Txetx propició en los 80 una detención de mercenarios de los GAL, también entonces en sentido contrario a la actuación del Estado
El Estado francés se muestra muy diligente en entorpecer un desarme ordenado de ETA. Una diligencia proporcional a la desidia de la que hizo gala en su día para perseguir a los GAL, que asolaban Ipar Euskal Herria en los años 80. El activista Txetx Etcheverry tiene justo la trayectoria contraria: estaba participando ahora mismo en un intento para destruir las armas de ETA y, en aquella época de la guerra sucia, propició la detención de dos mercenarios de los GAL tras el atentado del Monbar.
Rara vez la Policía francesa lograba nada tras un atentado de los GAL. La mayoría de sus acciones, dirigidas contra refugiados vascos del sur, aunque también golpeaban a ciudadanos de Ipar Euskal Herria, permanecen aún hoy bajo un manto de impunidad.
Las cloacas del Estado español habían decidido acabar con lo que denominaban «el santuario francés» de ETA. Con el hostigamiento y los atentados contra los refugiados pretendían mover la posición de Ejecutivo de París para que este actuara con mayor contundencia contra el colectivo de exiliados y agilizara la entrega de detenidos. En ese contexto, si en algún atentado caía alguna persona ajena a la causa vasca, ese «error» también se utilizaba con el mismo objetivo de forzar ese cambio de política.
Al final, el Gobierno francés desempolvó una vieja ley de 1945 para poner en marcha un procedimiento de entrega inmediata de policía a policía de refugiados, que empezó a detener en masa. Cientos fueron conducidos a la frontera nada más producirse su arresto, donde quedaban en manos de las Fuerzas de Seguridad españolas. En la mayoría de los casos, los entregados denunciaron haber sufrido salvajes torturas en las dependencia de la Guardia Civil o la Policía española. La idea del Estado francés como un lugar de asilo quedó en mera quimera.
La falta de diligencia mostrada contra los GAL se ha convertido ahora en máxima dedicación de medios para actuar, ya no contra ETA, sino contra los intentos de la sociedad civil para proceder a su desarme de forma ordenada, verificable y total. También en esta ocasión París responde al impulso del Gobierno español, hasta el punto de que desde Madrid no se disimula en atribuir la dirección de los operativos a la Guardia Civil. Hace tres décadas quería refugiados, ahora quieren impedir un proceso de desarme como el descrito, siempre bajo una lógica de marcados tintes bélicos, de vencedores y vencidos.
Por esas curiosidades de la historia, uno de los arrestado en Luhuso el pasado viernes, Txetx Etcheverry, ha tenido relación con ambas cuestiones, pero en sentido totalmente inverso al del Estado francés: este activista social se ha prestado en esta ocasión a favorecer el desarme de ETA, como ha quedado sobradamente acreditado en las misivas cruzadas con la organización armada, y en su día, en los tiempos de la guerra sucia de los GAL, propició el arresto de dos mercenarios que acababan de cometer un atentado, nada menos que el del Hotel Monbar de Baiona, donde murieron tiroteados cuatro refugiados vascos.
El atentado del Hotel Monbar tuvo, gracias a la acción de varios ciudadanos, un final distinto al de la mayoría de las acciones de los GAL. Los operativos preparados para esa situaciones por las fuerzas policiales apenas daban algún resultado. Los mercenarios actuaban y huían, para muchos, con sospechosa facilidad.
Los autores del Monbar fueron detenidos esa misma noche. Los dos mercenarios que realizaron la matanza se dieron a la fuga a pie, pero fueron perseguidos por varias personas que se encontraban en ese momento en los bares de las inmediaciones, y consiguieron darles alcance, hasta que llegó, al fin, la Policía. En la huida, los mercenarios arrojaron sus armas al río Errobi, pero fueron recuperadas al día siguiente por los buceadores de la Policía.
Una de las personas que persiguió a los mercenarios era Txetx Etcheverry, poniendo un empeño que el Estado no ponía. Él mismo relató lo sucedido entonces en el documental ‘GAL : des tueurs d’Etat’, de 2012.
Un empeño que le ha llevado ahora a convertirse en un «artesano de la paz», como se califica a los arrestados de Luhuso en la campaña de solidaridad que se ha iniciado hacia ellos, y que le ha hecho volver a toparse con ese mismo Estado, con los «ingenieros de la guerra».