsciente del osasunismo. Y quizás ninguno con tan pocos partidos (78 de liga) y goles (apenas 7). El uruguayo, siempre con los dientes apretados, no hacía prisioneros ni dejaba batalla por librar. ¿Quién no recuerda la tiritona que nos producía en junio de 2005 pensar que, cojo perdido como estaba, no llegaría a la final de Copa? Pero llegó el día y ¿acaso había alguna duda de que se lo iba a perder? Pablo García jugó como pudo y aquella derrota le escoció como a nadie. Su último acto de servicio fue una tarjeta roja por atropellar a un jugador del Betis que mareaba la pelota en el córner para perder tiempo.

De ahí, al Real Madrid. Pero con la mente en Iruñea, donde se sintió como en casa. Circula por Youtube la entrevista que le hizo una televisión griega, ya al borde de la despedida, y en la que reconocía directamente algo insólito: que con el tiempo se arrepintió de cambiar el Sadar por el Bernabéu. «Lo que pasa es que tenía la oportunidad de pelear por algo importante, jugar una Champions, con tipos como Zidanes, otras experiencias. Ahora ya pasó y no podéis arreglarlo, pero si volviera para atrás arreglaría miles de cosas», dice el charrúa en la grabación. Cuando el periodista le pregunta si acaso está diciendo que no hubiera ido al Real Madrid, se reafirma: «No, no, te digo que me quedaba allí en Pamplona. Y si me quedo en Osasuna, viste lo que es el destino, no venía a Grecia tampoco…».



Pablo García no encajó entre galácticos, el suyo era otro rollo, aunque salva precisamente a Zidane de su etapa blanca y a Maldini de cuanto estuvo antes en el Milan: «Creo que es el jugador más humilde que he visto, cuando lo único que le faltó ganar fue el Balón de Oro». Luego su mente vuelve a Iruñea, porque aquí «aprendí lo que vale un vestuario humilde, le abren los ojos a la gente que viene de fuera, le tratan muy bien».

De Pablo García sigue hablando maravillas Patxi Puñal siempre que puede, y eso que en muchas cosas el charrúa y el uhartearra son tan diferentes como el mate y el pacharán. Les unía la humildad. Pero también la ambición. Con ambas cosas fueron al Bernabéu en 2004 y le endosaron un 0-3 al Madrid, a quien entonces el uruguayo tenía muchas ganas tras algunos rifirrafes con Guti («vamos fuera, cagón» se leyó en sus labios en un choque en Madrid). García recuerda en la entrevista que antes de aquel encuentro declaró «ojalá les metamos tres goles y les toquemos la pelota… y pasó todo eso». El 0-2, además, fue suyo con una hábil vaselina ante Iker Casillas.

Han pasado doce años y Osasuna no tiene que superar a la elite mundial, sino a Numancia, Nástic, Huesca y Oviedo. El comandante García desde luego daría esa batalla. Ganar o perder es lo de menos.