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La hegemonía, el país y el «momento Rafa Larreina»

Hace poco, en Facebook, Rafa Larreina compartió un vídeo en el que aparecía una de sus primeras intervenciones en el mismo hemiciclo que ayer acogió la investidura a lehendakari. Eran comienzos de los 90 y el tema del debate era el servicio militar obligatorio y la insumisión.


Hace poco, en Facebook, Rafa Larreina compartió un vídeo en el que aparecía una de sus primeras intervenciones en el mismo hemiciclo que ayer acogió la investidura a lehendakari. Eran comienzos de los 90 y el tema del debate era el servicio militar obligatorio y la insumisión. Pese a conocer de primera mano aquella época, me sorprendieron las posturas que defendían unos y otros. Larreina interpelaba a José Antonio Rubalkaba, del PNV, y a Patxi López, del PSE, que sostenían la prevalencia de la ley. Larreina también criticaba la estrategia político-militar, evidentemente.

Ayer, en Gasteiz, me acordé de ese vídeo y de Larreina. Llevo tiempo dándole vueltas al tema de la hegemonía, término de moda y que muchos analistas conceden al PNV por su evidente dominio institucional. No obstante, la hegemonía no se puede reducir al poder institucional. Ni siquiera si es todo el poder. Tiene que ver, sobre todo, con las posiciones ideológicas y morales que rigen el mainstream de una sociedad, el carril central.

Desde esa perspectiva, vista la visión socialdemócrata que recoge el acuerdo entre PNV y PSE –cercana a un keynesianismo 2.0 con apuros presupuestarios–, pensé cómo se habían adaptado los partidos, especialmente el PNV, a los postulados que históricamente Larreina y los suyos han defendido en el Parlamento. Cómo habían virado sus posturas democristianas y reaccionarias hacia demandas y perspectivas que son mayoritarias en una sociedad vasca que, guste o no, es bien socialdemócrata.

También rememoré mis dudas sobre el valor del denominado «suelo ético», pero no me cabe ninguna duda de que si atendemos a su definición oficial, Larreina es una de las pocas personas que cumple sus preceptos. Nunca ha mirado para otro lado, ha denunciado unas y otras violaciones. Por ejemplo, pronto llegará el informe definitivo sobre torturas.

Teniendo en cuenta la mayoría aplastante que en Gasteiz defiende, al menos teóricamente, el derecho a decidir, creo que la impronta de EA es interesante. Especialmente cuando el PNV marca una y otra vez su distancia con el camino abierto por Ibarretxe.

EH Bildu contrapuso ayer su modelo de país al que abandera Iñigo Urkullu. Son marcos y lógicas distintas –estatal y nacional–, perspectivas y referencias opuestas –pasado y futuro–, responden a principios hasta cierto punto divergentes –pacto y derechos–. Aunque se vivan de diferente modo, el punto de unión son la pasión por la política y la obsesión por el país. Un país que se parece más al que soñó Larreina que al que pensó Urkullu. De igual modo que en veinte años Euskal Herria se parecerá más al que dibujó ayer Iriarte (aunque quizás, si le deja el resto, siga gobernando el PNV).