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CHAPU APAOLAZA
PERIODISTA

«La imagen que tenemos de San Fermín está muy distorsionada»

Nacido en Donostia en 1977, el periodista Chapu Apaolaza presentó recientemente su obra «7 julio», un recorrido periodístico a través de esta fábrica de anécdotas que son los Sanfermines. Siete capítulos como días tiene la escalera en la que, al grito de «ya falta menos», Iruñea se acerca hacia sus internacionales fiestas. Una visión apasionada, directa, concisa y que emociona, alejándose de los tópicos.


Tenía 15 años cuando su padre le sacó de la cama con un «levanta Chapulín que vamos a correr el encierro». Con un cuarto de siglo de carreras frente a los toros en sus piernas, el periodista Chapu Apaolaza presenta “7 de julio”. Editada por “Libros del KO”, la obra es un recorrido periodístico a través del encierro, de su liturgia, de la grandeza de los Sanfermines. Vamos, páginas de esas que ponen los pelos como escarpias para quienes vestir de blanco y rojo es más que un uniforme festivo. La entrevista se realiza antes de que el caos estalle, el 5 de julio, cuando Iruñea se encuentra en ese estado de locura preapocalíptica que revienta en el txupinazo.

¿Cómo se pone en palabras algo tan complejo como el encierro siendo además corredor?

Para mí era bastante difícil porque San Fermín me supone mucho. Al describir escenas tan especiales, el proceso creativo ha sido rápido. Tirarse por un tobogán y casi hacer una escritura automática. Por eso, creo que a veces lo hemos escrito como algo febril. Yo intenté que fuera así. Si me planteaba cómo iba a contar y qué estructura iba a dar a las sensaciones que uno tiene en el tendido de Sol o cómo se siente uno antes de un encierro, no podía hacerlo. Tuve que soltarlo. Y salió así.

Lleva 25 años corriendo el encierro. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor o existe una evolución natural?

La evolución es natural. Hay que cuidarla, pero sobre todo hay que cuidar el espíritu de la gente. Creo que hay corredores que tienen que «salir del armario» y contar su San Fermín verdadero, cómo lo sienten en el corazón. Eso ayudará, como ayudan las medidas que implementa el Ayuntamiento. Existe un peligro en el encierro, que es la masificación. Sobre todo, de gente que viene a ver el encierro en la calle y que no sabe a qué viene y ni siquiera conoce el peligro. Hay otro peligro que aguarda en el corazón de los corredores, que es perder las referencias del encierro tradicional en favor de una imagen de cada uno como corredor. No diría un «encierro auténtico», porque no lo hay, pero sí perderlo por otra cosa. Todas las medidas están bien siempre que no afecten a lo fundamental, la naturaleza democrática y popular del encierro.

También existe el riesgo de la comercialización. ¿Tiene miedo de ver un encierro patrocinado como la Liga BBVA o la estación Vodafone Sol del metro de Madrid?

Es tan fuerte la noción de que esto pertenece a todo el mundo que no creo que nadie consiga adueñarse de San Fermín comercialmente. No dudo que se intente, pero creo que está a salvo. Además, el encierro tiene una independencia económica dada por las corridas de toros, a las que se liga por simbología y contenido. La Casa de Misericordia paga todo esto porque tiene dinero de las corridas de toros y podemos permitírnoslo. Aunque conviene estar alerta.

¿Cree que los medios promueven una imagen caricaturizada de los Sanfermines como la «ciudad sin ley»?

La imagen está muy distorsionada. Es una caricatura donde lo que importa es que se puede hacer lo que cada uno le da la gana, que lo que importa es la sangría, mancharse de vino... No es así. Quizás los medios somos un poquito perezosos y en diez segundos de directo por televisión es difícil explicar lo que siente una persona que siente San Fermín. A mí me sucedió una cosa muy curiosa. Fue un año en el que empezaron a decir que San Fermín se nos había ido de las manos. En ese momento quisieron describirlo como la casa de Apocalypse Now. Estaba una reportera haciendo una crónica en la plaza del Castillo a las ocho y media de la mañana, agachada en un montón de basuras. En el plano se veía a alguien dormido en un banco y los restos de lo que parecía una batalla. Daba una imagen de «el ser humano está perdiendo los papeles». Yo estaba a 10 metros de ella dando el biberón a mi hija, que tenía entonces ocho meses. En televisión parecería un lugar terrorífico donde te metían la cabeza en bañeras de sangría con droga. Pero yo estaba con mi hija de ocho meses. La distancia entre la imagen y la realidad es enorme. También hay gente en el sofá que está pensando qué es lo que el resto de la gente debe o no debe hacer. Venir a San Fermín, cogerse una borrachera, ¿es moral?, ¿es justo?, ¿alguien analiza desde el punto de vista moral los grabados de Goya o la literatura de Fernando Vallejo?

En su libro está presente la figura de su padre, ya fallecido, que es quien le llevó a correr por primera vez con 15 años. ¿Hará lo mismo con su hija?

No sé si tendré valor y si ella querrá. Si sucede, tendrá que ser con 18 años.