INFO

El K-2, una cima que se saborea 30 años después

Hay montes, los más sencillos, que solo se saborean en el día de la marcha; hay montañas, más complicadas, cuya ascensión se sigue paladeando  durante días e incluso semanas o meses; y hay otras, a las que solo llegan los más selectos alpinistas del mundo, que dejan un retrogusto especial y todavía se siguen saboreando 30 años después de haber hecho cima. Este es el caso del K-2, la montaña de las montañas.

Grupo que celebró la ascensión al K-2 en la sociedad Gure Leku de Iruñea.

Mari Abrego y Josema Casimiro alcanzaron su cumbre hace justo tres décadas. Era un 23 de junio, víspera de San Juan, una fecha que marcó un hito en la historia del montañismo de Euskal Herria y que confirmó a estos dos vecinos de Iruñea en la élite del alpinismo mundial.

Han pasado 30 años justos de aquella legendaria ascensión al Chogori, y ya se sabe que los números redondos suelen ser una buena excusa para celebraciones. Fue el propio Josema Casimiro el que se encargó de convocar, para la noche de San Juan, a un grupo de amigos vinculados a la montaña, la pasión que les ha mantenido unidos durante gran parte de su vida. La cita era en la sociedad Gure Leku de la calle Jarauta. Allí estuvieron, junto a Mari Abrego, otros históricos del montañismo y sus acompañantes, como Ana Antia, Juana Mari Etxauri, Gregorio Ariz, Pili Ganuza, Agustín Setuain, Julián Ayúcar, Carmelo Larunbe, Javier Ibilcieta, Gregorio Iñigo «Gori», Pili Regaira, José María Garisoain «Txumarra» y Asier Garisoain. No pudo asistir Nati Cazcarra, pero sí lo hizo Txema Urrutia, redactor y locutor de Herri Irratia en Loiola.

Todos ellos compartieron mesa y degustaron un buen menú, pero saborearon, sobre todo, aquella memorable ascensión al K-2 del 23 de junio de 1986. Compartieron también viejos recuerdos de sus andanzas por la montaña, pero no solo miraron al pasado. Suele decirse que una persona es joven cuando tiene más proyectos que recuerdos, y ya se sabe que los montañeros siempre tienen puesta la mirada en nuevas escapadas, en esa montaña que todavía no han subido o en aquella otra que les dejó gratos recuerdos y quieren regresar para rememorarlos.

De hecho, varios de los comensales que se reunieron la víspera de San Juan en la sociedad Gure Leku ya tienen preparada la mochila para emprender nuevas ascensiones, algunas de ellas de cierto calado. La ilusión con la que lo contaban denota que la montaña no solo se saborea después de haber llegado a la cima, sino incluso antes de acercarse a ella. On egin!