Las primarias de la derecha arrancan a la sombra de los «outsider»
La derecha y la izquierda francesas elegirán en primarias candidato a las Presidenciales. Conservadores y centristas se estrenan hoy en una votación eclipsada por candidatos «outsider».
Hoy se producirá la primera criba entre los siete candidatos –seis hombres y una mujer– que aspiran a dar la alternancia a la socialdemocracia en el Eliseo. A partir de los resultados de esta votación, se perfilarán los candidatos con opciones a alzarse con la nominación, el 27 de noviembre. De mirar a los sondeos –lo que ha pasado de ser un ejercicio habitual, máxime en la República de la demoscopia, a convertirse casi en una temeridad– el alcalde bordelés Alain Juppé es el aspirante con mayores posibilidades de ganar la candidatura del centro-derecha.
Juega a su favor, de una parte, su dilatada experiencia gestora en una de las metrópolis más dinámicas del Hexágono, Burdeos, pero sobre todo el haber mantenido un largo de distanciamiento de la política estatal. Habida cuenta de las luchas intestinas en el ámbito conservador, el hecho de contar con menos enemigos le otorga una importante ventaja frente a otros favoritos oficiales, como el expresidente Nicolas Sarkozy o el exlíder de la extinta UMP, Jean-François Coppé, que soportan estigmas más pesados.
No se espera que la votación de hoy dirima con claridad la nominación conservadora, pero este primer acto de las elecciones primarias debería clarificar las posibilidades de cada cual.
Aunque hasta la fecha se ha librado un duelo a tres, el tercer y último debate televisivo previo a la elección de hoy deparó alguna sorpresa. De ese fuego cruzado salió vencedor –con la ayuda, al parecer, de una estrategia de dopaje a su favor en redes sociales– el aspirante sigiloso, François Fillon, al que se apunta como ganador del tercer y último debate librado antes las cámaras de la televisión por los aspirantes conservadores en la antesala de esta primera vuelta.
El ex primer ministro blande una propuesta social y económica «revolucionaria», y trata de surfear con la tabla de «outsider» –o si se prefiere de outsider de salón– lo que ha llevado a otros compañeros de liza, y en particular al lenguaraz Coppé a tildarle abiertamente de «impostor». Son los registros propios de unas primarias conservadoras de esencia cortesana, en las que Sarkozy ha tratado de sacar brillo a su legado para restar, de paso, solvencia a los aspirantes, mayoritariamente exmiembros de alguno de sus gabinetes o de su mayoría parlamentaria, convertidos ahora en Brutus a los a los que el otrora César trata con indulgencia o directamente con desprecio.
Los tenores de la derecha
Con el permiso del único aspirante sin pasado palaciego, Jean-Fédéric Poisson, que ha tenido una trayectoria meritoria en esta primera vuelta, las elecciones abiertas conservadoras no han servido para aportar demasiada frescura a la derecha gala y su marca principal Les Républicains. Es cierto que se estrenan en unas primarias en un momento a priori dulce. Si no fuera por la incertidumbre sobre el alcance de la ola azul marina. Pero ese estado de gracia no obedece tanto a los aciertos propios, como al hecho de que el más que modesto balance de la Presidencia de François Hollande multiplica automáticamente las opciones reales de alternancia.
Como factor negativo, los conservadores llegan un poco tarde al descubrimiento. O si se prefiere en un momento en que una ciudadanía acuciada por la situación socioeconómica no parece tan dispuesta a dejarse seducir solo por las formas. Máxime cuando de aquella fiesta democrática de los socialistas previa a las Presidenciales de 2012 salió un candidato que, si bien sirvió para arrancar a Sarkozy del Eliseo, a la postre no ha sido capaz de sacar al país de la profunda crisis.
Aunque con menos glamour, la derecha tradicional ha celebrado su campaña, y aunque los debates televisivos le han garantizado cuota de pantalla, lo cierto es que tampoco el entorno político le ha acompañado en su intento de sacar unas cuantas cabezas a los competidores en esta recta intermedia hacia las elecciones presidenciales.
También en eso el paisaje ha cambiado. De una parte, en el tablero político gana fuerza una Marine Le Pen –exultante por la victoria de Donald Trump–, que demuestra con su imparable ascenso que los modelos no siempre diáfanos de encumbrar a un candidato siguen dando resultado en el flanco de la derecha, particularmente en tiempos de descomposición social y política, y de «atasco al cargar» en la izquierda. Por otra, esa sensación de que los conservadores llegan tarde al esquema de primarias se acrecienta por la aparición de candidatos «outsider».
Seguramente no estamos ante un fenómeno del todo nuevo en la política gala, y particularmente en su elección presidencial –a no confundir con otros aspirantes histriónicos, la candidatura-protesta del inolvidable Coluche en 1981 perdura en la memoria colectiva–. Sin embargo, hoy el paisaje político se antoja tan distinto como la percepción social difícil de interpretar.
Llegó Macron y aguó la fiesta a propios y extraños
En la recta final de la primera votación conservadora salía a la palestra Emmanuel Macron para anunciar su candidatura al margen del esquema de las primarias socialistas. Ello encendía todas las alarmas en Solferino, aunque no alteraba el pulso de François Hollande, que sigue sin despejar incógnitas aunque multiplica gestos cara a la eventual batalla de reelección. Macron enarbolaba desde el primer momento su condición de postulante antisistema, de «outsider». Lo que en Fillon, en la derecha, parecía difícil de vender, tiene si cabe más mérito en el caso de un antiguo miembro –ciertamente efímero– del Gobierno Hollande y que antes trabajó para la banca Rothschild. El que muchos consideran el candidato de las finanzas encadenaba su estreno en la banlieue parisina con un desplazamiento a Marsella.
Deseoso de encarnar el Hope de Obama a la francesa, Macron ha tomado como punto de partida los radios metropolitanos, en los que se concentran las situaciones más acuciantes y los sectores que pagan un precio más alto por el desempleo, la erosión del sistema de protección y la inseguridad.
No ha sido una sorpresa pero al confirmar sus intenciones de «ir hasta el final» ha hecho saltar por los aires el guion de la izquierda, y de sus candidatos devotos de las cuotas de partido.M.U
La Bella Alianza Popular acudirá a las urnas el próximo enero
No habrá revolución en el esquema de primarias que la izquierda se marca para los días 22 y 29 de enero de 2017. Tan solo una suma imperfecta de las desgastadas siglas del PS y tres marcas minimalistas de un ecologismo político que no deja de perder gas. A la espera de que François Hollande aclare intenciones, la llamada Bella alianza popular cuenta ya con aspirantes declarados como el enfant-terrible del PS, el ex ministro Arnaud Montebourg; el hombre del aparato Gérard Filoche, Benoît Hamon –que en anteriores batallas ha contado con una buena red de apoyo en Euskal Herria- y la musa de los «indignados», Marie-Noëlle Lienemann. A ellos hay que sumar dos candidatos de los partidos aliados: Jean-Luc Bennahmias – peregrino de siglas verdes y ahora batuta del Frente Demócrata– y François de Rugy –abanderado de otra escisión del mismo color, Ecologistes!–, que ya han dado a conocer sus intenciones. Es probable que también concurra una aspirante de los Radicales de Izquierda, bien la exministra de Vivienda, Sylvia Pinel, bien la extitular de Función Pública, Annick Girardin. Estas primarias son una buena ocasión para que las formaciones menores puedan hacer visibles a sus figuras, ayudadas por el reglamento de elección, que les permite concurrir sin someterse al «sistema de apadrinamientos», eludiendo la difícil caza de apoyos de cargos electos.M.U.